Este invierno, como todos los anteriores, está demostrando el efecto de los vicios administrativos existentes, porque es obvio que los funcionarios encargados de la obra pública sienten que su “sobra” en cualquier obra de mantenimiento es muy escasa y por eso prefieren estar inaugurando trabajos que pueden ser considerados “mamarrachos” que, de todos modos, tienen muy corta duración porque fueron hechos para robar. No hay una planificación orientada y basada en las necesidades reales del país sino todo se planifica con el sobrecosto y la mordida en mente, pensando cómo se puede robar más, trabajando con los que ya están apalabrados para construir proyectos que ni son planificados ni supervisados.
El país está teniendo colapsos y no necesitamos irnos muy lejos. El departamento de Guatemala carece del anillo metropolitano, la ciudad sigue siendo la fuente principal que mueve el día a día del país, a la gente trabajadora en masa y sus accesos y salidas están con complicaciones en diversos municipios, lo que se traduce en impactos en el desarrollo humano del guatemalteco que todos los días se levanta a ganarse la vida. El cansancio, la frustración, las horas perdidas en el tráfico están afectando la salud mental de muchos.
Y lo podemos ver con el efecto de las lluvias que se producen como parte de un invierno normal, no digamos cuando hay un fuerte disturbio tropical que incrementa la cantidad de agua. Y es un fenómeno que se va reproduciendo y multiplicando a lo largo y ancho del país, porque a la mala construcción de la obra pública que responde a la corrupción se tiene que sumar la incapacidad absoluta para dar mantenimiento esencial a las obras, especialmente aquellas que no están a la vista de la población como es la red de drenajes.
Cuando el delegado de la Organización Internacional para las Migraciones recibió el encargo de realizar obras dijo que en Guatemala únicamente se hace obra que deja sobra, refiriéndose a la mordida que pagan los ejecutores y reciben los que adjudican los proyectos. Y es evidente que andar limpiando drenajes, por ejemplo, o revisando la condición en que se encuentran las carreteras, puentes, escuelas y hasta hospitales, no produce las utilidades que se pueden obtener fácilmente en esos nuevos proyectos de muy corta duración, pues permiten usar materiales de la calidad que sea y en cantidades desconocidas, únicamente para “lograr entregar” y cobrar”.
Lo grave es que la extensión de la corrupción es tal que afecta a todos sus habitantes, como lo vemos con el continuo cierre de rutas indispensables para la comunicación y el hundimiento que ocurre en distintos sitios y jurisdicciones. Es urgente cambiar la mentalidad de la función pública y los ciudadanos tenemos que ser exigentes con las autoridades para forzar a una política de sana inversión y de mantenimiento de la obra ya realizada. De lo contrario, la fiesta sigue y la piñata termina llenando maletas como aquellas que se encontraron en la Antigua Guatemala.