Alfonso Mata
La enfermedad es solo parte de la salud
Hay algo que ni la gente ni los políticos acaban de convencerse: el problema de la salud no son solo las enfermedades y sus manifestaciones, lo son sus causas y causales. Instalada una enfermedad, esta tiene consecuencias y produce y pasa factura actual y futura, biológica, fisiológica y psicológica al padeciente, e incluso a veces a sus allegados próximos. De tal manera que viene a ser fundamental en cualquier programa de salud tratar la enfermedad y evitar sus consecuencias, pero también evitar su aparecimiento. Acción esta última de cinco estrellas.
Por consiguiente, antes de hablar en ¿Cómo podrían inversiones políticas y financieras en este campo, transformar el bienestar de la vida guatemalteca? necesitamos hablar de un entorno político y científico, que debe encajar a través de sus inversiones reales, con la ejecución de políticas de salud destinadas a proteger a la ciudadanía de los causales que atentan contra la misma.
Fuente: MSPAS. Cuentas Nacionales y Economía de la Salud, diciembre de 2015.
Sin impulso científico, el sistema de salud cojea
Lo primero que debemos tener en cuenta al analizar el entorno político social de la salud, es que los gobiernos guatemaltecos, nunca han sido favorecedores del impulso científico, como un tema central de trabajo del sistema de salud; incluso algunos de ellos, han visto los centros universitarios como sus enemigos. El logro de la autonomía universitaria fue un éxito para la USAC, para el trabajo de esta como institución y para la formación de sus egresados; pero eso no se ve plasmado en lo social, ni en la acción gubernamental, ni en la privada, como debiera de suceder; si en y como herramienta política y de beneficio institucional e individual. No contamos por ejemplo, con un plan nacional de un uso racional y científico de recursos naturales, ni de seguridad alimentaria y producción agrícola, ni de explotación de recursos mineros, ni de seguridad social universal o de organización social, que son las carencias en donde se reproducen los causales de la inseguridad salubrista. No somos un país, pese a nuestra producción de profesionales, que sea impulsado ni por la ciencia; ni tan siquiera por el núcleo del conocimiento.
De tal manera que el Estado guatemalteco, aunque dio un paso adelante a través de leyes, en torno a algo que consideraba absolutamente esencial como garantizar la seguridad alimentaria, el derecho a la salud y el bienestar social; esas leyes y mandatos, no se han podido plasmar en programas y en la implementación de acciones correctivas adecuadas que mejoren el bienestar de la mayoría de personas, mostrando con ello y con claridad, el divorcio entre políticas y conocimiento. Veamos unos ejemplos de situaciones que desfavorecen el estado de salud.
⦁ En el campo agrícola, pese a los avances nacionales e internacionales técnicos y científicos, y a pesar de tener acceso al conocimiento para poder hacerlo, hemos sido incapaces de convertirnos en una Nación agrícolamente abundante y más creativa en diversificación y calidad agrícola; carecemos de una agricultura impulsada científicamente y con mayor seguridad alimentaria. En consecuencia, más de la mitad de nuestra población ve limitada la disponibilidad y el acceso a una alimentación adecuada.
⦁ En salud, tampoco contamos con acciones adecuadas. Nuestra epidemiología evidencia con claridad, un caos en cuanto a control de enfermedades. Hemos construido redes de laboratorios, hospitales, centros y puestos de salud, unidades de investigación, para atacar a ese tigre que es la enfermedad, pero ni tan siquiera lo tenemos agarrado por la cola y sigue devorando a gran cantidad de personas de los niveles socioeconómicos (más de la mitad de la población) más necesitados.
⦁ En el campo social, el accionar general del gobierno es deficiente, pues no solo las acciones gubernamentales en cuanto a reducción de brechas sociales y económicas entre grupos sociales resultan insuficientes, sino que sus prestaciones a grupos más necesitados son insuficientes y están mal orientadas.
⦁ Tampoco se divisa en el horizonte político o social, formas para poder mantener las pocas ventajas que hemos ganado en la atención a la problemática agrícola, alimentaria y en la equidad social; más bien vemos sin preocuparnos, como todo ello acarrea entre otras cosas, un deterioro ambiental progresivo.
⦁ Cuando hablamos de salud, centramos aun la atención en la curación y muy poco e inadecuadamente en la prevención, como demanda el control de las enfermedades, ya que no hemos logrado desarrollar un sistema nacional de salud que realmente se convierta en algo fundamental para atacar nuestros problemas de salud.
De tal forma que cultivamos una epidemiología nacional en nuestro territorio, que es un espacio en que todo tipo de enfermedades y males se suceden y pueden suceder, sin que se pueda proteger los intereses de salud de la mayoría de la población. Tampoco logramos avanzar en la búsqueda-implementación de conocimiento, para atajar los factores ambientales y sociales que dan ventaja a las enfermedades sobre la salud.
Evolución de las tasas de mortalidad de las enfermedades crónicas no trasmisibles e infecciosas.
Fuente MSPAS Guatemala 2019. Datos mortalidad INE
Ante tal panorama, el cambio que necesitamos en el sistema nacional de salud, no solo tiene que ver con consideraciones prioritarias de decisiones políticas y sociales, sino también con financieras, organización e innovación tecnológica, capacidad de fabricación constante de procesos integrales, que abarquen la previsión, prevención, promoción, atención, recuperación y rehabilitación, con habilidad constante para mantener lo mejor, en todos esos aspectos que demanda la atención de la salud de las poblaciones.
La enseñanza universitaria: punto clave para la trasformación del sistema de salud
En el territorio nacional, vive más de un cuarto de millón de profesionales cuyo trabajo no ha tenido los efectos esperados transformadores y duraderos para un mayor y mejor bienestar general de la población. Desde 1986, una persona profesional es electa como presidente. De igual forma lo son sus ministros y altos funcionarios. Sin embargo, las equidades y los resultados sociales alcanzados son pobres. El Congreso alimentado también con profesionales, tampoco es de lo mejor en reforma social y vigilancia de su cumplimiento. La justicia está cargada de profesionales que imparten una justicia carga de injusticias y errores.
En resumidas cuentas, las universidades no se han convertido en elementos fundamentales y transformadores de realidades positivas nacionales. De manera y solo en forma de un ejemplo para reforzar lo dicho podemos advertir que Guatemala, siendo un país eminentemente agrícola y además ricamente para sacar mayor provecho en ello, desde la época colonial, pudiéndola tener, ha carecido de seguridad alimentaria. Además de eso, la innovación nacional agrícola que ha ido creando ciencia y tecnología, no es despreciable y ha sido impulsora de éxitos productivos e industriales, pero de beneficios limitados a unos pocos, constituyendo esto, un ejemplo del divorcio entre ciencia y política con un resultado desequilibrante: evolución económica, sin evolución social y con daños ambientales. Condiciones todas propiciadoras de falta de salud en buena parte de la población.
Sin unión de sectores y acciones, no hay esperanza
Queda pues claro que ni el sistema político, ni el social, ni el universitario, han sabido generar y compartir e implementar conocimiento aplicativo que impacte en el bienestar de la nación y sus ciudadanos. No han sabido y no han querido sumar recursos y responsabilidades para resolver los problemas sociales que nos aquejan desde hace décadas. No hemos podio entender y concientizar, que para trasformar la nación, se necesita establecer mecanismos que permitan una ventaja colectiva en el conocimiento compartido y su aplicación. Una ventaja colectiva que involucre la formación compartida; la experiencia y praxis compartida. Esa forma de actuar, ha limitado el cumplimiento de lo que dicta nuestra Constitución en relación al “Bienestar general” y cabe entonces preguntarnos y ¿qué significa eso de bienestar? Y entonces indagamos qué tiene que ver con la seguridad alimentaria, educativa, salubrista, ciudadana y ambiental. Significa un aseguramos de que la ciudadanía nunca tenga que vivir sin lo que va a necesitar para cada aspecto de su vida diaria: agua potable, aire limpio, manejo adecuado de todo tipo de desechos, seguridad social, física y ambiental, acceso a servicios públicos. Como un ejemplo de ello, en materia de seguridad alimentaria, cada agricultor individual podría ser un mejor agricultor debido al conocimiento y al acceso tecnológico colectivo. Y luego, a partir de eso, se desarrollarían industrias alimentarias que no tengan de base privilegios y monopolios y una política laboral que permita acceso al trabajo, salarios dignos y justamente remunerados; entonces podríamos hablar de seguridad alimentaria; de un gobierno facilitador del acceso al conocimiento colectivo, de universidades productoras de ciencia y tecnología. De unos conocimientos básicos de los que todos pueden beneficiarse. Eso hace grandes a las naciones.
Por consiguiente necesitamos modelar una relación sólida entre gobierno, sociedad, universidades e institutos de investigación, con disponibilidad nacional. La gran pregunta es cómo impulsar esa innovación que no puede seguir esperando. Si seguimos dejando que la producción de la salud se produzca en el mercado y no dentro de la política y la organización social, podemos seguir esperando una producción de necesidades insatisfechas y de ello un congestionamiento en la solución de los problemas nacionales de salud y una continuidad de las enfermedades.