Factor Méndez Doninelli
Por estos días en que gran parte de la humanidad se llena de regocijo por las fiestas navideñas, que los hogares se iluminan de sonrisas en un ambiente de alegría, armonía, amor y paz, cuando abundan los buenos deseos, se multiplican los sueños y se reparten parabienes y esperanzas de felicidad, bienestar y prosperidad, para muchas familias es un tiempo de tristeza por la pérdida de seres queridos arrebatados por la maldita pandemia de la Covid 19. A pesar de las adversidades y los tiempos difíciles, quiero por este medio compartir con ustedes una particular y especial gratitud.
Como muchas personas saben, este diciembre sufrí en el término de los primeros quince días dos fuertes colapsos que provocaron una delicada situación de salud, misma que me llevó al borde del lado oscuro, pero que, gracias a la ciencia, a los médicos y medicamentos estoy superando y confío en lograr pronta mejoría y completa recuperación.
Es por eso que quiero dejar constancia de mi profundo agradecimiento, en primer término, al doctor Arturo Monsanto, extensivo a todo su equipo de médicos, enfermeras, enfermeros y demás personal sin excepción del hospital San Pablo, donde estuve recluido varios días y de quienes recibí una oportuna, eficaz y excelente atención, finos cuidados y sobretodo un trato digno y humano. Esa conducta social y humanista de profesionales de la salud como la del doctor Monsanto y su equipo, marca la diferencia y contrasta con la voracidad mercantilista neoliberal, desmedida y ambiciosa que caracteriza a la mayoría de comerciantes inescrupulosos de la salud que lucran a costa del bienestar de la población.
Extiendo este reconocimiento a mis amigos los doctores Víctor Hugo Hernández Anzueto, por su incondicional atención, apoyo y solidaridad permanentes, a Tecún Piedrasanta por las oportunas intervenciones en situaciones de crisis, a mi cardiólogo Héctor Mora por todas sus atenciones. Agradezco también a la doctora Marilyn Domenica Aguirre Jerez del Centro de Justicia Laboral del Organismo Judicial, quien durante una de mis primeras crisis me brindo los oportunos primeros auxilios y cuidado profesional que mi difícil condición requería. A ella y ellos gratitud infinita.
A mis compañeras y compañeros, con quienes históricamente compartimos y creemos en la utopía de un nuevo amanecer luminoso para la Patria, que están pendientes de mi evolución y estado de salud. A mis amigas y amigos, colegas de trabajo que compartieron preocupaciones comunes por mí dañada condición de salud.
A mi familia nuclear, que mediante el amor me transmitió la fortaleza necesaria para salir adelante y ganar la batalla. Hasta ahora, una vez más logré burlar a la muerte. Durante interminables días y noches de terrible pesadilla estuve en el lado oscuro, pero con el ocote que me dieron los abuelos iluminé la noche, vencí a la oscuridad, encontré el sendero y regresé a la luz.
Y aunque a muchas y muchos les disguste. He vuelto, de nuevo estoy de pie. Finalizo recordando lo que dice la estrofa de una vieja canción del histórico Quinto Regimiento durante la resistencia española contra el fascismo: “Y si me quieres escribir, ya sabes mi paradero, en el frente de batalla, primera línea de fuego.”
¡FELIZ NAVIDAD! HO…HO…HO…HOOOO.