Los recién nacidos, los lactantes, los traviesos niños, los rebeldes adolescentes, los idealistas que no llegan a 18 primaveras no pueden votar por razones obvias. En cierta forma ello es injusto porque los efectos de las elecciones actuales las van a sentir ellos. Ellos van a ser los principales destinatarios. Ya sea que gocen de las mejoras que se van destilando de una sana democracia o bien sufran las sacudidas de una política manoseada, servil, parasitaria. Nosotros, los adultos, y con mayor razón los “más adultos” ya estamos vacunados contra la indolencia y la corrupción, ¡qué jodidos! hemos crecido un cuero de elefante y estoicamente aceptamos los atascos del tráfico; el colapsado transporte público; las medicinas caras; las enfermedades crónicas y muertes prematuras; la paupérrima infraestructura de carreteras, puertos y aeropuertos; la deficiente educación que se imparte a nuestros niños; la maltrecha nutrición de nuestros niños, futuro de la patria; el pésimo servicio público; etcétera.
También, con los años que tenemos, hemos contemplado, cada cuatro años, la mascarada electoral que disfraza una democracia de cartulina que pocos beneficios reporta a la ciudadanía (por cierto, nos sale “cara” nuestra democracia, millones se gastan). ¡Votar por el menos peor! ¡Votar a puro tubo por alguno de los que se postulan! Todo un mecanismo finamente elaborado que repele a la gente buena y atrae a los oportunistas.
Voto nulo. Es una buena opción del votante, dada la pobre oferta electoral que se nos presenta, sin embargo tiene “trampa”. Para que “triunfe” el voto nulo debe obtener la mitad más uno de los sufragios efectivos. En caso de “triunfo” se repetirán las elecciones. ¿Y qué? ¿Qué se gana? ¿Tiempo? ¿Gastos? ¿Mayor zozobra? La evidente “sanción moral” les viene del norte a los partidos. Ahora bien, los tres candidatos punteros mantienen un “voto duro”, convencido, engañado, comprado, aborregado, condicionado, (como quieran). Un 15% cada uno, nos suma 45% de votos ya comprometidos. Por su parte, los 19 partidos consortes, varían en la intención de voto (algunos 3 o 5% pero muchos menos del 1%). Asumamos que tienen un voto gravitacional de 1% cada uno. Esto nos lleva a un total de 64% que deja un espacio reducido, un 36%, para el voto nulo.
Por mucho que en círculos de ciudadanos bien intencionados se promueva el voto nulo siempre habrá, afuera, incondicionales de ciertos partidos que “agradecerán” efusivamente ese voto nulo por cuanto los votos acarreados van a decidir la elección. En otras palabras, el voto de alguien, ingenuo o mal intencionado, que se va tras las promesas de empleo público, bolsas de alimentos, entrega de dinero, de vivienda, de láminas, de computadoras, etc. En resumen: “Vote nulo que los acarreadores se lo agradecerán por los próximos cuatro años.”
Voto en el extranjero. Los migrantes son los hijos expulsados de la patria. Quieren mantener el cordón umbilical que los une con su tierra. Su cordón de plata. La incorporación al voto es buena intención pero no suficiente. Escuchaba a los líderes migrantes, Ben Monterroso y Juan Pocasangre quienes se quejaban de la poca atención que les han brindado y el poco entusiasmo que ha despertado. En todo caso es claro que no van a votar por su distrito, ni listado nacional, ni de alcalde (¿de Chicago?). Solamente de presidente. Muy bajo el nivel de empadronamiento. Mucho riesgo de aparecer en público. Distancias largas que deben cubrir y muchos trabajan en domingo. Los migrantes prefieren que ese dinero se utilice en mejorar los servicios consulares.
Boletas. Todo votante recibirá cinco papeletas. De entrada, descartemos a la del Parlacén (¿alguien dijo “barlacén”?) en la que muchos vamos a votar nulo. De las cuatro que quedan, la rosada es la del alcalde municipal y sus concejales; que cada quien revise la lista local de los candidatos al Concejo. Sigue la boleta de presidente en la que ya se tiene criterio establecido y no se necesita información adicional. Quedan las dos boletas que quiero resaltar: la de diputados a nivel nacional y de diputados del distrito. Es en estas dos últimas donde el elector debe poner atención. Revisar las listas. ¿Quién va de primero? O en qué lugar colocaron al candidato tal para votar por él o lo contrario, para negarle un voto que no merece.
Por eso, cuando vote, piense en esas nuevas generaciones.