Mi día inicia a las 4:45 am, es la hora que debo si o sí despertar, despertar otra vez y levantarme; como sigo medio dormido debo darme una ducha para terminar de despertar. He de confesar que no siempre tengo un gran deseo de realizar esta rutina, hay días que definitivamente no tengo ningún deseo que no sea el seguir descansando en mi cama; pero hay una molesta y escandalosa alarma que me fastidia y cada 5 minutos está suena y suena, a propósito la elegí ruidosa, constante y molesta. Si no fuera por esta alarma seguiría en mi comodidad, descansando más y caería en un largo y voluntario LETARGO.
Justo como esa ruidosa alarma es la voz del salubrista en el sistema de salud, que atraviesa un constante caos, y sirve para salir de ese letargo día a día.
Recuerdo que durante el gobierno de Otto Pérez Molina y “sus hospitales rebonitos” el sistema de salud pública tuvo una de las peores épocas de desgracia, las deudas de arrastre de los hospitales públicos, la carencia de medicamentos y la ausencia del estado provocaron niveles de desabastecimiento crítico, al punto que los pacientes que iban a cirugía debían comprar Kits completos que llevaban guantes, suturas, sueros, antibióticos, batas quirúrgicas y demás materiales que eran inexistentes. El presidente lejos de dar soluciones se refirió al gremio médico como “haraganes que deben ponerse a trabajar”.
Vivimos días de angustia y algunos fuimos perseguidos por elevar la voz y llegar a la protesta pública, la tensión fue máxima en el despacho del ministro de salud quien culpó al autor del presente artículo como responsable directo de las protestas.
El tiempo pasó, mucha gente sufrió, las denuncias legales no caminaron porque en ese momento las autoridades gozaban de antejuicio, pero la protesta, la denuncia, desnudó al sistema y a regañadientes apagaron el fuego por unos meses y nos llevaron medicamentos. Nuestros pacientes otra vez estaban siendo tratados con lo mínimo necesario.
Jimmy Morales llevaba 3 meses en el gobierno y ya se sentía el abandono a la atención a salud, otra vez la ruidosa alarma sonó, el salubrista salió a protestar, cansado de las carencias y de ver morir pacientes por falta de insumos. En esta ocasión nos hicimos escuchar más fuerte, ya que “la batucada del pueblo” nos acompañó y juntos gritábamos la consigna: “Jimmy tu gobierno, Jimmy tu gobierno ya va para cien días y el sistema de salud está en crisis todavía” [pum, pum, pum suenan los redoblantes y tambores de la batucada] y se repite la consigna.
Recuerdo que un paciente casi fallece porque quedamos atrapados en un ascensor defectuoso del hospital, lo que se documentó en video y se viralizó. A fuerza de protestas, consignas, asolearnos en la plaza, somatar la puerta del congreso, etc., otra vez se abastecieron los hospitales y se logró que se invirtiera en nuevos ascensores que hoy todavía funcionan.
Durante el pasado gobierno de Giammattei, vivimos una crisis de dimensiones monstruosas en el sistema de salud. El COVID desnudó las carencias, los desfalcos, los robos y las fechorías del gobierno de turno. Otra vez la alarma sonó estrepitosamente. Recuerdo que cargamos un féretro de cartón negro, este servidor gritó a viva voz: “Señor presidente acá está el sistema de salud”, “es un muerto, usted lo enterró”. La siguiente semana tuvimos una reunión muy incómoda en su despacho, se nos prometió que se abastecería el San Juan de Dios y todos los hospitales de una forma ágil y rápida, pero sólo para unos meses los insumos llegaron. Fueron varias veces que la alarma sonó, algunas el sistema despertó de su letargo y otras veces se quedó en coma, fue la era del COVID; curiosamente la época que más dinero ha tenido el ministerio de Salud, y que hoy nos preguntamos: ¿Dónde está el dinero?, ya que ha sido una época que dejó deudas, carencias, inversiones innecesarias, compras sobrevaloradas, etc., etc.
Hoy, en la época de “la nueva primavera”, la administración recibió una casa en ruinas como se expresó en este espacio de opinión. La responsabilidad no es del gobierno actual. Sin embargo, se sabía que se recibiría una casa incendiándose. El problema es que sabiendo tal situación han pasado más de 45 días, otra vez los pacientes están sufriendo por falta de medicamentos, los trabajadores de salud haciendo imposibles para aliviarles sin los recursos necesarios, no hubo planes con la celeridad para atender la gravedad de niveles de caos a los que se recibieron los hospitales. El sistema otra vez tuvo que despertar del letargo y recibir la estrepitosa alarma de la voz del salubrista, después de las protestas, las conferencias de prensa, los artículos, etc., las altas autoridades del sistema de salud empezaron a reaccionar.
Tengo una interrogante que posiblemente no tendré respuesta. ¿Si las alarmas de los salubristas no alertaran del caos, los gobiernos actuarían de oficio?, ¿o simplemente observarían cómo se hunde el barco? Tengo la hipótesis de que observarían el barco hundirse tal y como nosotros vemos la película Titanic en el cine.
Señor presidente de la República, señor ministro de Salud, señor ministro de Finanzas, señores diputados: Les pedimos que despierten sin el sonido de esa alarma, que espontáneamente se llenen las bodegas de medicina, los insumos básicos estén disponibles, los equipos viejos de los hospitales sean renovados, y todo funcione como debe ser. Queremos ver su buena intención, su capacidad administrativa, su capacidad de evitar que lleguen problemas como tener insumos en cero. Los salubristas queremos dejar de ser alarmas ruidosas, ya no queremos estar en las calles, en las redes, en las plazas gritando consignas, llenos de frustración y de sentimientos negativos hacia el letargo y ausencia del Estado, queremos dedicarnos a tratar a los pacientes teniendo todo lo necesario para brindar una digna atención.
Es imperante el cambio de actitud gubernamental, y el sistema de salud sea al fin preventivo y no reactivo, que la atención de salud esté en la agenda como prioridad de su período de gobierno. Tenemos toda la esperanza de que así sea. Sin embargo, si es necesario, volveremos a despertarlos ruidosamente, aunque les moleste el despertar.