Los abetos negros, una especie clave en el paisaje boreal durante milenios, están perdiendo su resistencia y capacidad de regeneración ante el calentamiento de las temperaturas y los incendios forestales.
De mantenerse, esta situación podría dar lugar a un cambio ecológico en todo el paisaje que tendría un impacto complejo en la región, incluyendo una aceleración del deshielo del permafrost y una pérdida de valiosa biodiversidad.
En la América del Norte boreal, los suelos gruesos y esponjosos en los que crece la picea negra están formados por musgo de turba y líquenes que retienen muy bien la humedad, pero cuando se secan son muy inflamables.
La picea negra depende de los incendios para su regeneración -sus conos se abren con el calor y dejan caer las semillas sobre el suelo orgánico carbonizado-, pero este último estudio, publicado en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ (PNAS), indica que los incendios más severos que arden a mayor profundidad en estos suelos de turba están provocando un cortocircuito en el proceso de regeneración.
Al sintetizar los datos de más de 1.500 lugares afectados por el fuego, los investigadores descubrieron que la capacidad de regeneración de la picea negra tras el incendio se redujo en el 38% de los lugares y fracasó por completo en el 18% de los casos, cifras nunca vistas antes en una especie evolucionada para prosperar tras el fuego.
Los cambios significativos en los regímenes de incendios forestales están llevando a los bosques de picea negra a un punto de inflexión, más allá del cual esta especie emblemática puede perder su lugar como especie arbórea dominante en la América del Norte boreal.
«Esta tendencia es especialmente alarmante por su posible impacto en el almacenamiento de carbono en el Ártico», afirma en un comunicado el doctor Brendan Rogers, científico asociado del Centro de Investigación Climática Woodwell y coautor del estudio.
«En muchas partes de la región boreal, las capas de suelo musgoso que promueven la regeneración del abeto negro también aíslan el permafrost –prosigue–. Sin embargo, a medida que aumentan los incendios y estos bosques se secan, la pérdida de bosques de picea negra podría acelerar el deshielo del permafrost y desencadenar un bucle de retroalimentación del calentamiento, empujando a la picea negra a su punto de inflexión y facilitando la liberación de cantidades masivas de carbono del permafrost a la atmósfera».
La pérdida generalizada de la picea negra también tiene implicaciones para la biodiversidad, especialmente para las especies de caribúes que pasan el invierno en el bosque y se alimentan de líquenes. Tanto el caribú de tierra como el caribú boreal, especies culturales importantes para las comunidades del norte, ya están en declive en todo el continente y sufrirían más pérdidas si el ecosistema se aleja de los bosques de picea negra y líquenes que les proporcionan alimento y refugio.
«Básicamente, a medida que el clima se calienta, el aumento de las temperaturas en el Ártico hace que los bosques de picea negra se sequen, y cuanto más seco es el sistema, más vulnerable es a los incendios», explica la doctora Jennifer Baltzer, titular de la cátedra de investigación sobre bosques y cambio global de la Universidad Wilfrid Laurier y directora del estudio.
«A medida que el cambio climático sigue empujando estos sistemas hacia un estado cada vez más seco, es más probable que se alcancen estos puntos de inflexión, con impactos devastadores en el bioma boreal y en el resto del mundo», alerta.