Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
El Congreso está publicitando como un extraordinario logro la conformación de mesas de trabajo para la reforma de leyes con el fin de atender, supuestamente, el clamor de la gente que se exacerbó cuando las evidencias de que estamos inmersos en un sistema de corrupción e impunidad fueron irrefutables. Han pasado ya varias semanas desde la instalación de esas mesas que persiguen entretener la nigua porque ya sabemos el papel que juega el Congreso en todo este proceso de defensa a capa y espada del régimen de privilegios que se despacharon los políticos corruptos y sus socios que desde sus empresas o sociedades son los proveedores, contratistas o concesionarios del Estado.
Con el debido respeto para quienes con la mejor intención y buena fe han acudido al llamado de las comisiones para analizar las reformas, no debemos dejar que nos vean la cara de babosos porque nadie que entienda el papel que ha jugado el Congreso en el diseño, conformación e implementación del sistema de impunidad y corrupción puede creer que los diputados están realmente interesados en que se produzca el cambio para terminar con esos vicios en el país. Si se diera el cambio que hace falta, las primeras víctimas serían los diputados que compran sus curules y que luego recuperan su inversión mediante el Listado Geográfico de Obras o cuando reciben los cheques que les mandan las empresas que promueven las únicas leyes cuyo financiamiento es capaz de sacar de su eterno letargo al pleno del Congreso.
No me cabe la menor duda que hay personas que están verdaderamente motivadas para ver si logran impulsar cambios importantes a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, en la reforma del sector justicia, de la Ley de Compras y Contrataciones, así como a las normas de la Ley de Servicio Civil, pero obviamente están esperando peras del olmo porque, ya lo verán, el Congreso no está más interesado que en ganar tiempo para que se vaya diluyendo la presión social a fin de que lleguemos a las ansiadas elecciones para que el espejismo de un nuevo gobierno aliente en parte de la población de que un nuevo equipo de gobierno hará la diferencia. Los diputados, además, están tras la reelección y lo único que les interesa es que baje la presión de los grupos ciudadanos que han salido a las calles.
La apuesta de los políticos es que la gente se está cansando de protestar en apariencia inútilmente porque nada cambia. Sin embargo, resulta que la CICIG nos sigue demostrando que la corrupción no es un fenómeno aislado, con confines en solo unas cuantas instituciones, sino que está regado por todos lados y cada nuevo destape es una muestra de que esto no se compone con medias tintas ni con parches porosos. Pero, por supuesto, mucho menos con leyes que elaboren nuestros distinguidos diputados que son parte paradigmática del sistema que está haciendo todo lo posible (y hasta lo imposible como demostró la CC) para apuntalar el modelo de corrupción e impunidad que los ciudadanos queremos y podemos derribar.