Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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La crisis del incendio del vertedero de Amatitlán nos debe ayudar a reflexionar sobre la forma en que tratamos los desechos, nuestra basura. En un país no país el modelo de tratamiento de desechos es el no tratamiento. Bajo el ostentoso nombre de Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Amatitlán, más conocida como AMSA, se esconde un no manejo, un pilar de nuestra forma de ser: Somos no sustentables. Guatemala no tiene sistemas de manejo de desechos de ningún tipo. La basura la acumulamos en algún agujero que la municipalidad local encuentra, sin supervisión técnica, sin estudios ambientales, sin nada. El modelo de desarrollo que estamos siguiendo en Guatemala se encuentra en medio de un capitalismo voraz que con gobiernos neoliberales han dado luz verde a la producción de bienes y servicios sin pensar en los enormes daños de los desechos de estos nuevos procesos de urbanización e industrialización sin control ambiental.

Lo mismo que sucede con el tratamiento, no tratamiento, de desechos sólidos sucede con el caso del manejo de las aguas residuales formadas fundamentalmente por residuos humanos, que son lanzados a los drenajes sin tratamiento alguno y estos lanzados a los ríos que se han convertido en los vertederos dinámicos de nuestras heces y nuestra orina. Como consecuencia de la forma en que no tratamos nuestros desechos, ni humanos, ni biológicos, ni industriales, ni urbanos, ni de nada, el problema se ha convertido en una bomba ambiental de tiempo que más temprano que tarde explotará. Ahora los vertederos, basureros, son espacios no controlados que tarde o temprano filtrarán sus lixiviados, líquidos tóxicos, muchos, que circulan entre y desde los desechos, a las aguas subterráneas tal como pasa en el vertedero de la ciudad de Quetzaltenango, el que se encuentra en un área rural llamada Palajunoj, en la parte más hermosa del Volcán Santa María y que afecta directamente a quienes viven en el Llano del Pinal, Xecaracoj, Xepache, Candelaria, Las Majadas, Tierra Colorada Alta y Tierra Colorada Baja, y a la ciudad de Quetzaltenango que depende en gran medida de agua subterránea para subsistir.

A los problemas ambientales creados por nuestro manejo, no manejo, de desechos sólidos, nuestro tratamiento, no tratamiento, de desechos humanos, heces y otros, hay que agregar el enorme impacto de las mineras que, en su intensa labor de depredación de bosques en la búsqueda de arena, piedra, materiales de construcción y otros han no solo transformado el paisaje sino destruido la capacidad de regeneración natural ambiental, eliminando principalmente bosques. Ese es el caso también de Quetzaltenango, pero el modelo se repite en otros lugares del país ingobernable nuestro. La densidad de minas de extracción de dizque materiales de construcción ha aumentado enormemente en el país, pero en esta parte del municipio de Quetzaltenango han depredado las montañas aledañas al Volcán Santa María y el Cerro Siete Orejas dejando una imagen de devastación esperando al próximo temporal para que los deslaves e inundaciones se intensifiquen.

Por si fuera poco, lo ya comentado, hay que agregar que muchas industrias, ya sean textiles, tenerías, talleres mecánicos, lanzan sus desechos a las cuencas de los ríos más cercanos, en el caso de Quetzaltenango el río Xequijel y Samalá, que son la imagen especular ambiental deplorable del río Motagua en el Occidente del país. Así que la naturaleza guatemalteca se encuentra sometida a todo tipo de ataque ambiental, de tal forma que le es imposible siquiera reaccionar no digamos regenerarse. Es urgente que los y las guatemaltecas tomemos la responsabilidad de revertir este proceso.

La solución a este caótico problema ambiental debe nacer de las instituciones que más conocen de ciencia y tecnología y pueden, y deben, aplicarla a la sociedad y esas son las universidades. En este periódico, el Dr. Alfonso Mata sugería hace un par de semanas que: «Se hace necesario que los centros universitarios y de investigación se interesen realmente y pongan en marcha proyectos de investigación, para probar técnicas de descontaminación y reutilización de desechos». En efecto, en Quetzaltenango las universidades, particularmente la Universidad de San Carlos, han hecho progreso en el entendimiento de los recursos hídricos, en su tratamiento, en su mejora, en su gobernabilidad. También se entienden los procesos de urbanización y su impacto ambiental. Ahora, lo urgente es que las autoridades municipales formen alianza con los centros locales de investigación científica y tecnológica ya no solo para diagnosticar la problemática ambiental, vertederos, minas, plantas de tratamiento de agua residual, reforestación, educación ambiental, sino fundamental para realizar proyectos de intervención municipal-universitaria.

Ya no es posible seguir tratando nuestros ríos, nuestros bosques, nuestros lagos, nuestro ambiente de una forma tan primitiva. Ya no podemos tener universidades que no se interesen en los problemas sociales de nuestros pueblos. Estos problemas son nuestros, debemos resolverlos nosotros y nosotras. Vamos Guatemala. O es ahora o no será nunca.

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