Juan José Narciso Chúa

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Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Juan José Narciso Chúa

Mi buen amigo Edgar Gutiérrez en su artículo del día de ayer en elPeriódico Hasta que le den cuerda al carcelero, hacía una reflexión al respecto de figuras analógicas como el carcelero, pero también hacía alusión a los rehenes y justamente en esta combinación de símbolos, pero que en el entorno nuestro son sujetos muy reales y a partir de esta premisa se me ocurrió ahondar en este juego perverso que hoy vivimos.

Efectivamente, los grupos aglutinados alrededor del Pacto de Corruptos, constituyen hoy los secuestradores de la democracia, precisamente en el sentido que no permiten ir más allá de la democracia formal –elecciones, resultados, segunda vuelta, un ganador(a), y alternancia en el poder-, pero absolutamente nada de la democracia sustantiva.

En la democracia sustantiva o de contenido implica la profundización de los derechos, las libertades, el libre juego de ideas, la aceptación de diferentes ópticas -incluida la oposición-, la dotación significativa de bienes públicos para beneficio de la población más vulnerable, arraigar un verdadero Estado de Derecho, el libre juego de los poderes del Estado y la aceptación de pesos y contrapesos, en general, plantear una sociedad distinta.

Los secuestradores de la democracia lo integran: el régimen actual de Gobierno, el poder judicial y legislativo (que buscan acrecentar fortunas por medio de la corrupción); los empresarios tradicionales (élites, principalmente) que persisten en superponer sus intereses económicos en contraposición a los intereses generales de la población (privilegios, prebendas, subsidios, no pagar impuestos y dominar el Estado en general); los grupos emergentes (que pretenden continuar con el enriquecimiento ilícito por medio del patrimonio del Estado); el narcotráfico (que busca ampliar su espacio territorial y su capacidad de lavado y trasiego de drogas); y los militares en retiro y activos (que saben el manejo interno de las estructuras de poder y aseguran el flujo de las transacciones ilícitas).

Sin embargo, estos secuestradores de la democracia que hoy se pavonean seguros y tranquilos pues tienen el manejo de todas las instituciones del Estado, principalmente las élites empresariales, no saben que son secuestradores de la democracia, pero también juegan su deshonroso papel de rehenes de la autocracia, pues bajo la premisa de la famosa frase que se atribuye a Maquiavelo “el fin justifica los medios”, se encuentran entregando el país y su sociedad, a grupos perversos y delincuenciales, sin comprender que en este juego malévolo y cuasi criminal ellos mismos están cercados y controlados por los secuestradores de la democracia, pero juegan su papel de rehenes de una autocracia que poco a poco irá cayendo, desprestigiándose y muriendo por su misma entropía.

Ciertamente, el carcelero es uno, pero este carcelero mantendrá con llave el poder que le otorga esta autocracia, pero en la medida que la presión se haga más angustiante, cuando los rehenes pretendan salir, sabrán que se equivocaron flagrantemente, reconocerán, talvez tardíamente, que profundizar el Estado de Derecho es crucial para avanzar, que pagar impuestos no representa un retroceso sino al contrario pretende sembrar la semilla del desarrollo y también reconocerán que se equivocaron cuando se plantearon “esto nunca más nos vuelve a pasar”, para empujar la salida de la CICIG.

El carcelero cuando todos comprendan que al final están encerrados, encarcelados y secuestrados, se convertirá en otro rehén de la autocracia y quien quita que no pase a convertirse en un auténtico presidiario de la democracia, cuando su papel se trastoque y regrese (literalmente), a un lugar en el que ya estuvo y se salvó por un pelo.

Así pues, secuestradores y rehenes, la historia es clara en demostrar que las dictaduras (aunque sea cobijada por la autocracia), caen y estrepitosamente. El pueblo debe también buscar romper con el secuestro de la democracia y evitar caer en el papel de rehén de la autocracia.

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