Juan Fernando Girón Solares
QUINTA PARTE
La secuencia de acudir en cada uno de los viernes de la santa cuaresma se interrumpió para Nicolás al llegar el quinto fin de semana, pues en esta oportunidad su asistencia al exterior del recinto sagrado para acompañar a la solemne velación, se efectuó no en día viernes sino en el último día de la cuarta semana. Era sábado, y con más precisión, el QUINTO SÁBADO, día que desde hacía muchísimos años, el devoto músico lo reservaba para encaminarse hacia el templo de SAN FRANCISCO EL GRANDE, de la hermosa ciudad de la Antigua Guatemala, escenario en el cual se desarrolla la solemne velación anual de la Venerada Imagen de la Santísima Vírgen de Dolores de la tan visitada por propios y extraños, Iglesia Franciscana. Y no es para menos, allí guardan reposo los restos del Hermanito Pedro de San José de Bethancourt, el Santo de Guatemala.
La velación de aquella imagen de la dolorosa, siempre ha tenido un no sé qué para nuestro personaje. De pronto, porque desde muy niño, acudía con su santa madre quien ahora está en el cielo, para acompañarla en su solemne procesión, que por aquellos años iniciaba a las cuatro de la tarde del día Jueves Santo, en plena semana mayor, y no se desfilaban hasta que el cortejo retornaba a su templo, cerca de las once de la noche, para luego pernoctar en el portal de las panaderas, y muy temprano estar listos para la agotadora pero fervorosa jornada del día siguiente.
La plazuela de San Francisco el Grande, allá en la Antigua Guatemala, le gana por mucho a la del resto de templos religiosos de la Ciudad Colonial. Y para Nicolás, llegar a aquel lugar en horas vespertinas, y tocar su sencilla música en honor a la Virgencita, contemplando la amplitud del sitio, era como abrir una ventana en el tiempo, que de manera instantánea le recordaban los innumerables comercios que siempre han existido en las afueras de aquel recinto religioso. Siendo inevitable pues, la llegada de recuerdos procedentes de su niñez, por su mente desfilaron con cariño las postales de las ventas de juguetes, de globos, de dulces típicos y chupetes, de artículos religiosos y de tantas otras bonitas cosas que siempre se robaban más que la atención, la verdadera admiración de los niños.
Termina el viaje al pasado, y luego de traspasar el dintel principal de la puerta, allí esta su Virgencita querida de Dolores, en solemne velación, en medio de un hermoso telón que alude a una de las siete palabras de Nuestro Señor en la Cruz: MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO… HIJO AHÍ TIENES A TU MADRE, acompañada del apóstol San Juan el Evangelista. Complementan el altar de velación, la alfombra, el huerto, las canoas de corozo, las aves y hermosas flores naturales. Y como en anteriores velaciones, al caer la noche y darse inicio al concierto de marchas fúnebres, llega la ocasión perfecta para tomar un respiro y degustar alguna exquisita vianda, de las muchas que se venden en los alrededores de estas actividades devocionales.
Con el apetito y el cansancio de aquellas horas, siempre era un deleite para nuestro protagonista, el contemplar las ventas de panes con pollo o con chile relleno; de tostadas con salsa, frijoles o guacamol coronadas de cebolla, perejil y queso; de tacos, dobladas de queso o de chicharrón; de los vasos de atol de elote o atol de maza, del incomparable “batido” propio de la época, de elotes asados o cocidos con mayonesa, mostaza y salsa de tomate coronados igualmente con queso seco espolvoreado; de dulces típicos; de empanadas de leche; de los molletes o torrejas así como de las manzanas caramelizadas con anicillos; y qué decir de las bolsas de churros, de plataninas o de poporopos; y en los últimos años, aunque no sean comidas antigüeñas, de las sabrosas pizzas y de los famosísimos “shucos” que desbordan su contenido de guacamol y repollo.
Sin embargo, de todas estas vendimias, la que goza de la absoluta preferencia de Nicolás, es la que la gentil dama oriunda de la aldea Santa Ana, doña Olga Vacaro, cuyo nombre comercial es “CHURRASQUITOS OLGUI”, quien con su familia hacía las delicias de los asistentes a cada evento religioso, luego de la correspondiente visita espiritual. Y no era para menos. Las tortillas con carne o con longaniza, acompañadas con frijolitos, repollo, salsa de tomate o de chile, las piezas de pollo asado, y últimamente unos exquisitos panes conocidos como “búfalos” eran algunas de las viandas que aquel devoto esperaba con mucho cariño e ilusión. En general, el puesto de doña Olga se distingue de las demás ventas, por la nutrida cantidad de gente que lo rodea y espera pacientemente ser atendido y dispensado de aquellas delicias. Los integrantes de la familia Vacaro, utilizan una gorra de color blanco para identificar su negocio, y en medio del humo que expiden sus parrillas, y del exquisito aroma de aquellos alimentos cocinados con cariño y profesionalismo, siempre tienen una amplia sonrisa y comedimiento para atender a sus acostumbrados comensales.
El humilde habitante de Santa María de Jesús, con su tamborcito en la espalda y el tzijolaj en sus manos, esperaba pacientemente su turno, en el instante preciso en que dos asiduos clientes del puesto de deliciosa comida degustaban una exquisita tortilla con carne, le abordaron con admiración.
- Pase adelante querido amigo. Ahí lo vimos y escuchamos tocando su tzijolaj. Muy bonito, lo FELICITAMOS muy sinceramente. ¡Usted le da un sabor especial a todas las velaciones!
Fue lo que le dijo su interlocutor, el más bajo de ambos en tono sereno y respetuoso. El otro un poco más alto, simplemente le sonrió y le dio unas palmaditas en la espalda, como un gesto de amistad y a la vez de profunda admiración y gratitud.
Nicolás, un tanto avergonzado y al mismo tiempo gratamente sorprendido, se sonrojó y solamente alcanzó a decir:
- Muchas gracias ¡lo hago con amor y agradecimiento a Dios! …
Doña Olga se dirigió al primero de sus queridos clientes, y le preguntó:
- ¿Qué otra cosa va a querer que le sirvamos don Milton?
A lo que este último, en forma alegre y decidida le respondió:
- Para mí, otra tortilla con carne pero al rato, por favor doña Olga. Queremos con mi amigo invitar al Señor, como un gesto de gratitud por el trabajo que él con tanta devoción siempre hace. Le puede servir un plato de pollo a la parrilla, con frijolitos, repollo y sus sabrosas tortillitas, por favor ¿?
El humilde músico agradeció muchísimo aquel gesto de estos dos amigos, que aunque los había visto entrar a casi todas las velaciones, en realidad eran extraños pues ignoraba sus nombres. Lo que sí era cierto, es que al compartir bondadosamente la comida que habría de ingerir a aquella hora de la noche sabatina, le permitiría disfrutar de un alimento que le supo a un verdadero manjar, ya que disfrutó de su “pollito” con acompañamientos bocado a bocado, disfrutando de una refrescante gaseosa, lo que continuaría con una humeante taza de barro conteniendo un exquisito batido.
Terminada su cena, Nicolás le agradeció ampliamente a aquel gentil hombre la invitación a sus sagrados alimentos, despidiéndose de los integrantes de aquel grupo, para retornar al área contigua a la puerta principal de San Francisco, y estar atento para cuando finalizare el concierto, volver a la carga con el incomparable sonido devocional que emanaba de sus autóctonos instrumentos de música de circunstancia.
De cierto es que no debe perderse de vista el objeto principal de las manifestaciones de la religiosidad popular, como lo es elevar el espíritu a Dios; pero tampoco puede dejarse de lado una realidad social latente de nuestra querida Guatemala, y es la valiosa oportunidad para muchas personas y familias que honradamente con su esfuerzo laboral, aprovechan estas actividades de forma legítima, para percibir ingresos que les sirvan para llevar el pan a la mesa de sus familias. La Cuaresma y Semana Santa, constituyen cada año, un motivo adicional de bendición para esta cantidad enorme de hogares que subsisten en parte, por el producto de sus ventas. ¡Bendito sea Dios por eso!
Y así, concluida la tradicional velación del QUINTO SÁBADO de cuaresma, la misma poco a poco estará llegando a su fin, y con ella la llegada de una semana santa más, en la Antigua Guatemala. Nicolás se prepara como todos, para vivirla con intensidad…