Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“A veces tienes que olvidar lo que sientes y recordar lo que mereces» Frida Kahlo

Circulan constantemente un tipo de noticias que, dentro del cúmulo de información que recibimos vertiginosamente, pasan casi siempre desapercibidas, sin embargo, es importante que nos detengamos en el camino para valorar las causas y resultado de las conductas que, aunque no lo aceptemos se siguen repitiendo, sin que se haya hecho nada para evitarlo.

Son varias ya, las sentencias que se suceden dictadas por jueces que, ante casos relacionados con delitos de parricidio cometidos por mujeres, que, agobiadas por el maltrato del compañero de vida, en defensa de su propia integridad física y la de sus hijos, se han visto obligadas por un sistema inoperante para evitar ser asesinadas en manos de las personas cuyo objetivo era defenderlas tanto a ellas como a sus hijos, a quitarles ellas la vida a ellos.

Estas historias tienen elementos en común, que siempre han estado ahí, que desafortunadamente siguen estado, y que, como sociedad hemos hecho poco o nada para cambiar, por lo que es necesario recapacitar lo que sucede tanto en nuestra sociedad como en otras, en las que la parte más débil de la relación sentimental se ve agobiada de tal forma que en su defensa, tiene que tomar una decisión que marcará para siempre su vida y la de sus hijos, que se resume en la pérdida de vida en forma violenta de uno de sus miembros.

Estas mujeres tienen dentro de otros rasgos ser jóvenes, de origen humilde, no haber tenido acceso a estudios, vivir en condiciones de extrema pobreza, ser madres de familia, trabajar para sacar adelante con grandes carencias a sus familias, convivir con personas alcohólicas o dependientes de otras sustancias, haber denunciado constantemente ser víctimas de maltrato, sin que esas denuncias hayan tenido la respuesta necesaria por parte del Estado, porque infortunadamente para todos esa respuesta se ha traducido en una sentencia en un juzgado penal, por un delito de sangre, porque el maltrato ha continuado hasta llegar a terminar la historia con la muerte de un ser humano.

¿En qué ha fallado la sociedad, para que, en un acto de defensa propia y la de sus hijos estas mujeres no tengan más alternativa que matar a su agresor?

Podemos observar muchas falencias, la primera estriba en que el sistema no responde a las necesidades de las víctimas que agobiadas por el maltrato recibido, sin futuro alguno, escuchando el llanto de sus hijos, producto de malos tratos, encuentran ellas la única respuesta en sus propias manos, ¿Era lo correcto? Definitivamente no, pero ante la falta de respuesta de las instituciones encargadas de equilibrar las relaciones abusivas, que se repiten todos los días, en todas partes, ante una justicia invisible, anodina e inútil se han visto obligadas a ser ellas juez y parte en un proceso sumario.

Instituciones como la PDH, el MP, el hasta el momento más que invisible Instituto de la Víctima, están en deuda con las víctimas de este país, quienes han sido olvidadas convirtiéndose en un número más en las estadísticas al ser asesinadas por sus convivientes, de acuerdo con noticias de prensa hay más de 1,500 casos de violencia intrafamiliar que han sido reportados por la PNC en lo que va de año, ¿Qué pasó en cada uno de esos casos? Que el 90% han pasado desapercibidos para un sistema que no responde a los intereses de la sociedad en general.

Hay víctimas directas e indirectas, así como daños colaterales que lapidan la esencia del ser humano, creando y construyendo una sociedad enferma como es la nuestra, porque en un alto porcentaje hay niños que quedan dañados psicológicamente, y que son los grandes olvidados en esta sociedad que les ha quedado en deuda.

La deuda social, que aumenta diariamente y que se convierte en un déficit existencial, en una sociedad que se mantiene enferma, derivado de la falta de políticas públicas, que nivelen el desequilibro social en el que crecen y han crecido las víctimas del maltrato parece una espiral sin fin.

En una sociedad que ha crecido desordenadamente, con grandes grupos de la sociedad olvidados por los grupos de poder, que no han visto más allá de sus propios intereses, el resultado se torna oscuro por lo que es necesario llamar la atención a instituciones como la PDH, el MP y el IDV, para que cumplan con su deber ser ante una sociedad sedienta de justicia social.

Somos el resultado de nuestros actos, pero más de nuestras omisiones.

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