Edith González
Con una serie de derechos humanos para grupos específicos, he incluso escuchado hablar de derechos de animales, en lugar de responsabilidades de las personas para con los animales. Además de habernos convertido en una “aldea global” en término de Marshall McLuhan, que se adaptó perfectamente a lo que en la actualidad vivimos, cuando la tecnología se convirtió en parte indispensable de nuestra vida.
Creándose incluso el término tecnofilia (del griego τέχνη – technē, «arte, habilidad, oficio» y φιλία – philia, «amistad») es la afición hacia la tecnología o dispositivos relacionados generalmente con computadoras/informáticos/móviles y nomofobia que se identificó por primera vez en 2008 y sus nombres provienen del término inglés «no-mobile phobia» (fobia a estar sin móvil).
Los expertos señalan que estas personas experimentan una gran ansiedad cuando se dan las siguientes situaciones: pérdida de celular, batería o crédito agotado y falta de señal. También se puede identificar con ciertos síntomas como el phubbing o incapacidad de dejar el celular durante una conversación, así veremos en un restaurante tres chicos cada uno ocupado con su celular, hablando o escribiendo a personas que no están presentes y prácticamente ignorando a las presentes. Bueno y no solo los jóvenes padecen de nomofobia.
A ellos podríamos llamarles irreverentes, término definido como una persona que tiende a ser contestataria, rebelde y cuestionadora de las convenciones y los moldes sociales. Un individuo irreverente no siente que debe guardar respeto alguno hacia políticos, funcionarios del Estado o agentes del orden público, o incluso a sus padres, a las personas mayores, en general a nadie.
Una persona irreverente hace lo que quiere, y muchas veces realiza acciones o deja de hacerlas para llamar la atención. Y es precisamente este punto el que utilizan actualmente los llamados influencer o sea personas que cuentan con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia e influencia en redes sociales pueden llegar a convertirse en prescriptores interesantes para una marca.
Aunque en general son jóvenes que buscan reconocimiento y pertenencia por lo que hacen cualquier cosa para llamar la atención y tener “seguidores” a los que realmente pueden o no influenciar, pero que sí los siguen en sus páginas para conocer que nueva idea se les ocurrió.
Una conducta que hemos ido aceptando quizás para no complicarnos la vida pero que cada día se convierte en más irreverente, como la misma música actual, o los estilos de baile y la moda en la ropa.
Ejemplos claros conocimos ya durante este mundial realizado en un país con tradiciones muy férreas como Qatar, previamente conocidas por los asistentes al Mundial pero que decidieron igual, portarse irreverentes.
Manifestar por la no vena de cerveza, hacer bailar en público a una mujer, y como tiene seguidores que aprenden o se divierten con el influencer, para bien o para mal, también hay marcas de productos comerciales que les pagan o dan canjes para promocionarse. Así el mercado de los influencers crece o se desborda. Y la irreverencia es cada vez mayor, porque igual se burlan de uno que de otro.
Con el desarrollo del Mundial 2022 en Qatar, ha sido un constante tema de debate lo exigentes que son las autoridades qataríes en cuanto al respeto de sus leyes y costumbres.
Muy conocido es el caso de un conductor mexicano, Esteban Facundo Gómez Bruera, mejor conocido como Facundo, es un actor, comediante y conductor de televisión mexicano conocido por ser activo en sus redes sociales y que fue temporalmente detenido por las autoridades del país árabe por realizar una broma a los conductores en el oeste asiático, al disfrazarse de limpia brisas, algo que no se ve en ese país. Él intentó limpiar los vidrios de los vehículos, a lo que los conductores respondieron molestos por no tener autorización para hacerlo incluso uno llamó a la policía y detuvieron a Facundo.
Y es que esa forma de conducta, que a algunos puede parecerles simpática, a otros molesta, se ha popularizado en los países occidentales pero se ve como falta de respeto grave en los orientales. De hecho los chapines siempre hemos bromeado o hecho chistes de nuestra propia situación de vida, e incluso de nuestra historia, lo que no significa que sea correcto cuando se pertenece a un grupo social al que se le irrespeta.