Mientras el buque escuela Guayas, el velero insignia de Ecuador, hacía viaje de instrucción en aguas internacionales del océano Pacífico recibió la orden de interceptar un semi sumergible del narcotráfico que había sido detectado por los aviones de vigilancia de Estados Unidos.
La distancia entre las dos embarcaciones era de 160 millas. El Guayas, en su máximo despliegue de velocidad, podía alcanzar hasta los diez nudos (18,52 kilómetros por hora) mientras que esas embarcaciones alcanzan fácilmente los 40 nudos (más de 74 kilómetros por hora).
Era una situación dispareja, pero la diosa fortuna estuvo del lado de los ecuatorianos.
El comandante del buque Guayas, Álvaro Cadena, relató la noche del jueves desde alta mar a The Associated Press que la noche del 21 de octubre recibió la orden del Comando de Operaciones Navales de interceptar al semi sumergible porque era «el único buque en toda el área marítima que estaba más cercano, por lo cual se decidió cambiar de rumbo» para cumplir la misión.
Esa coincidencia implicó el primer guiño de la fortuna. «Navegué a vela (durante quince horas) y llegué a la interceptación a vela, porque estaba haciéndole seguimiento toda la noche y si había algún cambio tenía que encender máquina obligadamente como lo hice al final», señaló.
La fuerza y dirección del viento fueron claves para el acercamiento, en un nuevo giro de la suerte.
El Guayas «no es un buque para este tipo de actividades de interceptación, pero considerando la situación asumimos la responsabilidad tomando todas las precauciones del caso para hacer el abordaje porque son delincuentes y eso fue un riesgo para nosotros».
Una de las rutas más conocidas del narcotráfico desde Sudamérica hacia Estados Unidos es la del océano Pacífico, por donde circulan botes de alta velocidad con cargamentos de cocaína desafiando los controles de los países de la región y de los aviones estadounidenses P3 que desde al aire pueden ubicarlos pero deben contar con apoyo marítimo para interceptarlos.
Este tipo de buques insignia, como el Guayas, son comunes en el continente americano, donde los futuros oficiales y tripulantes ponen en práctica la teoría enfrentando las corrientes marinas con velas al viento y desarrollando habilidades de navegación.
Estos veleros insignia, verdaderos embajadores de los mares, se han convertido en símbolo de cada país, como el Cisne Branco, de Brasil; el Gloria, de Colombia; La Unión, de Perú; el Esmeralda, de Chile; el Libertad, de Argentina y más al norte el Cuauhtémoc, de México, y el Eagle, de Estados Unidos, entre otros.
El semi sumergible apenas contaba con uno de sus tres poderosos motores fuera de borda en funcionamiento, lo cual equiparó la velocidad de las dos embarcaciones y permitió finalmente la interceptación.
El Departamento de Defensa de Estados Unidos y la Fuerza de Tarea conjunta Inter-Agencial enviaron una carta, a la que tuvo acceso AP el viernes, a la marina ecuatoriana felicitándola «por la impresionante y creativa manera de emplear el buque Insignia de la Armada» y la tenacidad de la tripulación que «no se limitó a la captura de una embarcación de bajo perfil, que transportaba drogas, (sino) también detuvo a cuatro diestros tripulantes».
La comunicación agregó que en cuatro décadas de existencia de la fuerza de tarea conjunta «nunca habíamos experimentado un hallazgo asimétrico de tal magnitud».
Uno de los desafíos que afrontaron los marinos del Guayas fue coordinar un operativo para el cual no estaba diseñado el buque, como bajar el bote de abordaje al agua, lograr el descenso del equipo uno por uno y luego invertir el proceso.
En el buque ecuatoriano hay 147 oficiales y tripulantes, entre ellos 35 estudiantes que pronto se convertirán en oficiales y que cumplen un crucero de instrucción desde el 10 de septiembre que los ha llevado a Perú y luego a El Salvador y Panamá. Tienen previsto regresar al puerto ecuatoriano de Guayaquil el 19 de noviembre, tras 70 días de navegación e instrucción.
El teniente de navío Andrés Realpe, designado como jefe del abordaje realizado el 22 de octubre a medio día, contó a AP que la ejecución de la operación tomó una hora y media con la intervención de seis efectivos «hasta tomar el control positivo de la embarcación y reducir a los cuatro tripulantes que se encontraban dentro de ella».
Añadió que «el peligro se pudo sentir en todo momento al no tener información precisa y clara… pero como marinos de guerra nos preparamos para asumir riesgos, enfrentar peligros» al tiempo que señaló que «no sabíamos cuántos eran, si contaban con armamento y otros detalles».
Sin embargo, agregó, «al verse cercados por el buque y el bote pequeño salieron a cubierta y tuvieron una respuesta cooperativa».