Edith González
“No importa tanto si uno se enoja o no, sino cómo lo hace y con qué frecuencia”.
-Claudia Hammond-
Los tiempos que la humanidad vive son muy difíciles en todos los sentidos, económico, familiar, físico, profesional, y especialmente emocional. Porque es la emoción ese sentimiento que nos mueve, que nos permite hacer o nos detiene. Que nos lleva a la motivación de emprender o nos aleja de todo y nos hace sentir incapaces e inútiles.
Y esto lo manifestamos en nuestro estado de ánimo de manera errónea como ansiedad o tristeza, estaremos ante un enfado reprimido que al final, terminará manifestándose y generalmente de manera muy negativa. Así como no son saludables las explosiones de ánimo, tampoco lo es el enfado reprimido, una condición autodestructiva.
Cuando nos sentimos enfadados debemos empezar por identificar que desencadenó ese estado de ánimo. Pudo ser un suceso externo, como una agresión, o interno, como el recuerdo de la misma. Lo que muchas veces nos provoca frustración o miedo, cuando no manejamos la emoción de forma adecuada.
Ignorar la ira, o cualquier otro sentimiento, no es una opción saludable. La evasión no solo no resuelve el problema, sino que con frecuencia lo incrementa. Una parte importante del desarrollo personal consiste precisamente en encarar lo que se siente y saber qué hacer con ello.
En algunas ocasiones experimentamos ira y de forma deliberada, por considerar que es una emoción mala, dejamos de expresarla. Provocando que la energía no se disipe, quede contenida a presión, pudiendo ser muy peligrosa si explota. Lo que puede ocurrir en repetidas ocasiones. Tal el caso de las relaciones basadas en la intimidación, bien sean de pareja, laborales, de familia o de otro tipo donde existe un vínculo continuo provocando una cadena de enfados, que dan origen a un gran enfado reprimido, pero que no desaparece.
Lo que ocurre con frecuencia es que la hostilidad tiende a volcarse sobre uno mismo y termina provocando síntomas psicológicos o físicos, pudiendo llegar a enfermarnos por ello.
Cuando nos enojamos también se producen una serie de efectos fisiológicos que cambian la manera de funcionar del organismo. Se incrementa la presión sanguínea, se acelera el ritmo del corazón, aumenta la producción de adrenalina, alterando el equilibrio del organismo, hay desequilibrio en el sistema inmunitario, el sistema muscular crece y se torna más rígido, la respiración se acelera.
Si se experimenta con mucha frecuencia, puede hacer que una persona sea más propensa a desarrollar algunas enfermedades. Y al explotar, la persona suele perder por completo su autocontrol.
Lo propio del ser humano es expresar y por eso toda represión es fallida. La ira terminará encontrando una vía de manifestación, por lo general, a través del cuerpo. Y si una persona vive a la defensiva la ira puede convertirse en un patrón de conducta y llevar a fuertes depresiones.
Es importante aprender a aceptar los sentimientos propios. Reconocer que se está enojado es positivo, es un mecanismo de alerta y es importante escucharlo. Luego debemos tramitar esa señal para que no se convierta en un factor que haga daño a otros o a nosotros mismos.
¿A USTED QUÉ LO ENFADA, Y CÓMO LO RESUELVE?