Al maestro Mario Aníbal González, intelectual visionario, in memoriam.
A un año de iniciadas las hostilidades en Ucrania, China irrumpe en el escenario geoestratégico europeo con un plan de paz de doce (12) puntos, que impacta en todos los actores del conflicto. Más allá de la viabilidad del plan de paz, lo más relevante es que China, como potencia económica y militar, decide tomar acción directa en un conflicto en el que se gesta la desintegración del orden internacional creado al final de la Guerra Fría, con un alto costo en los ámbitos político, de seguridad y defensa mundiales.
Es claro que Rusia ha violentado el orden legal internacional al atacar a Ucrania, pero su gobierno alega que lo hace en legítima defensa. Desde el punto de vista geoestratégico, el trasfondo es que la OTAN ha ignorado los convenios que limitaban su expansión hacia Rusia, y si Ucrania se integra a la alianza militar, los misiles de EE. UU. estarán a siete minutos del Kremlin. Ante esta realidad Rusia impulsó la operación militar especial, y el riesgo es una tercera guerra mundial, donde toda la humanidad sufriría por una guerra sin sentido.
Durante un año China se mantuvo expectante, pero ahora ha incursionado en el conflicto, presentando una propuesta de paz de doce puntos, que resumimos a continuación, apostando por el diálogo y rechazando la solución militar de las controversias.
1) Respetar la soberanía, la independencia y la integridad territorial de todos los Estados, observando los principios universales del derecho internacional y de la Carta de la ONU.
2) Renunciar a las concepciones de la guerra fría. La seguridad de un país no debe lograrse en detrimento de otros.
3) Detener las hostilidades y lograr un alto al fuego comprehensivo.
4) Reanudar las negociaciones de paz. El diálogo y las negociaciones son la única forma de resolver la crisis en Ucrania. China seguirá desempeñando un papel constructivo en este sentido.
5) Resolver la crisis humanitaria, observando los principios de neutralidad e imparcialidad en cada operación, delegando en la ONU la coordinación de la ayuda humanitaria a las zonas de conflicto.
6) Los contendientes deben respetar el derecho humanitario, no atacar a civiles ni infraestructuras no militares, proteger a las mujeres, niños y otras víctimas, respetar los derechos de los prisioneros.
7) Garantizar la seguridad de las centrales nucleares, respetando el derecho internacional y apoyando la labor de la Organización Internacional de la Energía Atómica, para preservar las instalaciones que hacen posible el uso pacífico de la energía atómica.
8) Disminuir los riesgos estratégicos, impidiendo el uso del armamento nuclear. China se opone a cualquier investigación, fabricación o uso de armas químicas y biológicas por cualquier país y bajo cualquier circunstancia.
9) Contribuir a la exportación de cereales. Todas las partes deben cumplir el pacto de los cereales suscrito en Estambul y respaldar el relevante papel que juega la ONU en este sentido.
10) Cesar las sanciones unilaterales, que crean más problemas e incrementan las tensiones.
11) Apoyar la estabilidad y el funcionamiento de las cadenas de producción y suministros, evitando que la crisis afecte la cooperación internacional en materia de energéticos, finanzas, alimentos y transportes.
12) Contribuir a la reconstrucción postconflicto. China está dispuesta a desempeñar un papel activo y constructivo en la tarea de reconstruir las zonas de conflicto al terminar éste.
El plan de paz chino no precisa de qué manera se podría detener las hostilidades y reanudar las negociaciones de paz, considerando que Kiev pone como condición previa que Rusia retire por completo sus tropas de todo su territorio, mientras Moscú exige que Ucrania reconozca la pérdida de al menos 20 por ciento de sus tierras.
Aunque la hoja de ruta propuesta por China entraña un camino cuesta arriba, el peso geopolítico de la potencia oriental obliga a las partes a considerar su implementación. «Cualquier intento de desarrollar un plan que ayude a transferir el conflicto a un curso pacífico merece atención. Tratamos el plan de nuestros amigos chinos con gran atención», señaló el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, en una conferencia de prensa en Moscú.
Del otro lado de las trincheras, el consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, dijo a la cadena CNN que el documento «podría haberse detenido en el primer punto», porque «la guerra podría terminar mañana si Rusia dejara de atacar a Ucrania y retirara sus fuerzas».
Del lado ucraniano, el asesor del presidente Zelensky, Mykhailo Polodyak, consideró que la iniciativa de China, en caso de llevarse a la práctica, “congelaría la guerra y conduciría a la derrota de Ucrania”.
Más allá de las declaraciones políticas y los debates en los foros internacionales, hay que considerar las posturas estratégicas de los bloques político-militares. En junio de 2022, la OTAN celebró en Madrid su 32ª Cumbre, marcada por la invasión rusa a Ucrania, teniendo como tema central la redefinición de la estrategia de la Alianza Atlántica. En ese contexto, la OTAN definió que: “Las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de la República Popular China (RPC) ponen en peligro nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores. La República Popular China emplea una amplia gama de instrumentos políticos, económicos y militares para ampliar su presencia en el mundo y proyectar poder, al tiempo que mantiene la opacidad sobre su estrategia, sus intenciones y su rearme militar”.
Inmediatamente China arremetió contra el nuevo Concepto Estratégico atlantista, al que calificó de estar «sesgado ideológicamente» y de «ser propio de la Guerra Fría», y prometió «respuestas firmes y enérgicas» a todo acto que, a su criterio, «socave» sus intereses.
Desde las filas del núcleo duro de la Federación Rusa, Dimitri Medvediev, subsecretario del Consejo de Seguridad de Rusia, ajeno al debate de la propuesta china, lanzó el pasado viernes en las redes sociales este mensaje en favor de continuar la guerra:
“Es fundamental alcanzar todos los objetivos de la operación militar especial, alejar hasta las fronteras más remotas posibles, aunque sean las de Polonia, todo lo que pone en peligro la seguridad de nuestro país, y destruir el neonazismo hasta los cimientos”.
La humanidad ha entrado en una crisis civilizatoria que abarca todos los ámbitos; somos un cuerpo convulso cuyo ombligo está en Ucrania, y no sabemos si de la convulsión saldrá un engendro o un nuevo orden mundial más justo, más equitativo, más libertario y más humano. De nosotros depende.