Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Hablar de la Huelga de Dolores sin pensar en el doctor José Barnoya García, a quien sus compañeros estudiantes de medicina bautizaron como El Sordo por sus prominentes orejas, es imposible. Cierto es que su padre, el también Doctor Joaquín Barnoya había sido uno de los huelgueros más notables de la generación del 20, pero sin duda que Chepe se ganó a pulso y por méritos más que propios la posición de figura emblemática de esa actividad estudiantil que es mezcla de holgorio y desahogo con un ejercicio de civismo en la crítica seria de la realidad nacional. Obviamente Chepe no era sólo un huelguero, sino que además se graduó de médico y cirujano y luego se especializó en Urología, destacando en ese campo en el que nos brindó atención a miles de pacientes.

Yo conocí a Chepe como resultado de la estrecha amistad que hubo entre su padre y mi abuelo. Joaquín (la Chinche) y Clemente fueron ambos huelgueros en sus años universitarios pero conformaron además la que Epaminondas Quintana llamó la Generación del 20 y recuerdo desde mi infancia la presencia tanto de la Chinche como de Chepe en los cumpleaños de mi abuelo y en cualquier celebración familiar.

Posteriormente traté más a Chepe como resultado de la estrecha amistad que siempre tuvo con mi suegro, el también doctor Carlos Pérez Avendaño, con quien se portó de una manera especialísima siempre y, sobre todo, en la época final cuando el cáncer estaba ya haciendo terrible mella en ese otro viejo médico. Chepe y su hijo Joaquín eran de los asiduos visitantes en esos prolongados meses de padecimiento y la chispa de Chepe siempre arrancaba más de una sonrisa cuando soltaba su fina ironía ante el colega que ya se preparaba para entregar el equipo.

A lo largo de muchos años tuve la suerte de departir con él y con su esposa Chita, quien se le adelantó en el tránsito de la vida y murió hace varios años, dejando esa muy linda familia que hoy llora pero sin dejar de recordar la jodona personalidad tan peculiar de quien nunca dejó de ser parte de la huelga estudiantil creada por su padre y otros estudiantes en la segunda década del siglo pasado.

La Chabela, ese peculiar esqueleto que según dicen fue idea de la Chinche para ser utilizado como emblema de esa expresión de los estudiantes, ahora recibe a Chepe, como bien dijo en su mensaje en redes sociales el doctor Edwin Asturias. Pero es importante decir que el No Nos Tientes prácticamente desde su existencia hasta la última edición de este año, siempre tuvo algún aporte Barnoya porque tanto la Chinche como El Sordo nunca dejaron de escribir algo. Y Chepe tenía la peculiaridad de que podía usar hábilmente su innata chispa para abordar con finísima ironía y su infaltable “ánimo chingón”, aún los tópicos más complejos de la realidad nacional.

Con la muerte de Chepe se cierra, pues, una tradición de más de cien años de Barnoyas como figuras esenciales del movimiento estudiantil en su versión huelguera. Pero más que reunirse con la Chabela, es con la Chita, como él le decía, que se produjo ayer la reunión más importante. Y me contó su hijo Joaquín que en los momentos finales empezó a repetir el nombre de Clemente, mi abuelo, por quien siempre tuvo un enorme aprecio.

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