Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

post author

Por Jorge Santos

Hace un par de meses escribí en este mismo espacio que, desde hace varios años venimos oyendo la cantaleta de la sacrosanta “estabilidad macroeconómica” y de la urgente necesidad de aumentar las tasas de crecimiento económico, con la cual han presumido los últimos gobiernos, pero las preguntas necesarias sobre este hecho son ¿para qué? ¿para quién? y ¿a costa de quiénes? se logra dicha “estabilidad” y “crecimiento”.   Este mismo argumento ha sido utilizado por el actual presidente Giammattei para intentar revestir su pésima administración.  Tan sólo el año pasado, en medio de la grave crisis sanitaria por Covid-19 y de una crisis económica que afectaba a la población, fue anunciado con bombos y platillos que, Guatemala era el segundo país de la región con el mejor desempeño económico.

Y este año no es la excepción, ya el presidente del Banco de Guatemala, salió a anunciar recientemente que finalizaremos el año con un crecimiento económico de 7.5% lo cual implica alcanzar un porcentaje mayor al previsto para este año. La gran pregunta frente a este hecho es: de qué sirve el crecimiento económico y la estabilidad macroeconómica, si no se transforma en bienestar para la población, si no implica una mejoría en sus condiciones de vida.  Muy por el contrario, esta condición de crecimiento y estabilidad en los precios agregados pareciera ir acompañada de incrementos en la deteriorada condición de vida de las y los guatemaltecos.

Mientras en los interiores de Casa Presidencial y en las cámaras empresariales celebran con finas viandas, la población sufre el incremento de la pobreza, la desnutrición y la falta de ingresos para agenciarse de los recursos más elementos de la existencia humana.  Este crecimiento económico que sólo es observable en documentos y en cifras oficiales, se palpa y vive en la cotidianidad guatemalteca, con el incremento de la presencia de personas con banderas blancas en toda la ciudad, con dramas humanos que dan cuenta que ese crecimiento económico, nunca llega a los bolsillos de la inmensa mayoría guatemalteca.

Mientras este criminal gobierno de Giammattei y las bandas delincuenciales que le soportan en el poder celebran por lo alto, miles de guatemaltecos y guatemaltecas son expulsados del país, forzados a huir de este país ante la falta de desarrollo, empleo, educación, alimentos, justicia y democracia. Mientras los crápulas celebran, un accidente desnuda la cruda realidad de la migración a la que se ve forzada una ciudadanía harta de falta de oportunidades y de garantía de derechos humanos.

Ojalá y el cambio que demandamos del Estado, vaya acompañado de una transformación del modelo económico y que el gran objetivo de la política económica, no sea la estabilidad de los macro precios o el mero crecimiento económico, sino el bienestar de la persona a través de verdaderos mecanismos de redistribución de la riqueza y que el mismo sea coherente con el desarrollo de políticas sociales que permitan aumentar y mejorar las condiciones de vida de la población.

Artículo anteriorGratitud
Artículo siguienteYo soy quien soy