Foto La Hora: Archivo

 

 

Miguel Ángel Asturias es uno de los escritores más importantes del país, con reconocimientos internacionales como el premio Lenin de la Paz (1966), y el Nobel de Literatura (1967). En Guatemala recibe el Quetzal de Jade (otorgado por la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG). Su obra literaria proyecta a Guatemala en todo el mundo, y sus libros han sido traducidos a más de 30 lenguas. Hombres de maíz, El señor presidente y parte de su obra poética, reflejan el pensar y decir del guatemalteco y parte de su historia.

 

 

Eva

Vestida de hojas, sin peinarse, fría

la expulsan del Edén, mas si Dios quiso

que saliera desnuda, Eva sabía

que llevaba en el cuerpo el Paraíso.

 

El muro del enojo ardía en llamas,

bien que era inútil defender la ruta

del Árbol de la vida, llanto en ramas,

al que faltaba la dorada fruta.

 

El mar se carroceaba en los carrizos

de la flauta de Pan, Señor Padrino

de ayuntamiento en que primerizos,

hombre y mujer aúnan su querencia

y tienden de lo humano a lo divino,

puente sobre la muerte a la existencia.

Caudal

Dar es amor,

dar prodigiosamente,

por cada gota de agua

devolver un torrente.

Fuimos hechos así,

hechos para botar

semillas en el surco

y estrellas en el mar,

y ¡ay! del que no agote,

Señor, su provisión

y al regresar te diga

¡Como alforja vacía

está mi corazón!

Ulises

Íntimo amigo del ensueño, Ulises

volvía a su destino de neblina,

un como regresar de otros países

a su país. Por ser de sal marina.

Su corazón surcó la mar meñique

y el gran mar del olvido por afán,

calafateando amores en el dique

de la sed que traía. Sed, imán.

Aguja de marear entre quimeras

y Sirenas, la ruta presentida

por la carne y el alma ya extranjeras.

Su esposa lo esperaba y son felices

en la leyenda, pero no en la vida,

porque volvió sin regresar Ulises.

El color de tu voz

El color de tu voz, manjar del ruido

de Dios sobre las cosas, confabula

el saber del amor y del olvido,

cuando desde tu sueño me modula.

 

Lo que la abeja de juncal zumbido,

al tímpano del lago que coagula,

silencios hondos para hacerse oído,

en el agua y en mí ¿qué es lo que ondula?

 

Al tembloroso golpe de un idioma

¿qué es color que se pinta con aroma?

Memoria infiel que guarda los colores,

del mundo de mi amor y no el sonido:

padezco de olvidarme lo vivido

que me repite, sin cesar, amores.

Credo

¡Credo en la Libertad, Madre de América,

creadora de mares dulces en la tierra,

y en Bolívar, su hijo, Señor Nuestro

que nació en Venezuela, padeció

bajo el poder español, fue combatido,

sintióse muerto sobre el Chimborazo,

resucitó a la voz de Colombia,

tocó al Eterno con sus manos

y está parado junto a Dios!

¡No nos juzgues, Bolívar, antes del día último,

porque creemos en la comunión de los hombres

que comulgan con el pueblo, sólo el pueblo

hace libres a los hombres, proclamamos

guerra a muerte y sin perdón a los tiranos

creemos en la resurrección de los héroes

y en la vida perdurable de los que como Tú,

Libertador, no mueren, cierran los ojos y se quedan velando!

 El amor

¡Ah, suave afán, cabal e inútil pena,

clima de una piel tibia como un trino,

en secreto misterio la cadena

forjando está con sólo ser divino!

Astral tonicidad de sus recreos,

preciosa soledad de sus combates,

en linterna de alarma sus deseos

quemando está de campos a penates.

Eternidad de pétalo de rosa,

silencio azul de álamo que aroma,

manjar de sombra con calor de esposa,

fruto prohibido que en el polen yerra,

tejiendo está con alas de paloma,

el vestido de novia de la Tierra.

***

Selección de textos Roberto Cifuentes Escobar.

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