Si algo es cierto en la vida es que las cosas hay que tomarlas de quien vienen. Ayer el político marrullero implicado en el manoseo de postuladoras para magistrados de las Cortes, en negocios que fueron investigados seriamente, aunque ahora quedarán enterrados como pasa con todo lo que fue la lucha contra la corrupción, pero que fue condenado en Estados Unidos por lavar dinero del narcotráfico, Manuel Baldizón, arremetió contra La Hora indicando que somos un medio comprometido con “la mafia” que libró esa batalla a partir del 2015, cuando se despertó el entusiasmo ciudadano que inundó la plaza.
Si nos critica por nuestra labor una persona decente, honorable y ejemplar, por supuesto que nos tenemos que sentir preocupados y revisar qué hemos hecho mal. En cambio, cuando la crítica viene de alguien con el perfil de Baldizón, tenemos que sentirnos más que satisfechos del trabajo realizado porque solo los ciegos o los que recibían sobornos para no “pelarlo” no dijeron nada sobre su nefasto paso por la política nacional.
Alguien que se arrodilla hipócritamente, al bajar del avión de DEPORTADOS, y antes de ponerse el cabestrillo dice, con todo cinismo, que renunció a pedir asilo y volvió por su propia voluntad, pinta con ese gesto inicial su calaña. Alguien que manosea el nombre de Dios para darse baños de una pureza que únicamente podría alcanzar si hiciera un legítimo acto de contrición y se arrepintiera de todos los pecados cometidos a lo largo de su carrera política en este país hundido en la corrupción.
Pero la moda ahora es manosear a Dios y alabarlo con la boca sucia. Lo hacen con toda tranquilidad y cinismo porque no tienen la menor disposición de reconocer sus crímenes, mucho menos arrepentirse por todo lo que les ha dado millonarias comodidades.
Hace poco fue la Cámara de Industria de Guatemala la que nos dio un merecido galardón al ponernos a la cabeza de los medios que, para su disgusto, señalan la corrupción, actitud que según ellos es propia de izquierdistas, como si la corrupción no fuera global y se diera en todo el espectro ideológico. Pero el que nos ataque y cuestione por nuestro papel de informar y empoderar a los lectores con información alguien con la catadura moral de Baldizón, constituye un tremendo elogio porque nos indica que, modestamente, hemos hecho bien nuestro papel.
Como dijo Goethe oportunamente, en una frase que se ha atribuido con variantes a don Quijote, “Sus estridentes ladridos / sólo son señal de que cabalgamos”.