El 30 de octubre venció la fecha para que retornaran al país el Trono I y el Dintel III de Piedras Negras, Petén, piezas que fueron sacadas del Museo Nacional de Arqueología y Etnología a finales de agosto del año pasado, con el pretexto de que serían restauradas y que para ello serían trasladadas al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (Convenio de exportación temporal No.11-2021), con lo cual justificaron el hecho de que, estas piezas que legalmente (según el Acuerdo Ministerial 721-2003) no pueden ser movidas ni mucho menos exportadas para ser exhibidas por la importancia que poseen, salieran de Guatemala en condiciones precarias y no adecuadas de embalaje para su traslado.
Todo lo anterior se dio en medio de un gran secretismo por parte de las autoridades, quienes aseguraron que el único motivo del traslado de las piezas era su restauración, indicando que era un proceso que no podía realizarse en el país, ya que no se contaba con las personas expertas y las herramientas necesarias para realizarlo acá. A un año de esto, las piezas no solo no regresaron, sino que ahora se pondrán en exhibición junto a otras piezas mayas, que son parte de la exposición “Lives of the Gods: Divinity in Maya Art”, que durará del 21 de noviembre al 2 de abril de 2023.
Nuevamente se imponen la falta de información y de certeza sobre el retorno de estas piezas, ante el silencio perverso de las autoridades, que descaradamente incumplen, una vez más, las leyes de patrimonio, priorizando intereses particulares que nada tienen que ver con una verdadera protección. El patrimonio milenario está en constante riesgo precisamente porque lo que prevalece sobre este es el lucro, la explotación y la folklorización; en Guatemala la prioridad de las autoridades jamás ha sido conectar a la población con su historia y mucho menos reconocer que el patrimonio maya pertenece a los pueblos originarios vivos, cuyos ancestros fueron los inventores de toda esta riqueza.
Al Estado racista únicamente le ha interesado proteger la monumentalidad colonial y que proviene de la dictadura, porque este tipo de patrimonio es el sustento de su nacionalismo segregacionista, por el contrario, cuando se trata del patrimonio maya, no solo ha cedido gran parte de este a colecciones privadas y a museos extranjeros, sino que ha hecho un gran negocio del saqueo y el tráfico ilícito de piezas “arqueológicas”, que con todo descaro siguen siendo subastadas en otros países.
Mientras que el Estado colonial implementa mecanismos para que el patrimonio maya sea conocido en el extranjero, localmente para la población legítimamente dueña de dicho patrimonio le es completamente inaccesible su pasado, porque es la población maya la que menos ingresa a los museos por diversas razones. No es ningún secreto el mal estado en que se encuentran los museos nacionales, parece que una vez más la estrategia es justificar que la protección del patrimonio maya únicamente será posible a través de la privatización, lo cual significa conceder la potestad de este a empresarios y extranjeros.