Los engaños lógicos de la metafísica

 

Henri Bergson (1859-1941) es uno de los filósofos franceses más importantes de este siglo.  Aunque en la orientación general de su filosofía se manifiesta un cierto subjetivismo o intuicionismo (la filosofía consiste en el análisis de los datos o intuiciones inmediatas de la conciencia), esto no obsta para que se deba ponderar el valor de muchas de sus aportaciones. Bergson elaboró una crítica muy interesante del positivismo y del materialismo mecanicista, sin por ello renegar del conocimiento científico. Además, realizó interesantes reflexiones sobre la relación entre la inteligencia y la práctica, mostrando su estrecha vinculación. Respecto a la metafísica clásica, Bergson mostró, como veremos en el texto, la raíz de muchas de sus tesis en la absolutización del concepto y de la lógica como fuentes indubitables de verdad. El problema está en que la alternativa que Bergson propuso (la vuelta a la intuición originaria) puede deslizarse hacia el misticismo y el irracionalismo. (*)

* González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005.

 

Porque el desprecio de la metafísica por toda realidad que deviene radica precisamente en que (…) una existencia que deviene no le parece lo suficientemente fuerte para vencer la inexistencia y para sostenerse a sí misma. Por esta razón se inclina a dotar al ser verdadero de una existencia lógica, y no psicológica o física. Porque la naturaleza de una existencia puramente lógica es que ella parece bastarse a sí misma, y parece sostenerse por el solo efecto de la fuerza inmanente a la verdad. Si yo me pregunto por qué los cuerpos (…) existen en lugar de la nada, no encuentro respuesta. Pero el que un principio lógico tal como A=A tiene la virtud de crearse a sí mismo, triunfando sobre la nada por toda la eternidad, eso me parece natural. La aparición de un círculo trazado con yeso sobre la pizarra es cosa que necesita de una explicación: esta existencia física no tiene por sí misma una razón para existir. Pero la «esencia lógica» del círculo, es decir, la posibilidad de trazarlo según una cierta ley, es decir, en definitiva, su definición, es algo que me parece eterno; ella no tiene ni lugar ni fecha (…). Supongamos entonces un principio sobre el cual reposan todas las cosas y que todas las cosas manifiestan una existencia de la misma naturaleza que la de la definición del círculo o la del axioma A=A: el misterio de la existencia se desvanece, pues el ser que está en el fondo de todo se muestra entonces tan eterno como se muestra la misma lógica. Pero ello nos costará un sacrificio bastante fuerte: si el principio de todas las cosas existe como un axioma lógico o una definición matemática, las cosas mismas deben entonces manar de este principio como las aplicaciones de un axioma o las consecuencias de una definición.

(Tomado de L’évolution créatrice, 1907)

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