Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Para empezar, permítanme una aclaración de la palabra colonialismo: dominación, explotación, manipulación, usurpación y apropiación indebida por el estado de tierra, recursos, población. Entonces, contario a democracia. En realidad, deberíamos de preguntarnos si hemos creado históricamente una cultura antidemocrática y por consiguiente nuestra vida pública y privada, los acontecimientos que en ellas se dan y tienen lugar, no son más que reflejos de ello. Una respuesta aceptable a este planteamiento, necesita de análisis del fenómeno social.

En nuestra vida nacional, la maldad al igual que la grandeza y la justicia, no tienen sexo, ni etnia, ni costumbre y en la lucha que se está dando entre pueblo-gobierno, resaltan en uno de los bandos tanto hombres como mujeres corruptos, causando un daño irreparable a la nación, a su multiculturalidad y heterogeneidad social y económica, con más impacto en el que padece de más pobrezas. Por consiguiente, no resulta extraño, que en ese enfrentamiento pueblo-gobierno, un nuevo grupo y viejo propietario de estas tierras, necesariamente salga en busca de una nueva Nación, y que una muchedumbre aun indecisa, actúe como espectadora.

De tal forma que, en nuestra visión social de lo nacional, nos topamos con formas plurales de organización y comunicación social, partidaria, religiosa, educativa, salubrista, económica y en todos los casos, chocantes y hasta racistas, fomentadas generación tras generación por gobiernos centralistas, que favorecen una estructura de organización social y económica incluso ambiental, de corte colonialista.

En una sociedad en tal enfrentamiento, se torna peligrosa la existencia de hombres y mujeres en que ni religión, ni principio ético, los motiva a actuar en contra de su destino actual y usan su temor, para ampararse (algunos consciente y otros inconscientemente) incondicionalmente detrás del bando tradicionalmente antidemocrático, volviéndose facilitadores de su accionar injusto, pues no atreverse a cambiar su destino y el temor y la indiferencia bajo esas circunstancias y motivos, da vigor y ánimo a los corruptos. 

De tal manera que lo modelado y confundido que observamos en lo social y la política actual, es producto de un comportamiento que se forja desde el hogar y se difunde de ahí al resto Social. Es el capricho y la soberbia, lo que guía a muchos desde la niñez, a comportamientos sin moderación alguna, que en pos de la fortuna (poder y riqueza), rompen con ética y moral. El deleite de muchas autoridades y funcionarios que tenemos, ya no está en servir y contribuir al otro; eso carece de mérito, al igual que la promesa ya no rigüe el accionar. En ese orden político y social, numeroso público, a temor de perder lo que tiene, se traga todo y calla ante la actitud del trasgresor e incluso una buena parte de él, llega a aceptar que todo decir en contra del orden existente, sea tildado de exagerado, mentiroso y al que lucha por cambiar un mundo de trasgresiones, se le tilda de rebelde, terrorista, traidor, comunista etc.

Por consiguiente, vale la pena tener claro que hemos construido una sociedad dirigida por desvergüenza, profusión y avaricia, en que el poder y la riqueza se perpetua y cuando esto rebasa ciertos límites y baja a lo local como ahora lo vemos, por más que alguien venga dotado de buena voluntad y disposición hacia lo justo, el medio bloquea tal tipo de pasión y actuar. Ante tales condiciones, cuando un grupo organizado logra pasar las vallas establecidas por el statu quo, es cuando el grupo usurpador fogosamente dominado por sus pasiones y su poder, realiza cosas aún más desmedidas y corruptas, sin reparar en nada, con tal de mantenerse.

Podemos concluir que hemos creado una República perversa, empachada de divisionismos de todo tipo, en la que la democracia solo es anhelo le viene flojo. Hemos formado una nación colonial de grupos humanos, con diferencias en lenguaje político, social y económico y costumbres en que, los menos golpeados de tales peligros, viven amedrentados y sin animarse para realizar cambio alguno. Por consiguiente, el aparecimiento de un grupo luchador, cansado de que su futuro lo depare la suerte y no su virtud y entendiendo está, como su capacidad para producir un efecto positivo útil y bueno, producto de un modelo de pensamiento y de conducta justa equitativa y verdadera, atemoriza a una multitud que teme lograr su eventual liberación, producto de su alta dependencia de sus opresores, congelando su voluntad y pensamiento, aunque su situación rechace el efecto desastroso de vivir bajo regímenes colonialistas.

 

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