-Quiero hablarte. Hay un tema en el ambiente, drogas y todo eso; y te pregunto porque sé que sos alcohólico. Aunque nunca te he visto beber.
-Si, soy uno que no bebe, llevo bastantes años sin hacerlo.
-No tiene lógica no beber y seguirte llamando alcohólico entonces.
-Te aseguro que sí. Es algo que no está muerto, es como un monstruo que está al acecho, esperando que le dé la ocasión. Estoy seguro de que, si me descuido y caigo en algún tipo de desesperación, lo más probable es que vuelva a beber, es como mi talón de Aquiles o mi forma de encontrar algún tipo de alivio.
-No te entiendo.
-Todos tenemos formas personales de enfrentar las cosas. La tensión, la presión, la frustración; o si querés, la rabia o el miedo y también los resentimientos. Imaginá cuántas cosas pueden movernos interiormente, y a algunas de ellas ni siquiera las podemos reconocer fácilmente.
-Pero así somos todos, y no todos bebemos por eso.
-Como te dije, cada uno tiene sus formas, o sus hábitos si querés verlo así. Tal vez es algo que ya se trae, pero no tiene por qué ser un destino. Todos podemos aprender a ser responsables de nuestros actos; la vida, la experiencia y la aceptación son el camino para lograrlo.
-Y a vos, ¿para qué te sirve beber?
-Ahora mismo para nada, por eso no lo hago.
-Pero ¿para qué te servía?
-Para evitar la vida seguramente. Pero sé que hay otras formas que sirven también para evadirla, como gastar dinero absurdamente, acumular información como erudito, caer en la promiscuidad o irse de cabeza en una religión; todo para no atender lo que se debe.
-Pero todo eso no es tan malo como beber.
-Claro, tenés mucha razón, y te voy a decir que paradójicamente esa fue mi fortuna. Tener una forma tan ruidosa y desagradable, un pésimo hábito que me hizo sentir la urgencia de buscar alguna solución. El alcoholismo es social e íntimamente muy vergonzoso y le duele mucho a los que te quieren.
-Si, cualquier alcohólico es tan impredecible y desagradable.
-Justamente. Solíamos bromear con amigos, que el alcohol está hecho con sangre de cinco animales. La primera que hace efecto es la de mono, cuando se comen muchas manías al empezar a beber. La segunda es la sangre de pavo real, esa es cuando solo se habla de uno mismo con vanidad y grandiosidad. Después la sangre de cordero, en ese momento los bebedores se quieren, se llaman hermanos, se abrazan. A continuación, es la sangre de lobo, y es cuando surge la agresividad y las peleas que pueden llegar a ser muy violentas. Finalmente hace su efecto la sangre de cerdo, cuando el borracho se revuelca en sus excreciones.
-Qué terrible esa imagen.
-Cualquier cosa que sea compulsiva termina siendo terrible a la larga; solo revela angustia y es desproporcionada en la búsqueda de algún alivio. Pero hay algunas que son socialmente bien vistas o pasan desapercibidas, y quien las tiene puede creer que no son tan malas o que se puede vivir con ellas, incluso que le traen algún beneficio, como podría pensar un trabajólico o un altruista redomado. Pero igual les puede pasar a todos como al alcohólico. Al principio la gente te quiere entender, luego te tolera y finalmente te rechaza. Son conductas que te aíslan, que no te permiten congregarte.
-Pero vos igual lo hacías, y eso que lo entendés.
-Por mucho tiempo sí lo hice, pero no lo tenía tan claro entonces. Hasta te puedo decir que nunca hablaría mal del alcohol, me ayudó a sobrellevar muchas cosas cuando no contaba conmigo para vivir. Por eso te digo, el alcohol era solo un síntoma que yo tenía; el problema era yo.
– ¿Y ahora qué hacés?
-Vivo sin beber, y voy a enfatizar que vivo y me atrevo a la vida con lo difícil que es. Ya no quiero ser víctima de mi propia importancia, ni esclavo de las vanidosas pretensiones de mi orgullo.
– ¿Orgullo? ¿de qué?
-Te voy a contar una anécdota. Cuando acababa de dejar de beber, me encontré en un supermercado con las estanterías del licor que allí vendían, y rompí en un llanto profuso. Te juro que no lloraba porque no podría volver a beber, sino por la rabia que sentía, porque había algo que no pude controlar y que me había vencido. A eso le llamo orgullo, en este caso un orgullo herido.
-Eso estuvo fuerte. ¿Y cómo se logra combatir al orgullo?
-No creo que haya una forma. En mi idea de las cosas creo que hay que aprender a caerse bien, y no exigirse tanto para no decepcionarse y autorreprocharse inútilmente con culpas que no vienen al caso.
-Qué difícil.
-Si, pero es útil para combatir la inseguridad y la inestabilidad emocional que acumulan tanta tensión y ansiedad, cargadas de preocupación.
-Eso sí creo que nos pasa a todos, al menos a mí me cuesta estar satisfecho conmigo mismo, y me pasa con cada cosa, al punto de querer ser perfeccionista. Siempre me estoy comparando con otros en mi contra y hasta idealizando cosas o personas que creo que logran el nivel que yo no me veo.
-Hasta parecés gente; eso es bastante humano. No estamos acostumbrados a ser humildes, quiero decir realistas y reflexivos, y eso hace que nos persigamos y nos castiguemos como si lleváramos un policía dentro.
– ¿Y qué se hace con eso?
-Hay que tratar de serenarse porque no se puede tener el control de todo. Además, nada es tan trágico y voy a decirte que al final, se sufre mucho por problemas imaginarios y miedos que nunca se van a cumplir.
-No es nada fácil eso te voy a decir; nadie quiere sentir que no puede, como me contaste hace un rato, cuando me dijiste que habías llorado de rabia.
-Así es, pero hay que intentarlo. Con práctica todo tiende a hacerse mejor.
-Otra cosa que me pasa es que me voy mucho de boca y con nada.
-Las primeras impresiones entusiasman, pero siempre traen falsas percepciones. Te juro que es una gran cosa cuando se aprende a decir que no, aunque se tengan muchas ganas de decir que sí. Es escoger lo correcto, aunque te duela, solo para prevenir algo que no querés que pase; no tiene por qué ser agradable. Se necesita estar muy atento para eso, y renunciar a ser un niño que a todo dice que sí.
-Pero hay presión de la gente, eso no me lo podés negar.
-Claro que no, pero la gente solo reacciona, ni siquiera actúa de manera personal. Eso sí, aléjate de personas tóxicas; toda esa gente que solo se sienta como espectadora a observarte y se siente en el derecho de juzgarte sin ninguna empatía. Tu misión en la vida no es convencer a nadie, ni demostrar cuanto valés. Es demasiado tiempo perdido, principalmente si tomás en cuenta que pronto vamos a morir, como todos los humanos.
-De acuerdo, voy a tratar de poner atención para descubrir a qué cosas me aferro cuando me angustio, y voy a tratar de cambiarlas.
-Eso precisamente, no le tengás miedo al cambio. Estoy seguro de que dentro de cada uno de nosotros hay nuevas y mejores opciones, y de que no dejaremos de crecer hasta el día en que nos toque morir. No tiene caso querer aliviar el dolor solo lastimándose, o lastimando a otros. Tratá de no engancharte con lo que no es importante, y procurá no hacer cosas que ofendan a tu alma. Y que nunca se te olvide esto, no se puede curar el alma a través de los sentidos.
-Gracias papá por ponerme atención, y por enseñarme tu vida. Te quiero.
-Gracias a vos mijo, por quererme y tenerme tanta paciencia; te quiero mucho. Mejor vení y dame un abrazo.