Raúl Hernández Chacón

 

 

            Introducción

El Concilio Vaticano II, constituye un acontecimiento que pocos conocen a fondo, es decir, la profundidad que desarrolla en su reflexión y en su acción. Muchos lo escuchan y algunos recuerdan cómo en Guatemala, ya no fue la misa en latín y de espaldas al pueblo. Es un recuerdo grato, pero sólo hasta ahí. Desconocen la trascendencia, las repercusiones que tiene en el mundo de hace 60 años y su vigencia en la concepción del mundo, de la vida, de la sociedad.  En la relación humana y divina que desarrolla para entender, comprender y vivir mejor la conceptualización de Dios, creador y de su hijo Jesucristo.

Conceptualización, idea de Dios, según las enseñanzas de la Iglesia, la familia, los padres de familia específicamente y toda la sociedad en general.   Si bien en cierto que se hacen muchas jornadas de reflexión desde la Iglesia, la parroquia, la Diócesis y la Conferencia Episcopal en Guatemala, aún falta mucho qué trabajar, para vivir y revivir a plenitud toda la riqueza que motivan los 16 documentos del Concilio y cómo se llevan a la práctica, pero particularmente la Teología de la Liberación, que es fruto de las reflexiones y acciones de la Iglesia en América Latina. De ello qué mejor “aterrizaje” se encuentra en los documentos de La Conferencia Episcopal de América Latina, CELAM, particularmente MEDELLIN (agosto 1968), y PUEBLA (enero-febrero 1979), ciudades donde se desarrollaron.  Porque desde ya se considera como una consecuencia de Vaticano II, la Teología de la Liberación, como una respuesta concreta en el contexto de América Latina de hace 60 años y que hoy está tan vigente y es tan necesaria, más que nunca, para entender y comprender mejor la realidad existencial en Nuestra América, aquella que describe con tanta dulzura José Martí, en su obra del mismo nombre.

Qué significa, cómo se desarrolla y las grandes limitaciones y desafíos presenta hoy, al cumplirse 60 años de su anuncio y desarrollo es el objetivo de esta reflexión, con citas muy importantes de teólogos, sacerdotes y Obispos que no sólo han estudiado y vivido la Teología de la Liberación aquí en América Latina, sino que son ahora mártires y ejemplo que, con su testimonio, su vida y su entrega, trabajaron  y hoy  trabajan para construir una América Latina más humana, dentro de la deshumanización imperante.

Conocer, estudiar y practicar con criterios sólidos inspirados en Vaticano II por medio de la Teología de la Liberación, una vida personal y comunitaria, en el ámbito específico en el que se desenvuelve, dentro de la sociedad, es lo que motiva este aporte a los jóvenes a quienes corresponde seguir ahora la construcción de una sociedad más humana, más justa y más solidaria de cara al ciclo XXI, en lo económico, político, social y cultural. Es imperativo para concretar el sueño de los Papas, Juan XXIII y Pablo VI: “la nueva civilización del Amor”. Y también se desea que quienes no ven con buenos ojos la actuación humana y cristiana de los Obispos, sacerdotes y laicos comprometidos, con la denuncia de todo aquello que atenta contra la dignidad de la persona humana, el bien común y la solidaridad, comprendan que ellos hacen vida el mensaje universal de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, sobre “la Iglesia en el mundo actual”, que continúa llamando poderosamente la atención del mundo moderno.

Porque “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón.” El Papa Francisco cita en su Carta Encíclica Fratelli Tutti, sobre la Fraternidad y la Amistad social, (2020).  Así se inicia esta Constitución Pastoral, de Vaticano II, que llena de alegría y confianza a los más débiles, a los más necesitados, a los marginados, los pobres.

Fotografía La Hora
  1. Breves anotaciones históricas

 

Con referencia al documento publicado por el Centro Teológico San Agustín, (Madrid 2006): “El Concilio Vaticano II ha sido uno de los acontecimientos más importantes de la Historia de la Iglesia y uno de los hechos históricos que marcaron profundamente el siglo XX. Convocado por el Papa Juan XXIII, en 1962, fue concluido por su sucesor El Papa Pablo VI, en 1965. Desde el 20 de enero de 1959, día que en la conversación entre Angelo Roncalli y Tardini, su secretario de Estado, surge la palabra “concilio”, como un manantial de agua fresca en la Iglesia, y cinco días más tarde, festividad de la conversión de San Pablo, lo anuncia en la Basílica de San pablo extramuros”.

 

Es interesante cómo describe este documento la figura del Juan XXIII, cuando dice: “El Papa, que algunos habían etiquetado de transición, con 77 años a la espalda pero con un corazón rebosante de esperanza, hablaba con acierto y naturalidad de “un nuevo Pentecostés”, “una primavera inesperada”. Más adelante cita: “atisbaba un orden nuevo en el que no faltaba la providencia misteriosa y misericordiosa de Dios”. El Papa, con una visión extraordinaria de un futuro lleno de tribulaciones, pero a la vez lleno de esperanzas e ilusiones, se propone, de acuerdo con nuestra fuente de consulta: “tres fines del Concilio: Promover el desarrollo de la fe católica, Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles, y adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.”

La experiencia vivida durante el desarrollo del Concilio, el proceso con la participación de representantes de todos los continentes, El Santo Padre, Cardenales, Arzobispos, Obispos, sacerdotes, representantes de otras Iglesias, hombres y mujeres laicos, académicos, dio como resultado: 17 documentos: I. Constitución dogmática sobre la Iglesia, II. Constitución dogmática sobre la divina revelación, III. Constitución sobre la sagrada liturgia, IV. Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, V. Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos, VII. Decreto sobre la formación sacerdotal, VIII. Decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa, IX Decreto sobre el apostolado de los seglares, X Decreto “Ad gentes” sobre la actividad la actividad misionera de la Iglesia, XI. Decreto sobre las iglesias orientales católicas, XII. Decreto sobre el ecumenismo, XIII Decreto sobre los medios de comunicación social, XIV. Declaración sobre la educación cristiana de la juventud, XV. Declaración sobre las relaciones de iglesia con las religiones no cristianas, XVI. Declaración sobre la libertad religiosa, XVII. Del concilio a la Humanidad. Documentos completos del Vaticano II. (1988, México).

Puede observase que el análisis fue muy completo y no descuidó temas fundamentales con el Ser de la persona humana en su entorno, desde las diversas perspectivas religiosas, políticas, sociales y culturales. Sin duda los participantes, incluyendo Guatemala, con una capacidad y experiencia diversa, compartieron como un espacio multicultural, una reflexión mundial, como pocas, lo que hace imperativo su conocimiento, su lectura, su análisis y su puesta en práctica, con ello queda comprometida en primera línea la Educación con mayúscula, una educación con perspectiva humana, entendida como el ejercicio personal y comunitario de aprendizaje para el desarrollo integral de la persona y su responsabilidad solidaria al otro.

A la luz del documento del Centro Teológico San Agustín de Madrid, “al Papa Juan le asistía una fe inquebrantable, cimentada en una esperanza colosal. El 3 junio de 1963 el mundo y la Iglesia perdían la figura paternal de Juan XXIII pero no moría con él aquel sueño de una Iglesia desprovista de todo poder mundano y aureolada solamente con la santidad de Jesucristo. El papa Pablo VI, continúa el Concilio y al día siguiente de su elección despejó toda duda: Su misión principal era dar continuidad al Concilio: “el brote primaveral de las energías espirituales y morales que la Iglesia lleva en su seno, prevé una reforma… pero no implica la destrucción de su vida actual, sino que será un homenaje a su tradición, que depurada de formas defectuosas y efímeras, recobrará de nuevo su genuina fecundidad”.

El Papa Albino Luciani, Juan Pablo I, pronto aseguró que su programa era “quello di continuare… nella prosecuzione dell eredita del Concilio Vaticano II”. Juan Pablo II por su parte, desde el primer discurso y su primera Encíclica señala que las vías conciliares son las que él mismo y todos nosotros debemos seguir por largo tiempo.  El Papa Benedicto XVI, en su primera Encíclica Deus Caritas Est, Dios es Amor, (2005) apunta: “El orden justo de la sociedad y del Estado, es una tarea principal de la política. Como dice el Concilio Vaticano II, el reconocimiento de la autonomía de las realidades temporales. El Estado no puede imponer las religiones, pero tiene que garantizar su libertad y la paz entre los seguidores de las diversas religiones. La Iglesia, como expresión social de la fe cristiana, por su parte, tiene su independencia y vive su forma comunitaria basada en la fe, que el Estado debe respetar”.

 

Y más adelante, en 2009, en la Encíclica Caritas in Veritate, (2009), señala la importancia del Concilio así: “profundizó en lo que pertenece desde siempre a la verdad de la fe, es decir, que la Iglesia, estando al servicio de Dios, está al servicio del mundo en términos de amor y verdad”. El Papa Francisco, cita al Concilio Vaticano II cuando señala en su Encíclica Laudato Si’, Alabado sea mi Señor, (2015): “Él está presente en lo más íntimo de cada cosa sin condicionar la autonomía de las realidades terrenas”. Y también: “Decimos que el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social”. Estas citas ilustran cómo los Papas, a partir de Juan XXIII, iluminan la vida religiosa, social, económica y política de la humanidad, por lo que la repercusión del Concilio Vaticano II, cobra vigencia innegable en la época actual a los 60 años del inicio de su proceso de desarrollo.

 

  1. Respuestas y consideraciones del Concilio Vaticano II en Latinoamérica

 

Quizá lo más significativo sería las Conferencias Episcopales de los Obispos a nivel de Latinoamérica, a nivel regional y a nivel nacional. Medellín, puebla, Santo Domingo, Aparecida, Cartas pastorales del SEDAC, Secretariado de América Central, Cartas pastorales a nivel nacional, particularmente en Guatemala y segundo la respuesta con la Teología de la Liberación, que identifica de una manera muy particular, el pensamiento filosófico auténticamente latinoamericano, desde su realidad y su contexto de aquel entonces y hoy.

El documento de Medellín marcó profundamente el pensar y el hacer de la Iglesia, inspirado en Vaticano II, con fecha 6 de septiembre de 1968, a tres años de finalizado el Concilio, los Obispos de la Iglesia católica, al finalizar su Conferencia expresan en su mensaje a los pueblos de América Latina: “Llamamiento final. Llamamos a todos los hombres de buena voluntad para que colaboren en la verdad, la justicia, el amor y la libertad, en esta tarea transformadora de nuestros pueblos, al alba de una era nueva. De manera particular nos dirigimos a las Iglesias y comunidades cristianas que participan de una misma fe con nosotros en el Señor Jesús. Queremos también advertir, como un deber de nuestra conciencia, de cara al presente y al futuro de nuestro continente, a aquellos que rigen los destinos del orden público. En sus manos está una gestión administrativa, a la vez liberadora de injusticias y conductora de un orden en función del bien común, que llegue a crear el clima de confianza y acción que los hombres latinoamericanos necesitan para el desarrollo pleno de su vida”.

Esta cita del llamamiento es profundamente humana y de acuerdo con el momento histórico que vive Latinoamérica: gobiernos militares, impulsadores de la “seguridad nacional”, en su mayoría, con una política de ausencia de libertad de pensamiento, con una educación enfocada para los grupos poderosos, educación al servicio de las oligarquías nacionales, sin derecho a pensar, porque todo aquel que pensaba y se expresaba, sabía que peligraba su vida y de hecho hubo miles de muertos, sólo por el hecho de pensar diferente. La violencia institucionalizada, los partidos políticos sin mayor acción, sometidos, con regímenes impuestos. Todo esto registrado en documentos, testimonios y familias llenas de temor.

Una obra escrita por el guatemalteco “El recurso del miedo”, Figueroa Ibarra, es abundantemente ilustrativo, con análisis sociológicos y psicológicos de aquellos años trágicos de la historia latinoamericana. En la introducción a las conclusiones dicen los Obispos en Medellín: “Centró atención en el hombre de este continente, que vive un momento decisivo de su proceso histórico. De ese modo ella (la Iglesia) no se ha “desviado” sino que se ha “vuelto” hacia el hombre, consciente de que “para conocer a Dios es necesario conocer al hombre. La Iglesia ha buscado comprender este momento histórico del hombre latinoamericano a la luz de la palabra que es Cristo, en quien se manifiesta el misterio del hombre”.

El documento de Medellín consta de: una presentación, el discurso del Papa Pablo VI, la introducción a las conclusiones y divide su contenido en tres momentos: Promoción humana, Evangelización y crecimiento de la fe, y la Iglesia visible y sus estructuras. La edición de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas UCA, 1987, incluye este preámbulo: “Con mucho agrado recibimos esta nueva edición de las Conclusiones de Medellín. Encomendamos vivamente su lectura y estudio, y esperamos que ayude grandemente a la reflexión de todos los cristianos y hombres de buena voluntad. Oscar A. Romero. Arzobispo de San Salvador, junio de 1997”.

Esta valiosa publicación señala muy acertadamente: “Recogiendo las más profundas raíces bíblicas y patrísticas, el Concilio presenta una imagen de lo que es ser Iglesia, que, aunque cuando en continuidad con la tradición reciente, supone una noción e imagen de Iglesia operativamente novedosa. En la Constitución Dogmática sobre la Iglesia ésta es considerada en principio como pueblo que peregrina, es decir, como grupo de hombres y mujeres que para ser Iglesia no se salen de la historia de los hombres, sino que se sumergen en ella y con ellos, y se hacen partícipes de sus esperanzas y angustias, de sus logros y miserias. La Iglesia aparece por último, -y aquí se da quizás el más importante redescubrimiento del Concilio- como signo. En cuanto signo la Iglesia no tiene una finalidad en sí misma, sino sólo en la medida que significa la voluntad de Dios a los hombres”.

Respecto a los signos de los tiempos, referencia muy considerada en Medellín, el documento de la UCA, apunta:  La problemática o “signo” de la valoración de lo temporal se plantea en América Latina de dos maneras: una teórica, la otra pragmática. La teórica o científica, es común a todo el mundo científico y tecnológico de hoy. (la secularización de la cultura). La programática es fruto de los muchos cambios que se operan en el continente, -expansión demográfica, migraciones a las ciudades, intensificaciones de los problemas de miseria en los campos y en las barriadas, creciente anhelo de mejor bienestar para todos, perseverantes contrastes entre ricos y pobres, tanto individuos como naciones, etc. Todo lo cual hace que la preocupación más típica de nuestros pueblos de hoy no es ni religiosa, ni cultural, ni militar, sino netamente la de su propia necesidad o bienestar temporal. Esto se presta a una política o a un comercio sin moral, un desarrollo sin significado espiritual y una vida sin auténtica esperanza cristiana”.

Diez años después, en la ciudad de Puebla, se realiza la tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano, promovida por El CELAM, Conferencia Episcopal de América Latina. (Enero-febrero 1979). El Papa Juan Pablo II, en su discurso de inauguración de la Conferencia, expresa: “Hay que subrayar aquí nuevamente que la solicitud de la Iglesia mira al hombre en su integridad. Por eso es condición indispensable para que un sistema económico sea justo, que propicie el desarrollo y la difusión de la instrucción pública y de la cultura. Cuanto más justa sea la economía, tanto más profunda será la conciencia de la cultura. Esto está muy en línea con lo que afirmaba el Concilio: que para alcanzar una vida digna del hombre, no es posible limitarse a tener más, hay que aspirar a Ser más. Bebed pues, Hermanos, en estas fuentes auténticas. Hablad con el lenguaje del Concilio, de Juan XXIII, de Pablo VI: es el lenguaje de la experiencia, del dolor, de la esperanza de la humanidad contemporánea”.

El documento de Puebla está constituido de cinco partes: Visión pastoral de la realidad latinoamericana, Designio de Dios sobre la realidad de América Latina, La evangelización en la Iglesia de América Latina: comunión y participación, Iglesia misionera al servicio de la evangelización en América Latina y Bajo el dinamismo del Espíritu: opciones pastorales. El número 26 es muy elocuente: “los obispos del tercer mundo con un acento pastoral en el vibran las voces de millones de hijos de la iglesia que forma tales pueblos. Pueblos, ya lo sabemos, empeñados con todas sus energías en esfuerzo y en la lucha por superar todo aquello que los condena a quedar al margen de la vida: hambre, enfermedades crónicas, analfabetismo, depauperación, injusticia en las relaciones internacionales y, especialmente, en los intercambios comerciales, situaciones de neocolonialismo económico y cultural, a veces tan cruel como el político etc. La Iglesia, repitieron los Obispos, tiene el deber de anuncia la liberación de millones de seres humanos, entre los cuales  hay muchos hijos suyos, el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma de hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización”.

Más adelante apunta: “La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela. Rostros de niños golpeados por la pobreza desde antes de nacer, rostros de jóvenes desorientados por no encontrar un lugar en la sociedad, rostros de indígenas y con frecuencia de afro-americanos, que viviendo marginados y en situaciones inhumanas, pueden ser considerados los más pobres entre los pobres, rostros de campesinos, obreros, sub-empleados y desempleados, de marginados y hacinados, de ancianos. Compartimos con nuestro pueblo otras angustias que brotan de la falta de respeto a su dignidad como ser humano, imagen y semejanza del Creador y a sus derechos inalienables como hijos de Dios”.

Esta descripción desgarradora de la situación de los hombres, mujeres, niños y ancianos, que fuera declarada hace ya 43 años no ha cambiado hoy en 2022, es más, se agrava más, lo confirman estudios de la CEPAL, Comisión económica para América Latina y otros estudios que fácilmente pueden consultarse, acentuados con la pandemia del Covid-19 que afectó terriblemente a los más pobres. A propósito de la cultura, la IV Conferencia del CELAM, en Santo Domingo (1992), año del “quinto centenario del descubrimiento de América para los europeos”, inaugurada por el Papa Juan Pablo II, los Obispos hacen referencia a la cultura, desde la educación: “Reafirmamos lo que hemos dicho en Medellín y Puebla. La educación es la asimilación de la cultura. La educación cristiana es asimilación de la cultura cristiana, es la inculturación del Evangelio en la propia cultura. En todo caso la educación es un proceso dinámico que dura toda la vida de la persona y de los pueblos. Recoge la memoria del pasado, enseña a vivir hoy y se proyecta hacia el futuro”.

Foto La Hora
  1. La acción educativa de la Iglesia. Documento de Puebla. 263.

En mayo del año 2007, se realiza la V. Conferencia del CELAM, en Aparecida. La opción por los pobres, por las personas sencillas, avalada por el discurso de Benedicto XVI, quien le dio una clara fundamentación cristológica. Se incluye lo que comenta sobre el tema Pluralismo cultural y pluralismo religioso, de Aparecida, uno de los grandes filósofos y maestros brasileños, doctorado en Teología, J.B. Libanio sj. “El pluralismo cultural y religioso se impone de manera clara e indiscutible. Los medios de comunicación están llenos todos los días de noticias de todo el mundo que muestran tanto la variedad cultural como los conflictos entre culturas, etnias y religiones. En América Latina y el Caribe salta a la vista la pluralidad de tradiciones indígenas, afroamericanas y europeas. Somos pueblos de muchas etnias, culturas y religiones.

En los borradores del documento de Aparecida, señalaba tal hecho. Primero: “el contexto del pluralismo religioso”. El pluralismo cultural fue percibido en la primera versión como responsable de la necesidad de opciones personales debido a la “dictadura del relativismo”, que ejerce por medio de la cultura global. El documento continúa la reflexión. El pluralismo revela las muchas y sucesivas transformaciones del momento actual, fruto del avance de los conocimientos científicos y tecnológicos. El nivel de información supera toda imaginación e inteligencia. Todo eso repercute en nuestra concepción del pluralismo cultural. Revela un doble movimiento en tensión. Se relaciona con la emergencia de la valoración del sujeto, de la libertad, la dignidad y la conciencia personal. Verdadera conquista de la humanidad. Por otro lado, ese mismo pluralismo cultural y religioso, al navegar en la cultura globalizada y mediática, hace que el valor innegable de la persona humana se convierta en individualismo.” Sin duda alguna, el pensamiento creador se desarrolla a partir de las consecuencias derivadas del Concilio Vaticano II hasta nuestros días y a futuro, como lo vio el papa bueno, San Juan XXIII, canonizado por el Papa Francisco.

  1. La teología de la liberación

Para acercarse teóricamente a este término, que crea cierta polémica a lo interno y externo de la Iglesia católica, entre los intelectuales que toman posturas ideológicas, o bien  quienes se sitúan desde su propia experiencia, su vida, su posición social,  Luis García Orso en su obra Humanidad en lo no humano, México, 1989, dice: “Llama notablemente la atención el que la Teología latinoamericana, resalte tan viva y dramáticamente la opresión, injusticia y pobreza en que viven las mayorías de este continente. Al hacerlo sencillamente ha sido fiel y sincera ante la realidad. Y esta conciencia de la situación, como punto de partida de la tarea teológica y pastoral ya ha pasado a la visión oficial de la Iglesia jerárquica, que en la Conferencia de Puebla, ha descrito la situación latinoamericana como “inhumana pobreza”, “injusticia institucionalizada”, “permanente violación de la dignidad de la persona, etc.”

Esta cita puede situar al lector para reflexionar respecto a la Teología de la liberación, en el marco referencial del Concilio Vaticano II y las Conferencias Episcopales Latinoamericanas de Medellín y Puebla. Esto es posible con la cita siguiente: “Pero la realidad humana no puede reducirse solamente a una constatación sociológica, porque el ser humano no es sólo eso que las ciencias dan como resultado de sus investigaciones. Aun incluyendo como necesaria esa lectura científica, seria es posible ir más allá: hay una mirada honda e incisiva de la fe y una palabra de Dios mayor que nuestra sabiduría, que nos hace captar, asumir, vivir y sufrir esta historia nuestra, como Dios mismo la mira, la asume, la juzga. Y todo ello quizá con la profunda sencillez con la que San Juan o San Pablo llamaban vida o muerte, verdad o mentira, luz o tinieblas”.

Jon Sobrino en “liberación con Espíritu”, publicado por la UCA, en 1987, presenta estas reflexiones sobre la Teología de la Liberación, que pueden muy aclarar algunas dudas que se plantean a lo interno y a lo externo de la Iglesia católica: “Hablar de  un descubrimiento de Cristo en América Latina o en cualquier otra parte significa que ese Cristo se ha escondido o, más exactamente, que nosotros, los creyentes lo hemos escondido, bien porque poco a poco lo hayamos identificado con nuestras tradiciones, que lo inmovilizan y le privan de su eterna novedad, bien porque –y éste sigue siendo el problema de fondo- intuyamos que el verdadero Cristo es siempre un reto, y en ese sentido también, una amenaza al hombre concupiscente, que intenta siempre fabricarse sus propios cristos, pero a quien le cuesta oír con oídos honrados la verdad de un Cristo que va más allá, y muchas veces en contra, de sus expectativas y sus intereses. Pero lo fundamental es volver a Jesús de Nazaret, y a ese Jesús han vuelto muchos cristianos latinoamericanos. Una vez re-descubierto ese Jesús, nos podemos preguntar por qué ha sido posible ese re-descubrimiento; y la respuesta es, de nuevo, de suma importancia. En América Latina, ese re-descubrimiento no ha sido debido, en lo fundamental, a la investigación teológica, sino a que el evangelio ha re-encontrado su propio lugar, el lugar en el que debe ser leído y desde el cual se hace transparente. Ese lugar es el mundo de los pobres. Pobres y evangelio son correlativos, se remiten el uno al otro.

Queremos ahora presentar algunas características formales de cómo es captado ese Jesús en América Latina. 1. Cristo es captado como un Jesús cercano, “Cercanía” es, sin duda, una categoría teológica y cristológica de primera magnitud. El dogma de la encarnación no hace más que sancionar la absoluta cercanía de Dios a los hombres en Cristo. 2. Cristo es captado como Jesús liberador. No esto un tópico de moda ni algo introducido por la teología de la liberación que lo repite oportune et importune; es más bien algo esencial al re-descubrimiento del Jesús de los evangelios. Liberación –en su formulación como redención y salvación- es de nuevo una categoría teológica fundamental. Lo que ha ocurrido en América Latina es que se la ha historizado y comprendido desde sus raíces bíblicas, y de esta forma es captada espontáneamente como buena, justa y necesaria por los pobres de América Latina. (Se sugiere leer Lc 4,18-19). Desde este pasaje fundamental entienden otros muchos pasajes que dan una esperanza a los pobres el que el reino de Dios se acerque al fin, el que los pobres son dichosos porque de ellos es ese reino. Esta liberación anhelada, reconocida por Medellín como presencia del Espíritu y signo de los tiempos se convierte en elemento esencial para entender a Jesús.  Aunque no es fácil sistematizar cómo ven a Jesús como liberador, podemos decir que lo ven como quien les libera en lo más profundo de su corazón; les libera de su angustia, su resignación, su individualismo, su desesperación. 3. Cristo es captado como Jesús presente en la historia actual. Esta actual presencia de Cristo es de nuevo una categoría teológica fundamental, aunque haya estado más presente en la espiritualidad y en la piedad que en la cristología propiamente dicha. En concreto, esa presencia de Cristo es vista hoy en América Latina en la dialéctica de encontrar al Cristo presente y de trabajar para hacerlo presente”.

Foto La Hora
  1. Conclusiones

El Concilio Vaticano II, visto a 60 años tiene una vigencia extraordinaria y continúa y continuará inspirando el qué y el para qué del Hombre y de la Mujer con mayúsculas. Sus reflexiones tocan todos los ámbitos de la humanidad de ayer, de hoy y de siempre. Hoy más que nunca cobra vigencia en las circunstancias mundiales y particularmente guatemaltecas, en donde la corrupción, la impunidad y la escandalosa brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor, en donde la clase política, corrupta se perpetúa en el poder, sin ninguna posibilidad de cambio, frente a la coyuntura electoral. Pareciera que la Iglesia se retrae y en algunos casos persisten visiones anteriores al Vaticano II.

Sin dejar de reconocer la admirable labor de muchos religiosos y laicos comprometidos en propiciar espacios de reflexión para la acción. Se rinde homenaje a tantos sacerdotes, religiosos y Obispos, que entregaron su vida, particularmente Monseñor Oscar A. Romero y a Monseñor Juan Gerardi. Los documentos derivados del CELAM, de la Conferencia Episcopal guatemalteca: El clamor por la tierra, 500 años sembrando el evangelio, Educación: desafío y esperanza, Urge la verdadera paz y muchos más, demuestran la vigencia del Vaticano II.

Finalmente se incluye la reflexión de un documento del SEDAC, Secretariado de América Central: “El desarrollo, nuevo nombre de la paz: Hay en el ambiente centroamericano una relación directa entre subdesarrollo y malestar social, entre marginación y descontento, entre injustica y tensión social. La situación se torna más tensa a medida que las victimas del subdesarrollo toman conciencia de su dignidad y de sus derechos y exigen justamente la liberación de su insufrible estado, y, al mismo tiempo, los que gozan del privilegio de su situación social se sienten amenazados y atacados. Esta tirantez fácilmente genera la violencia y el conflicto armado. Sólo un proceso social que permita el cambio de estructuras sin violencia, ni la lucha de clases puede ser la solución pacífica y racional a problemas tan graves. Y ese proceso, en el que participan todos los sectores, es el desarrollo integral. Carta pastoral Construyamos la paz en Cristo. 1 de diciembre de 1989.

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