Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera

Lo del conflicto entre Rusia y Ucrania (y colaboradores explícitos o implícitos) pareciera como si no tendrá final mientras todo se resuelve en un si me agredes yo te agredo más (y con más ayuda y mejor) y así indefinidamente, trecho a trecho, batalla tras batalla hasta ahora con un ritmo y vaivén muy peculiares.

Una ruta trágica y desastrosa en la que una indefinición satánica –pero provocadora– llegue a marcar un desgaste en que muchísimos países se verán afectados o involucrados, incluyendo el nuestro (relativamente tan insignificante en la geopolítica mundial) pero cuyos intereses en torno al petróleo y todos sus derivados -–así como a los granos y lo alimenticio– podrían quedar varados –o ya lo están de cierto modo– incluso en Guatemala pese a la distancia.

Sin embargo –de nuevo y en estos momentos– parece que se está llegando a situaciones límite (que llamaba Jaspers) con esto del uso y participación de los tanques Leopard 2 fabricados por la alemana KMW –a favor de Ucrania– pero distribuidos en otros países del mundo que, con los estadounidenses Abrams, pueden marcar otro punto y color –aún más taciturno– en el Apocalipsis que hasta ahora se diseña. Pero punto también en el que Rusia parece (sólo parece) estar en desventaja.

Mas (además de otros hechos) podemos observar que estamos siendo testigos –de todos modos– de una especie o forma de III guerra mundial camuflada. Porque por un lado estarían (como en una clara guerra planetaria) los aliados más la OTÁN (de EE. UU. o dirigida por él) y, por el otro, el frente ruso (con las simpatías chinas a distancia) que al principio del conflicto parecía entrar en la contienda con todas las de ganar pero -–para bien o para mal– no ha sido así hasta ahora.

Empero, estamos contemporáneamente ¡hoy!, ante una catástrofe singular (ni siquiera similar a la de la Crisis de los misiles en Cuba) enfrentamiento que podría tener el mismo tinte de la oposición Kennedy-Kruschov, pero que se explaya ya por meses y meses de dilatación (lo de Rusia contra Ucrania) mientras que el casi cataclismo en Cuba y sus aguas territoriales ocupó unos pocas semanas (octubre de 1962) y en tal confrontación no se cruzó ni un solo tiro. Pero sí que se parecen ¡sobre todo! en la tensión provocada en la geopolítica del planeta.

¿Debería Rusia –a estas alturas del desastre– apartarse y dejar a Ucrania en paz? O Viceversa. ¡Imposible! Todo el orgullo bélico soviético está puesto de manera contumaz y contundente en la sangrienta contienda y, además, Rusia discute y alega propiedad cultural, territorial y lingüística sobre Ucrania. Para Rusia casi todo el territorio ucraniano es de ella. De modo que muy difícilmente los soviéticos se darán por vencidos. Sería más fácil que Ucrania lo hiciera. Pero Ucrania ya está muy comprometida. En la práctica y para mayor desangre general el mundo occidental (el correspondiente al primer mundo) se las está jugando todas por Ucrania. Es como si Ucrania fuera la OTÁN, sus secuaces y sus aliados y por esta causa Ucrania y compañía ya no podría aceptar la victoria soviética. ¿Estamos de cara a un dilema?

Nos ubicamos en un punto muerto, aparentemente. Este es el panorama que nos entorna: el de dos polos crudelísimos que compiten a muerte entre sí y ante el que ninguno de los dos se dará por vencido a menos que entren a jugar otras piezas aún más perversas.

Ante el alboroto y hasta medio altercado por el uso de los tanques Leopard 2 (aún no sabemos qué pasará con los Abrams, pero lo suponemos) y su enorme prestigio por las guerras en las que han sido empleados por ejemplo en Kosovo o en Afganistán, Rusia afirma que posee (si no tan buenos tanques) sí otro tipo de armamento ¿siniestro?, con el que podría competir aún más, como los misiles S-300 y desde luego la fuerza aérea que aún no entra en la guerra con toda su intensidad y estrategias.
El punto final a todas estas batallas de escalada armamentista podría arribar cuando uno de los dos frentes se atreva a usar armamento nuclear porque en tal caso se abordaría y se chocaría con un punto tan álgido similar al de la Crisis de los misiles en Cuba entre el 15.10.62 y el 29.10.62, cuando se carearon los líderes singulares John F. Kennedy y Nikita Kruschov. Situación ya de vida o muerte en el que el futuro planetario estaría en macabro juego.

¡Es lo único que nos falta por “conquistar”!
Y a ello habría que añadir el calentamiento global y la pandemia.

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