John Carroll
Nuestro atribulado proceso electoral está por reactivarse completamente después de un breve respiro de 20 días en los que las aguas han estado calmadas si los comparamos con las últimas dos semanas antes del 6 de septiembre cuando se celebró la primera vuelta electoral de donde salimos con dos opciones que a decir verdad dan pena. De cualquier manera, será la situación actual, con estos dos candidatos la que tendremos que enfrentar dentro de unas semanas para decidir quién será nuestro próximo Presidente.
Será necesario mantener la presión social para que los cambios deseados se vayan alcanzando en el Legislativo ya que solo estos cambios nos dan la posibilidad de ver una transformación real. Debido a que la sociedad guatemalteca se organiza en forma de Estado y la funcionalidad de nuestro aparato rector depende de fondos para funcionar, una de las tareas asignadas en nuestra Constitución a distintos funcionarios y entes es la del presupuesto de la nación. Por años he pregonado que lo que necesitamos es cambiar nuestro sistema de cálculo de presupuesto para que este responda a la única realidad que debe de responder un presupuesto que es a los ingresos esperados para destinar al gasto.
No cabe duda que la mayor influencia de nuestro corrupto sistema político es el acceso a esos 70 mil millones de quetzales anuales por lo que se hace necesario desbaratar por completo los compromisos internos de gasto adquiridos para reestablecer prioridades. Nunca saldremos del atolladero si no limpiamos la mesa y soltamos las ataduras del presupuesto. Dejando fuera las obligaciones financieras del Estado, hay ataduras de gasto comprometido de orden constitucional y las hay también de orden político y son estas ataduras las que debemos romper para poder disponer de nuevo de los miles de millones que entregamos al gobierno fruto del trabajo de los guatemaltecos.
Primero se hace necesario dejar de gastar más de lo que recaudamos inmediatamente y eso solo se logrará aprobando una ley de presupuesto balanceado. Si no se quiere arrancar la curita de una vez por todas para evitar la convulsión social, al menos debiéramos de plantearnos un plan de 5 o 10 años que nos permita balancear el gasto paulatinamente.
En segundo lugar podríamos revisar el presupuesto rubro por rubro para romper los acuerdos políticos con los sindicatos que nos vuelven tremendamente ineficientes y que han sido establecidos en diálogos políticos con personajes que en realidad no tienen representatividad. Titánica tarea para los gobernantes de turno, pero posible al fin con el apoyo popular. El pueblo será el mejor aliado de aquellos funcionarios que decidan con hidalguía aguantar los tomatazos de aquellos interesados en guardar el estado actual.
Cualquier acción política que se tome para seguir estos pasos requiere de mucha valentía pero además requiere de un buen timing y sospecho que la coyuntura electoral y las tensiones políticas del momento no nos sitúan en el mejor momento por lo que habrá que trabajar arduamente durante el año venidero para lograr los cambios en la siguiente aprobación presupuestaria.