Un amor que comenzó en el transporte urbano de la ciudad capital en 1983, concluyó en un duradero matrimonio que solo un cáncer pudo separar en plena pandemia del COVID-19 en 2020, cuando Lubia Ramírez perdió a su esposo y compañero de vida durante más de 37 años, no veía la luz en el camino hasta que el emprendimiento con el que soñaba su esposo, tener una panadería, fue su camino para avanzar con su vida con el apoyo de sus hijos.
Este 23 de junio es el Día Internacional de las Viudas, una fecha promulgada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para concienciar a la humanidad acerca de esta realidad que se afronta en todo el mundo.
La pérdida irreparable de un compañero de vida y cabeza de familia es una experiencia dura de afrontar, Lubia compartió con LH Nosotras cómo ha sido su vida en este camino.
EL INICIO DE UN AMOR
“Nos conocimos en el 83 en el transporte público el cual nos llevaba a nuestros trabajos, no fue un flechazo a primera vista, pero sí nos atraímos desde el inicio, conforme pasó el tiempo él me habló y así comenzó la relación”, cuenta Lubia.
Gabriel y Lubia fueron novios siete años, los dos se enamoraron perdidamente y compartían muchas cosas en común, luego de ese tiempo de noviazgo se casaron y tuvieron tres hijos: Andrea, Alysson y Gabriel.
Poco a poco su relación de matrimonio fue creciendo, luego del nacimiento de su segunda hija Lubia se dedicó por completo a la crianza y a su hogar, lograron obtener su propia casa, y su esposo era quien salía a trabajar.
“UN EXCELENTE ESPOSO”
“Mi esposo trabajó durante 25 años en una compañía internacional, él tenía que trabajar toda la semana y se iba seguido de viaje, eso me ayudó a que fuera independiente y sacar a mis hijos adelante. Pero él siempre estaba presente, fue un excelente padre, proveedor, un esposo, buen hijo y hermano”, menciona entre sollozos.
Como pareja siempre se llevaron muy bien, tenían los problemas cotidianos, sobre todo de carácter económico, pero lograron establecer un matrimonio bastante sólido, según cuenta Lubia.
Siempre que regresaba de sus viajes laborales se dedicaba de lleno a sus hijos, él proveía y Lubia cuidaba a los chicos; tras 25 años Gabriel se quedó sin empleo y fue un momento que les ayudó mucho a consolidar la relación.
UN CÁNCER
En 2019 Gabriel empezó a presentar molestías y dolencias en el estómago, al tiempo fue diagnosticado con cáncer de recto, fue una noticia muy dura para Lubia y sus hijos, pero la viuda menciona que fue un momento en el que también pudieron ayudarlo y cuidarlo mucho para estar más tiempo con él.
“Mis hijos sufrieron en silencio la enfermedad, y a mí me tocó la parte más dura, ver y acompañar los dolores de él, pero su fortaleza era increíble, yo me tiraba a llorar y él me levantaba, siempre tuvo mucha fe y fue un fiel catolico”, expresa Lubia sobre Gabriel.
Hay veces en que inclusive el sueño les vencía hasta las cinco de la mañana, y a las seis Lubia ya tenía que estar levantada para atender a su hijo menor, quien aún estaba estudiando.
A todo esto la enfermedad en Gabriel fue avanzando, en septiembre de 2019 fue operado del tumor, sin embargo, tenía que utilizar una bolsa de ostomía. Luego de este procedimiento la familia nunca pensó que el cáncer se iba a esparcir.
Lubia menciona que Dios les regaló seis meses más juntos, los cuales fueron los más lindos que tuvieron con él, muchos amigos y familiares siempre estuvieron pendientes, inclusive algunos apoyándolos de manera económica o con despensa, a pesar de que ellos no compartían sus penas económicas, siempre hubo una mano que los ayudaba.
UN SEGUNDO CÁNCER
“Comenzó a quejarse de mucho dolor de espalda, era porque tenía cáncer de pulmón, el 4 de marzo de 2020 nos dieron la noticia de que estaba en fase 4, que ya era un cáncer terminal y el 25 de marzo falleció, fueron días durísimos, pero todavía le dio tiempo de sentarme y decirme, como era tan responsable y organizado, lo que debía hacer”, narra Lubia.
Del 25 de marzo al día de hoy Lubia menciona que gracias a Dios está con sus hijos, y de todo lo que su esposo dejó dicho que debían de hacer lo han ido cumpliendo.
PROCESO DIFÍCIL
Perder a su esposo ha sido un proceso difícil para Lubia quien menciona que cuando Gabriel falleció ella sintió como si se le hubiera puesto un paredón del tamaño del cielo, en donde no veía forma a nada porque el amor que se tenían era tan grande que perduró hasta el último momento de su vida en donde siempre la tuvo agarrada de la mano.
Sumado a la experiencia también estuvo la pandemia, pues cuando él murió en Guatemala estaba instaurado el “toque de queda” por lo que no pudieron verlo y solamente lograron estar sus papás, sus hijos y su esposa, “un golpe muy duro», resalta Lubia.
Para la viuda ser el único rol de paternidad que ahora tienen sus hijos ha sido complicado, porque es consciente de que sus hijos necesitan la figura paterna, por ello agradece mucho a los hermanos de su esposo por siempre estar al pendiente de ellos. Además del apoyo de sus hijos hacia ella y viceversa les ha ayudado a mantener un balance.
EL SUEÑO DE SU ESPOSO
“Somos católicos y acostumbramos a rezar nueve días cuando la persona fallece, entonces la familia de él venía a acompañarnos a rezar en las mañanas por el toque de queda, al segundo día mi hijo me preguntó que qué les íbamos a dar a los tíos de comer. En la casa teníamos una caja de bananos entonces me dijo que si hacíamos zepelines, él nunca había hecho, pero me ayudó”, explica Libia.
Su hijo ofreció a sus tíos no solo para el momento, sino que para que llevaran y a otras personas también, y fue así como inició su emprendimiento de zepelines, él aprendió a hacerlos, los empacaban, iban a dejar y fue así como a raíz del fallecimiento de Gabriel, este nuevo viaje comenzó.
“Fue como una terapia del duelo el estar ocupados, mi hijo no dejaba que me quedara en la cama llorando, siempre me animaba a estar cocinando. El sueño de mi esposo era poner una panadería, así que una de nuestras metas ahora en honor a mi esposo es poder hacerlo”, asevera.
DOS AÑOS DUROS
Lubia reconoce que han sido dos años duros, que le ha costado mucho no tener a su esposo a su lado físicamente, pero le queda la satisfacción de haberlo acompañado hasta el último momento.
“Si le ayuda a alguien mi testimonio, a otras mujeres que están pasando la misma situación, decirles que Dios siempre nos ayuda, siempre está, no nos abandona, y hay que mantener la fe porque siempre nos pone personas en el camino cuando lo necesitamos. Y por eso siento el deber y compromiso de transmitir a otras personas que a pesar de que están pasando situaciones similares, no nos abandona”, finaliza.
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