Alfonso Mata
Partamos de que las pandemias siempre terminan y hagámonos la pregunta ¿ha terminado? Desde el punto de vista preventivo y curativo no, pues siguen habiendo muertos, enfermos y contagios. En nuestro medio, sigue estando presente el virus en los diferentes grupos humanos y en todo el territorio nacional. La mayoría de los investigadores cree que la actual pandemia de SARS-CoV-2 se convertirá gradualmente en una gripe estacional más leve que generalmente aparecerá durante los meses de invierno, o verano, quién sabe, pero la incertidumbre al respecto aun es grande. Aún estamos a la espera de la mencionada e incumplida inmunidad colectiva y aún estamos a la espera de informar una rápida disminución de la propagación de la infección y ninguna muerte en las últimas semanas. Alarmante ver que eso se ha quedado en nuestro medio como promesa. La otra situación que produce incertidumbre y colapso es su control, ya que en todo el país la propagación de la infección continúa y se le atiende inequitativamente.
Pero nada más ignominioso en y desde los albores de la pandemia, que la corrupción en compras y adquisiciones estatales, no solo de vacunas, sino de aprovisionamiento de todos los recursos para combatirla y controlarla que con el tiempo irán saliendo a luz, no quedando en ello exonerado el comportamiento en lo privado, que se ha aprovechado de la circunstancias para lucrar en precios hospitalarios y tarifas profesionales, de lo cual no escapan con su silencio, los colegios y asociaciones profesionales. De manera que uno se pregunta ¿será que no termina la pandemia porque tanto el sector público como el privado la ven como forma de lucrar?.
Toda conjetura de desviación del objetivo del control de la pandemia resulta débil, pero no la duda. Si uno hace uso de la historia, se encuentra con cosas interesantes. La epidemia de SARS-1 hace casi 20 años, pasó más rápido que nuestra actual pandemia provocada por su primo el SARS-2, un virus con el que parece más difícil coquetear a pesar de que la anterior dejó grandes lecciones y divulgación suficiente de cómo prepararnos, qué tener listo, cómo vigilar y cercar su difusión y aun cómo tener listo vacunas para su contención y limitar daño todo eso se sabía pero … nada de eso se montó en forma oportuna y adecuada. Que va primero la salud o el negocio. La realidad muestra que optamos por lo primero, de eso no cabe duda, ante la evolución y los resultados que ha tenido la pandemia, pues de todos modos, la vida está más devaluada que en épocas de mamá camote.
Ya escucho la crítica: que un ejemplo nunca resulta suficiente: La gripe española fue una pandemia de H1N1 que duró de 1918 a 1920 y luego pasó sin que tuviéramos una vacuna ni supiéramos que la enfermedad era causada por un virus. La influenza posterior que afectó al mundo, la influenza asiática de 1957 H2N2 y la influenza de Hong Kong de 1968 H3N2, también pasó después de aproximadamente 2 años sin medidas especiales. Los virus que causaron estas pandemias, no han desaparecido sino que permanecen, pero ahora solo causan resfriados leves en forma de gripe estacional recurrente, ya que suficientes personas en la sociedad actual tienen un sistema inmunológico protector en funcionamiento, ya sea debido a antecedentes de infección o vacunación. Y aún hay más y novedoso: se piensa y creo que se está próximo a demostrarse, que «la gripe rusa», diferente a las otras, con pérdida del gusto y del olfato, una pandemia durante los años 1889-94, fue causado por un coronavirus (OC43) y antes de que terminara se estimó que más de 1 millón habían muerto a causa de su enfermedad. Pero incluso esa pandemia pasó sola. Pero, ¿se aplica todo eso al SARS-Cov-2, el virus con su propio comportamiento? Creo que COVID-19 se conocerá en un futuro en nuestro medio como la pandemia de los negocios corruptos, a la vez que de los grandes fraudes y de devaluación de un ejercicio profesional honesto en nuestro medio. No lo deseo pero hay fuerte tendencia a que en los próximos años, los países con altas coberturas de vacunación y muchos anticuerpos en la población (no creo que nos podamos contar entre ellos), tendrán brotes leves, mientras que en países donde no es así, se seguirán experimentando epidemias graves en ciertos grupos de población y territorios, con consecuencias más graves en la más baja socioeconómicamente. Y en medio de todo esto, aunque se empiezan a ver efectos positivos de las vacunas, más de medio mundo continua en espera de más vacunas aprobadas y más eficientes. En el mundo probablemente se señalará producto de esta pandemia la inmoralidad de las farmacéuticas por sus ganancias astrales, aunque algunos digan que en negocios no existe inmoralidad alguna. Mientras tanto, se continúa buscando con esperanza, nuevos tratamientos que puedan aliviar el covid-19 y reducir daño y mortalidad.
Ante lo dicho ¿qué cabe esperar? pues bien, que el esquivo SARS-CoV-2, con todas sus variantes, saltos y brincos, continúe intentando sobrevivir y multiplicarse en un mundo financiero y profesional que hace de todo para que constantemente eso le deje buena ganancia, mientras la naturaleza de la pandemia sigue su curso, afectando con grandes diferencias en velocidad de propagación y patologías al mundo y a las naciones perturbando su vida social y económica, a unos más y a otros menos, siempre peor a los más pobres.
Lamentablemente, la incertidumbre es grande y solemos basar nuestras previsiones del SARSCoV2 en cómo se comporta habitualmente el virus de la gripe. El coronavirus difiere en muchos aspectos: tiempo de incubación más prolongado, personas infectadas que están enfermas durante un período de tiempo más prolongado y, con mayor frecuencia, vemos condiciones residuales a largo plazo. Alguien ha descrito la COVID-19 como una gripe a cámara lenta. El coronavirus también parece ser más sensible a cómo nos comportamos y nos vemos afectados por los cierres, pero también cuando las comunidades vuelven a abrir. Al menos dos riesgos parece claro que se controlan mejor en vacunados: el riesgo de enfermarse gravemente o morir que lo tienen próximo a cero en personas por debajo de los cincuenta y un poco mas en los por encima pero nunca igual a los no vacunados ni contagiados. El riesgo de infectar a otros también se reduce en los vacunados, al menos a la mitad según datos presentados.
Y mientras los centros de innovación de las empresas farmacéuticas desarrollan soluciones para seguir a todo vapor sus negocios, la ciudadanía guatemalteca parece haber encontrado otra entretención con la guerra Ucrania Rusia y bajo ese escenario, las unidades de salud tornan a su cotidianidad y el sistema nacional de salud, pese a la experiencia vivida, está muy lejos aún de empezar a documentar y analizar: Qué podemos aprender unos de otros y cómo terminar las diferencias. De tal manera que la pasividad del sistema de salud continúa: ¿Qué está elaborando una mejor visión del suministro de medicamentos para un futuro próximo de una pandemia? ¡Ni de broma! De organización social, de vigilancia, de capacitación ¡No piense imposibles!. Formulando la toma de medidas necesarias para realizar un seguimiento externo continuo y rentable a fin de prevenir y gestionar situaciones de escasez como las vividas con la COVID-19 ¡no! eso va contra lo rentabilidad de grupos de poder. Que investiga cómo debe llevarse a cabo la colaboración entre los actores que participan en el control y el monitoreo del desarrollo de una pandemia de manera adecuada y rentable; ¡No! va contra lo rentabilidad de grupos de poder. Que realiza estudios de factibilidad de tareas destinadas a aumentar la preparación del servicio de salud y mejorar el acceso a medicamentos y dispositivos médicos en tiempos de crisis y no crisis. ¡No! va contra lo rentabilidad de grupos de poder. Y como dicen los expertos, perdón grupos de poder: compilar una imagen nacional de la disponibilidad, ubicación y consumo de medicamentos, nunca será tarea prioritaria del sistema de salud.
En resumen: nada cambiará. Como moscas (políticos y grupos de poder, malos profesionales) verán la pandemia como un pedazo de azúcar. Responsabilizar a alguien o algunos ante lo que sucedió, ¡ni de chiste! no se señalará a nadie. Somos muchos los responsables del fracaso y del desastre.