Luis Fernandez Molina

luisfer@ufm.edu

Estudios Arquitectura, Universidad de San Carlos. 1971 a 1973. Egresado Universidad Francisco Marroquín, como Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (1979). Estudios de Maestría de Derecho Constitucional, Universidad Francisco Marroquín. Bufete Profesional Particular 1980 a la fecha. Magistrado Corte Suprema de Justicia 2004 a 2009, presidente de la Cámara de Amparos. Autor de Manual del Pequeño Contribuyente (1994), y Guía Legal del Empresario (2012) y, entre otros. Columnista del Diario La Hora, de 2001 a la fecha.

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Luis Fernández Molina

La Copa del Mundo tiene el atractivo que se celebra cada cuatro años. La víspera, la espera, la excitación, etc. son sentimientos que van madurando a lo largo de esos 48 meses. Por otra parte, la logística de armar los combos de los países clasificados impone pausas y programación. Por eso es mala la idea de algunos directivos de la FIFA de celebrar la competencia cada dos años. Con ello se desvaloriza. Pierde parte de ese encanto que lo consagra por la espera. A ello se debe agregar la logística que significaría los procesos clasificatorios cada año. Ni que viviéramos solamente del fútbol. Aún los aficionados, como yo, le perderíamos sentido.

Pero claro, el fútbol es un negocio. Los directivos saben que controlan el cuerno de la fortuna. Manejan un quehacer que distribuye mucho dinero en las diferentes actividades que se van desplegando desde que la pelota empieza a rodar en la gramilla. Por lo mismo tratan de exprimir al máximo las posibilidades de las que saben que disponen. Es una interminable cascada que va repartiendo millones a todos los actores empezando por los jugadores, luego las cadenas de televisión, la industria de la publicidad, los implementos y vestimenta deportiva, el montaje de los eventos en los estadios y todo lo que se consume, etc.

De allí surgió la iniciativa de programar los mundiales cada dos años. ¿Por qué no aprovechar toda esa infraestructura que ya está montada? Cada dos años se duplican las ganancias. Algo parecido sucedió en el fútbol americano: al principio los juegos eran los domingos; en los años 70 se les ocurrió programar juegos los lunes en la noche (Monday Night Football). Si cada transmisión les genera grandes utilidades entonces por qué no aprovechar al máximo y programar más juegos. De esa cuenta hace un par de años aparecieron los juegos los días jueves (Thursday Night Football) y hasta los sábados al final de la temporada. Saben los organizadores que tienen a la audiencia y la quieren aprovechar hasta donde se pueda. Lo ven bajo esa perspectiva porque todo el conjunto es, como arriba indico, un gran negocio. En Guatemala nuestro fútbol también podría ser un negocio rentable. Independientemente del Barcelona, la Juve y el Manchester City los chapines queremos una competencia agradable en nuestro territorio, tal vez no de los despliegues técnicos de aquellas ligas, pero algo que sea nuestro.

Hace algunos años había un “Campeón Nacional”, hoy día se ha desvalorizado ese concepto. En España el vigente campeón de España es el Atlético de Madrid; el campeón de Inglaterra es el Manchester City y el PSG el de Francia. Ahora bien, pregunto: ¿Quién es el campeón de Guatemala? En aquellas ligas hay un campeonato secundario que no da sombra al campeonato nacional: Copa del Rey, FAA Cup, etc. En Guatemala hemos seguido un formato, aprobado por FIFA y que se implementa en varios países latinoamericanos en que hay un campeonato clausula y otro apertura, los que se suceden casi de inmediato. Todavía se escuchan los ecos de los aplausos al flamante campeón Malacatán cuando da inicio el campeonato clausura (curiosamente al inicio del año). Siguen verdes los laureles y ya cantamos los goles de la nueva temporada. Son aspectos de nuestro fútbol que deben revisarse para hacerlo más atractivo y que lo siga la población, especialmente la del interior del país.

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