Con el corazón desbordante de alegría, los argentinos se tomaron las calles de Buenos Aires para celebrar su triunfo más sufrido y también el más deseado: su tercera Copa del Mundo conseguida este domingo de manos de Lionel Messi en Qatar-2022.
«Los seguí desde el primer partido. Casi no puedo hablar, es tan emocionante, es una felicidad que va a durar mucho», exclamó Cecilia Corato, de 22 años, apenas lograda la victoria en penales.Reunidos con la familia o en grupos de amigos, en sus casas, en los bares o en los parques donde se instalaron pantallas gigantes, y siguiendo sus estrictos rituales para la buena suerte, los argentinos se fundieron en el grito unánime de gol con el penal cobrado por su astro Lionel Messi en el minuto 23.
El segundo tanto marcado por Ángel Di María (36), quien recién se incorporó en este último partido después de haber tenido muchas molestias físicas, fue cantado como el apoteosis. «Fideo, fideo, fideo», lo celebró la multitud.
«Están jugando como en el potrero, con presión, con lujos. Un trabajo maravilloso de este entrenador» Lionel Scaloni, comentó emocionado Gabriel Escalante, un cerrajero de 39 años del barrio que vio el partido en la pantalla gigante instalada en Parque Centenario, en el centro geográfico de Buenos Aires.
Pero la remontada de Francia en el segundo tiempo, con doblete de Kylian Mbappé (80 de penal, y 81) dejó helados a los hinchas, que se llevaban las manos a la cabeza y se arrodillaban en el piso.
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«Imaginate lo que sienten estos muchachos. Toda la Argentina con el corazón apretado», soltó Emilse Roa, una abuela de 77 años que lleva los labios pintados de celeste y blanco.
El suspenso atormentó a los fanáticos hasta el final, con un gol de Messi en el minuto 109, empatado de penal por Mbappé (118).
«Se merecen ganar. Es una pena ir a una definición así. Argentina dominó más, le puso todo. El fútbol es así», dijo Sergio Loreto, de 32 años.
Apenas minutos más tarde, los rostros se llenaron de lágrimas con el triunfo de Argentina en penales.
Agustín Acevedo, un albañil de 25 años de la periferia que quiso ver la final en Buenos Aires, lo resumió así: «Esta es la última Copa de Messi y todos en el mundo, no solo en Argentina, quieren que se consagre y tenga esa estrella que es la única que le falta».
«Siempre hay altibajos económicos, siempre cuesta llegar a fin de mes, pero con el fútbol te olvidás de todo», añadió.
MUCHACHOS ILUSIONADOS
La Albiceleste ganó su primera Copa en el Mundial Argentina-1978 y la segunda en México-1986. Después se acercó sin poder alcanzarla en Italia-1990 y en Brasil-2014, ambas perdidas frente a Alemania.
Pero los argentinos sentían que esta vez les tenía que tocar. La canción «Muchachos», con música de la banda de ska y rock La Mosca que dice «nos volvimos a ilusionar», se convirtió en himno.
«A mí no me gusta el fútbol, pero no puedo evitar venir acá, sentarme y ver el partido. No puedo. La selección, la gente y el país merece la victoria. No hay una persona en el mundo que no se identifique con el fútbol argentino, con Messi y (Diego) Maradona, futbolistas que han hecho historia. Los que nacimos después del 1986 lo deseamos con el alma», dijo a la AFP Joel Ciarallo.
Lionel Messi finalmente conquistó el máximo título del fútbol. Encuentra los detalles en #LHDeportes #LHQatar https://t.co/mYVVVoTVQE
— Diario La Hora (@lahoragt) December 18, 2022
PASIÓN ALBICELESTE
El Obelisco, emblema de Buenos Aires, ubicado en medio de la muy ancha avenida 9 de Julio y lugar de festejo futbolístico por excelencia, fue tomado por los aficionados desde antes de comenzar el partido.
El centro de Buenos Aires estuvo cerrado al tránsito, con servicio limitado del metro. Las calles lucían totalmente desiertas durante la transmisión del partido.
En el barrio Villa Devoto, un grupo de aficionados pudo ver la final en la casa que fue de Maradona, abierta a los vecinos por su nuevo dueño Ariel García, un abogado de 47 años.
«Lo que tiene que ver con Maradona, a todos los argentinos nos recuerda a nuestra infancia con la familia. Maradona fue quien más alegrías nos dio», dijo García al evocar ídolo que los argentinos llaman D10s.
Buenos Aires y las demás ciudades argentinas y hasta los pueblitos más apartados mostraron de celeste y blanco: en las camisetas con el número 10 de Messi, pero también en los adornos de las ventanas de las casas y de las vitrinas de las tiendas, en los rostros maquillados y en las uñas pintadas, e incluso en algunos pasos peatonales del centro de la capital.
Incluso los turistas de paso por Buenos Aires se contagiaron de esa pasión.
«Todos queremos que Messi gane la Copa. Creo que es el mejor jugador de todos los tiempos y merece alzarla», dijo Greg Layhe, un inglés que bien podría haber sido en otro momento el más acérrimo rival de los argentinos.