En esta imagen difundida por Paramount Pictures, Tom Cruise como el capitán Pete "Maverick" Mitchell en "Top Gun: Maverick". (Paramount Pictures vía AP)

Al principio de “Top Gun: Maverick”, Tom Cruise se sube a su elegante motocicleta con sus gafas de sol de aviador y chaqueta de cuero con parches, y acelera en una máquina del tiempo. O, mejor dicho, somos nosotros los que hacemos un viaje al pasado.

Más de 30 años después de que Cruise sonriera engreído en su camino a las alturas en los años 80 como el inconformista piloto de la Armada cuyo nombre en código era Maverick, el actor retoma sin esfuerzo el personaje en un nuevo capítulo de “Top Gun” que es un viaje absolutamente placentero: un ejemplo de cómo hacer una secuela.

“Top Gun: Maverick” satisface al tocar todas las piedras de toque de la primera película: motocicletas rápidas, la canción “Danger Zone”, fetichismo militar, jefes de la Marina sin sentido del humor, pilotos haciendo deporte sin camisa, las cantadas en el bar… Y aun así se sostiene por sí misma. No está agobiada por su pasado como la última secuela de “Ghostbusters”, sino que se eleva al ofrecer respuestas y hacer eco de los problemas de la primera.

Cruise, por supuesto, retoma su papel de piloto de pruebas rebelde ahora basado en un rincón olvidado del desierto de Mojave, un simple capitán cuando debería ser un general porque sigue desafiando a la autoridad. Los años no han calmado al impulsivo y exaltado Maverick. Los pilotos hacen, argumenta, no rumian. “Piensas allá arriba que estás muerto”, dice. Este es Cruise en su versión más Cruise, enroscado, seguro y arrogante, con la dentadura brillando a la luz del sol.

Su otrora rival Iceman — interpretado por Val Kilmer — también está de regreso, ahora como un enorme fanfarrón de la Armada. Incluso Goose está vuelta, a través de su hijo Miles Teller, con un bigote similar y sumamente parecido a Anthony Edwards, el actor que interpretó al compañero fallecido en la primera película. Esa muerte se cierne sobre Maverick incluso 30 años después: “Háblame, Goose”, se susurra a sí mismo.

 

Algunas cosas han cambiado, por supuesto. Los Tomcats F-14A han sido reemplazados por los F/A-18 y los engreídos pilotos de la primera película han sido infiltrados por algunas mujeres igualmente engreídas. Desafortunadamente, parece que estos son los últimos días para hombres y mujeres en la aviación naval; los aviones sin piloto son más confiables y es lo que viene. “El futuro se acerca y tú no estás en él”, le dice a Maverick un oficial imperioso interpretado con deliciosa furia y calma por Jon Hamm.

Pero Maverick, al borde de la extinción, tiene un último trabajo para la Armada: entrenar a un grupo de jóvenes destacados para una peligrosa misión de bombardeo en Irán. Un inconveniente potencial: entre ellos se encuentra el hijo de Goose, cuyo nombre en clave es Rooster. ¿Será Maverick responsable de su destino?

El director Joseph Kosinski aporta una sensación visceral a la película, haciéndonos sentir claustrofobia en el cielo abierto mientras los pilotos se precipitan y desvían. Alterna maravillosamente entre escenas ruidosas en exteriores, con motores de aviones rugiendo, y escenas tranquilas en interiores con gente casi susurrando. También cambia del sol brillante a interiores oscuros.

 

Un toque bienvenido en el guion de Ehren Kruger, Eric Warren Singer y Christopher McQuarrie es un nuevo interés amoroso por Maverick. Jennifer Connelly interpreta a la dueña de un bar divorciada que tiene una casa en la ciudad, una casa en la playa, un velero y un Porsche; es decir, le va bien en su negocio. Pero tampoco es fácil de convencer por el inestable Maverick, y en una escena clave es ella quien pilotea cómodamente un bote mientras él es el despistado.

Este es un Maverick más reflexivo, más lúgubre. “Top Gun: Maverick” es, en cierto modo, una meditación sobre lo que les sucede a los rebeldes dotados más adelante en la vida. Está desgarrado por la culpa y en una escena es levantado y arrojado sin contemplaciones de un bar por el mismo pez gordo de hace 30 años. Lo notable es que Cruise parece haber encontrado una manera de frustrar el paso del tiempo. Con su cuerpo cincelado y su rostro juvenil, no se distingue de los pilotos tres décadas más jóvenes durante un partido de fútbol en la playa.

La cinta se ocupa de los asuntos personales de Maverick — cortejar a la camarera, reparar su relación con el hijo de Goose — mientras cumple su promesa como película de acción. Hay jets tirando de 10G, el sonido metálico de las palancas de mando de la cabina en marcha, peleas aéreas épicas y el gemido de la maquinaria que se resiste a las demandas que se le imponen. La acción incluso toma algunos giros inesperados y emocionantes. Así que súbete a la motocicleta de Maverick, abrázalo fuerte y acompáñalo en la carretera hacia la zona de peligro.

“Top Gun: Maverick”, un estreno de Paramount Pictures que llega a los cines a finales de mayo, tiene una clasificación PG-13 (que advierte a los padres que podría ser inapropiada para menores de 13 años) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por “escenas de acción intensa y algo de lenguaje fuerte”. Duración: 131 minutos. Tres estrellas y media de cuatro.

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