Juan Jacobo Muñoz
-Yo veo que vos estás tranquilo, como que la vida te sale bien. En cambio, a mí siempre se me complica todo; tengo una forma de ser que es un desastre. Si no arruino las cosas al principio las arruino al final, pero igual las echo a perder.
-Supongo que algo hay de eso, pero también pienso que estás dramatizando un poco las cosas y eso te está sirviendo para quejarte, pero no para hacer algo al respecto.
-Para vos es fácil porque no tenés cosas que lamentar. Así, hablar no cuesta nada.
-Eso creés. Tal vez yo tenga más cosas que debería lamentar que vos; pero ya me amargué lo suficiente. Ahora me gustaría que mis errores y mi manía autodestructiva de antaño te sirvieran. Yo tenía miedo de no valer lo suficiente y terminé diciéndome justamente eso con las cosas que hacía.
-No me des por mi lado, te estoy diciendo que mi vida se va por un caño y estoy que no veo la puerta.
-Entonces hacé lo que tenés que hacer y ya.
-Y, ¿qué tengo que hacer?
-Según yo, para afrontar el futuro, que es lo único con lo que contás en adelante, tendrás que encarar el pasado. Todos los problemas de autoestima y autorreconocimiento vienen amarrados a la historia de uno y posiblemente a hogares displicentes. No digo que esto sea una causa, sino que más bien es como una explicación que nos ha servido para justificarnos. Todos somos parecidos en eso. El truco puede ser ese, que no te justifiqués tanto con tu historia, todo el mundo puede hacer eso. Entendete con tu interior.
-Es imposible que no vea mis defectos, y está claro que al final todo es culpa mía. Es obvio.
-Hay otras cosas que son obvias, y se terminan obviando.
-Es que cuando siento, ya hice algo que no quería, ni siquiera me doy cuenta cuando ya lo hice y me tengo que arrepentir. Me siento hasta una mala persona cuando veo lo que hago y termino culpándome por algo.
-Quedate solo un tiempo. Cuando nadie nos ve es cuando más podemos vernos. La conciencia es la que más puede ayudarnos a ser. Conciencia es darse cuenta y tener advertencia.
-Soy una mala persona vos, una mala persona. No creo que haya nada más que ver.
-Todos tenemos puntos ciegos, zonas de oscuridad que se nos van revelando todos los días y en formas muy peculiares. Son esas zonas desbocadas y hasta entusiastas que nos dan alivio cuando aparecen, pero que pueden lastimar lo que vale la pena proteger. Uno debería cuidar lo que le hace bien y no destruirlo.
-Pero, si no lo hago a propósito.
-No digo que sea intencionado. Estoy hablando de nuestros malos hábitos, los que pueden corromper y hasta pervertir con mezquindad todo lo que tocan.
-Eso suena demasiado macabro vos.
-Así somos si nos descuidamos. Yo no puedo olvidar que llevo un lobo dentro, y que si se llega a sentir hambriento va a atacar. Ante él soy muy vulnerable y es capaz de llevarme a hacer cosas que me hagan sentir vergüenza de mí mismo.
-O sea que yo tengo razón, uno puede ser realmente malo. Yo soy mi peor enemigo y voy siempre conmigo.
-Digamos que sí, si te apetece verlo así. A ese lobo llamémosle ahora nuestra ira, esa que deriva indefectiblemente de la frustración porque las cosas no son como queremos. En ese sentido la culpa es nuestra si querés, por estar esperando cosas imposibles; ¿cómo no frustrarse de esa manera? El deseo es un arma de doble filo.
-Pero es imposible no desear cosas, si no quedaríamos estancados.
-Depende como nos planteemos ante la tarea de desear. Lo que no tiene sentido es desear lo que no será, y para eso solo queda la humildad de atender la realidad y sus limitaciones. Acordate que no somos dioses. Lo más cercano que tenemos para acariciar los imposibles que deseamos, es el autoengaño; por eso no paramos y por supuesto por eso nos estrellamos con alguna pared. Es desesperante no querer ser uno mismo y paradójicamente también tener que ir en contra de uno mismo.
-Pero si todo es tan inconsciente como te estoy entendiendo, estoy muerto.
-No si te atrevés poco a poco y en base a tus equivocaciones, a ir haciendo consciente lo que ahora es inconsciente. Tampoco te equivocás en tantas cosas, tus puntos ciegos deben ir en cierta dirección y te estarás equivocando siempre en lo mismo. Por ejemplo, si vos crees que ser buena persona es fundamental, te vas a morir en la raya queriendo ser bueno siempre, y seguramente vas a querer que la gente reconozca lo bueno que sos. Ese deseo sería tu zona oscura. Y si querés ser amado, vas a forzar muchas cosas para obligar a alguien a que te ame, y como ese no es el camino, vas a sufrir por consecuencias vergonzosas y sentimientos de desamor. Y así, moririrías en tu ley, queriendo darte la razón, y esa sería tu oscuridad.
-O sea que hasta en las cosas buenas vos.
-Principalmente esas. Y no solo es cosa de darse cuenta sino de buscar cual es la mentira infantil que yace debajo de tan nobles acciones. Es algo así como despojar de su disfraz esa parte narcisista y perversa que lucha por aparecer.
-Que rabia vos. Ahora me la pusiste más difícil.
-Diste en el clavo, es rabia. La ira es una cercana consejera. Ya te dije que viene del deseo desmedido y de la frustración. El mundo entero está enfermo de ira.
-Y ¿qué puedo hacer con la mía?
-Abrazá a tu ira como a una hija muy querida, pero también muy berrinchuda. Abrazala para calmarla, no la querrás matar porque no vas a poder. ¿Qué le dirías a esa niña? Tal vez que no se asuste, o que la querés. Decile que todo va a estar bien, que nada es para siempre. Que está bien que no se rinda pero que se suavice y que no deje que su corazón se endurezca. Ayudala a madurar, amala nada más.
-Creo que tengo varios hijos así vos; el miedo, el entusiasmo, la tristeza, la duda.
– ¡Ves, eso es la conciencia! Ahora solo se amoroso con vos y tu pequeña familia.