Gladys Monterroso
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“La Independencia en los países de América Latina fue un gran fraude del que fueron víctimas las clases más desfavorecidas.” Arturo Pérez Reverte
En los programas educativos, así como en discursos septembrinos, nos presentan el acontecimiento político denominado “independencia” desde un romanticismo hasta cierto punto enfermizo, en el que a las figuras de quienes participaron se les presentan como héroes, luchando por convertir al país en una nación libre e independiente, pero ante todo soberana, suceso este, por el que se dijo, nos convertíamos en dueños de nuestros destinos dentro del mundo como era en 1821, y que en esencia no ha cambiado.
En el contexto de la ilustración, con aires novedosos provenientes de la Revolución Francesa y la independencia de EE. UU., sumado a movimientos revolucionarios independentistas en América en general, tomando en cuenta que los movimientos latinoamericanos tenían como génesis las altas cargas impositivas de la corona española, la elite guatemalteca encontró el momento propicio para librarse de la llamada opresión española cubriendo con tintes de emancipación, lo que no era otra cosa que hacerse con poder total del país, por lo que la población no participó en una gesta que no existió.
La historia verdadera, distinta a la oficial, que siempre nos alcanza evidenciando la realidad de hechos que se nos cuentan como justas causas de enardecido idealismo, cuando no han sido más que actos por los que un grupo se une, para mantener el estatus quo al que están acostumbrados, y otros anhelan pertenecer, porque a eso se ha resumido la verdadera historia detrás de las falacias que históricamente nos han contado, que conforme pasa el tiempo, se ha develado la realidad que siempre alcanza a la historia que nos pretenden vender.
Toda la parafernalia con la que se supone se firmó la independencia, dista mucho de la realidad de esta, aún colonia, ya no española, porque hoy somos dependientes de muchas fuerzas, especialmente en el área financiera, de la que no nos hemos liberado, por lo tanto, no somos libres en absoluto, ni financiera ni políticamente, porque dependemos de lo que nos digan que debemos hacer, de las leyes que debemos aprobar, y de los socios con los que debemos contar.
¿Qué sucedió? Que los criollos guatemaltecos, así como los españoles residentes y otros personajes más con intereses económicos, encontraron el momento oportuno de desligarse no solamente de la corona española, también de otros actores que podían ejercer poder, entre ellos, la población en general, de la que se desmarcaron para hacer efectivos intereses personales, más no de nación, aunque los argumentos que utilizaron fueran medianamente democráticos porque necesitaban darle credibilidad al movimiento para el traslado del poder de España hacía ellos, no hacía la población olvidada históricamente, olvido que continúa, quienes estaban detrás del movimiento independentista eran parte de la oligarquía dominante a la que debemos en parte la pobreza imperante y a la que a posteriormente se sumó otro tipo de oligarquía totalmente corrompida que se ha enriquecido de cualquier negocio ilícito que podamos señalar, desde el contrabando de productos hasta el de personas, y otros más.
No cabe duda que lo que, inicia mal continúa igual de mal, porque esta historia no ha terminado, haciendo eco del dicho popular, salimos de las brasas para caer en las llamas, porque no solamente no somos independientes, menos soberanos, somos esclavos del siglo XXI financiera, económica, social cultural y políticamente no solamente de otras naciones, también de organismos internacionales que nos imponen agendas que no son las nuestras, eso sí, después de untarnos la mano con préstamos y donaciones que van a parar a manos de particulares, porque no han servido para satisfacer necesidades de la población, esto es una utopía, ha sido una utopía y será una utopía.
En ese contexto, el ser humano se puede evadir de los juicios legales, políticos e incluso los mediáticos, pero lo que no puede evadir es el soberano juicio de la historia, ¿Por qué? Porque los anteriores prescribirán en el tiempo, pero lo que se hizo o se dejó de hacer será evidente cuando la sociedad vea hacia atrás, se puede tapar el sol con el dedo un día, dos y más, pero en algún momento el sol rebasará al dedo y la podredumbre se apreciará en toda su magnitud.
Basta con observar el Acta de Independencia para contextualizar el momento real, porque quienes la firmaron no representaban a los demás componentes de la sociedad de ese momento, que se encontraron excluidos, si actualmente rondamos aproximadamente un 43% de población que se autodenomina originario (indígena). En 1821 este porcentaje era mayor, ¿Y los pobres, que siguen siendo una población mayoritaria, sumado a las mujeres que hoy somos casi el 52%? Esta parte de la población mayoritaria estuvo ausente de la llamada gesta cívica, encontrándose hoy aún ausente.
Soberanía es una palabra, que no existe más que en el ideario mágico, en el que vivimos los guatemaltecos.