La porra más emblemática del Instituto Nacional Central para Varones, INCV, sin duda es la llamada Gloria. Esta además de motivar mayor esfuerzo a los deportistas que representaban al instituto, se convirtió en un grito de guerra y orgullo por parte de todos aquellos que pasamos por las aulas de “tan bello y glorioso precinto”, tal como señala la letra del himno del glorioso instituto.
Y esa emoción que destila hoy gritar esta porra, la pude rememorar el sábado 18 de mayo, cuando la promoción de mi hermano Luis Rodolfo, la denominada promoción Terremoto, pues se graduaron en 1976, me invitaron a compartir con ellos una tarde de sábado inolvidable, puesto que pude saludar a un montón de Shecas, así como intenté reconocer a la mayoría, sí pude identificar a varios y saludarnos y fundirnos en un abrazo con varios de ellos.
Así que gritar de nuevo la Gloria, junto con cuarenta voces más, resultó emotivo, pero lo mejor es que nos mostró esa integración invisible que el instituto nos dejó y que mantiene una cohesión significativa entre todos aquellos que estudiamos ahí. La presencia de viejos amigos con quienes compartí voleibol como el Chino Henry, Popeye, Eka, el Bombo, la Vieja y mi propio hermano fue una oportunidad para revitalizar nuestra amistad.
Los personajes de esa promoción son también el punto llamativo de todas las promociones, ver a Célula, Shilo, Uyuyuy, sin que los demás no pasaran desapercibidos en la jodedera, fue muy agradable, pero la algarabía del reencuentro fue memorable.
Todo lo anterior, me sirve de introducción justamente en el hecho que la Promoción Centenario, la de 1974 (el INCV se fundó en 1874), de ahí que esta promoción, con orgullo debo decir la mía, sea la denominada centenario y en este año nos toca conmemorar los 50 “primeros” años de graduados, para lo cual bajo la conducción de Juan Carlos Monroy (La Toña) y un comité que se formó espontáneamente, se están organizando diferentes actividades de cara a este agradable aniversario.
He escrito varias notas sobre el instituto y sobre los Shecas en estas páginas de La Hora, seguro quienes me han leído saben de ese amor profundo al INCV, sus porras -que son varias por cierto-, acá cité la más emblemática, su poderoso himno de guerra, su serio himno al instituto y otras canciones propias que muchos no olvidamos como: “Más allá, más allá del Congreso Nacional se encuentra el Instituto Central, más acá, más acá de los billares Tikal (hoy ya no existen), se encuentra el Instituto Central, estudiantes hay allí, deportistas hay también, en fútbol, básquetbol, atletismo y voleibol, el central es campeón”.
Como no olvidar las madrugadas en bus para llegar al instituto, convergíamos prácticamente de todos los puntos cardinales para ingresar a las 7 de la mañana e iniciar nuestras primeras tres clases que concluían a las 9 para el primer recreo de 9 a 9:10 y en ese reducido espacio se organizaban chamuscas de voleibol y básquetbol. Regresábamos a clases y teníamos otras tres clases y regresábamos a otro recreo de 11:10 a 11:20 y todavía teníamos la última clase hasta las 12 horas.
Eran 7 clases por mediodía, y el instituto era uno de los centros de excelencia académica de aquella época, junto con la Escuela Normal y la Escuela de Comercio, Belén y el INCA. Es necesario indicar que cuando entramos a primero básico, había 6 secciones con promedio 80 estudiantes por aula y creo que me quedo corto. Solo con ese dato fácil estudiábamos 480 estudiantes en primero básico.
La formación que nos dejó el instituto fue impresionante, las amistades que nos legó para siempre es un activo en la vida de todos nosotros pero la experiencia de vida nos marcó y nos empujó a salir adelante, tal como señala una de las frases que aprendimos: “A lo más alto por lo más difícil”.
Hoy, en el marco de esta celebración, debo hacer un sencillo homenaje a Ricardo Monterroso, quien repentinamente nos dejó el domingo pasado. Descansá en paz querido amigo, hasta siempre Palomilla.