Por: David José Escobedo Mayén.
Temas políticos e históricos, como la unión de naciones y la idea de progreso, son tratados por Emmanuel Kant con el más apasionado rigor en este libro: Filosofía de la historia: publicado por el Fondo de Cultura Económica. Al contrario de lo que suele pensarse acerca de que la meditación histórica y el pensamiento político de Kant son reflexiones muy contemporáneas.
Para el gran demiurgo del idealismo filosófico, se puede trazar el curso pasado y futuro de la historia humana, así como los físicos y astrónomos pueden trazar el curso pasado y futuro de los objetos y planetas que recorren el espacio/tiempo. Por eso, su admiración a Johannes Kepler e Isaac Newton en alguna parte de su obra.
Para realizar tal trazado, Emmanuel Kant parte del análisis de las disposiciones naturales de la raza humana e infiere que la conjugación de instintos naturales, razón y experiencia, diera como resultado, en el inicio de los tiempos. Así los hombres poco a poco fueran revelándose de la tutela natural con la cual la Naturaleza los sujetó; emancipándose del estado salvaje-natural para entrar al reino de la libertad, el trazado de la historia humana sigue su curso, obedeciendo leyes naturales al igual a como el curso de los planetas obedece a la ley de la gravedad.
Sobre la base de tal premisa, Kant desarrolla su filosofía de la historia y del progreso, elaborando una serie de predicciones que darán forma a los cuerpos jurídicos políticos de las modernas sociedades liberales occidentales. Hay un determinismo y una teleología natural que jala al hombre a su último destino, que no es más que el de una ciudadanía mundial o cosmopolita, en la que habrá una constitución civil estatal de carácter global.
Los seres humanos por todos lados estamos prescritos, hay miles de mandamientos ocultos o explícitos en las miles de circunstancias y situaciones creadas por el hombre. Este es el acicate existencial que nos ha impulsado a buscar nuestra libertad, tanto de obrar como de pensamiento, en el transcurso de milenios. Pero ¿cómo el ser humano es determinado y libre a la vez? La respuesta está en la autonomía de la voluntad, que es como una tijera que rompe con las mallas causales que influyen en la actividad fenoménica del hombre.
Como vemos, la historia es, sobre todo, la línea que cuenta la libertad de los seres humanos o mejor dicho, conquistando su libertad. En el ejercicio individual egoísta de esta, los hombres se oponen entre sí y chocan, y a consecuencia de esos choques, crean grandes cuerpos políticos y jurídicos (constituciones civiles y gobiernos, por ejemplo) en los cuales todos los individuos que los componen, ceden parte de su libertad individual para poder gozar de la seguridad que trae el vivir en grupo. De forma análoga, los Estados se oponen entre sí y chocan, y por causa de esos choques, crean cuerpos jurídicos políticos supranacionales para alcanzar la coexistencia pacífica entre Naciones.
En la Ilustración del siglo XVIII, la raza humana llega a la madurez, a la penúltima etapa de su destino final, palabras más, palabras menos, eso pensaban los filósofos racionalistas de ese siglo, incluido Kant. Por fin, los seres humanos podrán empezarse a plantear de forma planificada el problema de la libertad para todos y todas, pensaban los más optimistas. Y para que haya libertad no se necesita más que una cosa: ilustración. Un hombre (o mujer) ilustrado es aquel que ejerce la capacidad de servirse de su propia razón sin estar sujeto a la tutela de otros. Y un pueblo ilustrado es aquel que dirige y planifica todas las fuerzas de su Gobierno para que sus ciudadanos sean ilustrados. Nace la idea del progreso histórico.
Ya pasaron más de 200 años de las reflexiones de Emmanuel Kant (1724-1804) acerca de la historia. Cabe preguntarse, ¿es posible que tales reflexiones tengan vigencia para explicar el mundo de la década de los veinte del siglo XXI? Los rumores de guerras entre Estados por “razones” de competencia geoeconómica; el concubinato existente entre el poder político y la religión que se da en muchos países del mundo occidental; los regresos de los Nacionalismos ideológicos en sus formas neo fascistas; los irracionalismos y la crisis de valores de las sociedades liberales, nos interpelan, y nos indican que la idea del progreso histórico debe ser modificada, revisada, para que pase de un análisis lineal, a uno no lineal, con altibajos.
Es indudable que todos los Tratados, Acuerdos y Convenios de Derecho Internacional Público que pregonan la paz y todas las seculares Constituciones que plasman la separación entre el Estado e Iglesia, son fenómenos jurídico-políticos que fueron fuertemente influenciados por el razonamiento kantiano acerca de la paz entre Estados y la libertad de conciencia religiosa.
Pero también es indudable, que la noción kantiana de progreso histórico debe ser reformulada y modificada para explicar la anti-razón, el irracionalismo y hedonismo que el mismo progreso tecnológico y político ha engendrado en casi todos los seres de la especie. El progreso también engendra retraso. Y así como Kant se inspiró en los mejor de la ciencia de su época para elaborar su teoría filosófica, de la misma manera los nuevos filósofos debieran inspirarse en los últimos descubrimientos de la ciencia para explicar las paradojas del mundo actual.
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