Blanca Gómez, una guatemalteca con el corazón dividido entre GT y EE. UU.

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El deseo de superarse y generar oportunidades para sus familias motiva a miles de guatemaltecos a migrar y una de esas historias es la de Blanca Gómez, originaria de Escuintla y residente en Nueva Jersey. La guatemalteca ha estado más de 25 años en Estados Unidos y con varios empleos sostuvo a sus hijos, aunque eso representó uno de los sacrificios más grandes que puede hacer un padre: estar lejos de ellos por mucho tiempo.

Recientemente tuvo la oportunidad de volver a ver a su hija en un emotivo reencuentro en Guatemala que tardó más de dos décadas en concretarse.

Blanca inició su relato para La Hora Voz del Migrante dejando claro que su principal objetivo al migrar era ofrecerles una vida mejor a sus hijos y familia.

Ella era madre soltera en Guatemala, tenía tres hijos y 22 años, “la necesidad me obligó a venirme para acá, mi tío me ayudó”, recordó.

Si bien pudo volver al país, esto ocurrió después de 25 años de estar trabajando en Estados Unidos y lo hizo para “conocer” a su hija que optó por quedarse en Guatemala.

En el caso de sus otros dos hijos, que eran más pequeños, logró con el tiempo reunirse con ellos en Nueva Jersey, pero tras largos y difíciles periodos de tiempo. Por ejemplo, su hija más pequeña solo tenía 9 meses cuando ella migró y volvió a verla cuando ya tenía 13 años.

 

DE TRABAJADORA DE UN CLUB DE MILITARES A MIGRANTE

En Guatemala trabajaba en una base militar y era encargada del Club de Oficiales en el Puerto de San José, Escuintla de donde es originaria.

Con mucha emoción, recordó que practicó paracaidismo, algo que le gustaba hacer, pero lamentablemente su salario no le alcanzaba y surgió en ella la inquietud de migrar, aunque no fue fácil tomar esa decisión.

Como la primera vez no logró llegar a EE. UU., trabajó en una finca de café en México, porque no tenía dinero para volver a Guatemala y fue cuando su tío decidió apoyarla.

“Yo más que todo vivía con mi abuela, no me gustaba Escuintla a mí, porque me crié en la zona 6, pero en ese entonces como mi hija estaba pequeña me quedé en la Base Militar, en ese entonces yo ganaba unos Q800 al mes, yo intenté venirme sola sin la ayuda de nadie, pero no pude pasar, era muy difícil y mi tío me ayudo”, contó.

 

UN ABRAZO Y LÁGRIMAS EN LA DESPEDIDA CON SUS HIJOS ANTES DE SALIR DE EE. UU.

Al volver a Guatemala para intentar de nuevo migrar, vio a sus hijos por última vez en mucho tiempo y con la voz entrecortada y lágrimas, remarcó que tiene ese recuerdo guardado en su memoria.

“Vine y les di su último abrazo y se quedaron llorando, ha sido muy difícil porque ellos lo recuerdan mucho, les ha afectado mucho, aunque ya los tengo aquí, mi mamá se quedó con ellos”, destacó.

 

SU PRIMER TRABAJO FUE EN UNA EMPRESA PROCESADORA DE CARNE DE POLLO

Al llegar a Estados Unidos se estableció en Nueva Jersey y adaptarse a una nueva realidad sin sus hijos era lo más complejo, su primer trabajo fue en una factoría de pollo en donde debía retirar los cueros y huesos, “era frío y creo que es el peor trabajo que he tenido, fue de lo más duro”, reiteró.

A pesar de todo, ganaba US$125 a la semana, un ingreso muy superior a lo que obtenía en Guatemala.

 

LOS GIROS DE LA VIDA

Tiempo después se casó y tuvo dos hijos más, pero a uno de ellas le diagnosticaron un tipo de artritis que le impedía caminar como al resto de niños, así que debió hacer un esfuerzo extra para dedicarse a su cuidado.

Con su trabajo, Blanca no solo ha logrado ayudar a sus hijos, sino también a sus primos que han necesitado de apoyo.

 

EL CUIDADO DE NIÑOS LE PERMITE TRABAJAR Y VELAR POR SU HIJA

Debido a la atención que su hija necesitaba, dejó de trabajar porque necesitaba de terapias, “entonces comencé a cuidar a niños, tenía hasta 18 niños, pero a unos solo los iba a dejar a las escuelas, así pasé varios años”.

Si bien la recuperación fue un proceso difícil, pero lo han ido superando poco a poco y ella es quien la motiva a seguir adelante.

Además, tuvo otro trabajo por aproximadamente 18 años en una empresa que se dedicaba a la pintura de piezas de aviones, “les hacíamos el proceso para que no oxidarán, ahí estuve 18 años, pero cuando vino la emergencia pedí quedarme en casa, pero ya no me llamaron”.

 

LOS SENTIMIENTOS DEL RETORNO

“¿Qué no sentí?”, señaló la guatemalteca cuando se le preguntó qué emociones sintió al volver a estar en su país para reunirse con su hija mayor, por momentos, la voz se le entrecortaba y tomaba aire.

“Después de haber dejado Guatemala hacía casi 30 años, quería conocer a Guatemala, yo soy muy patriota en la base me decían que quien era mi madre y yo decía que mi país, yo no paraba de llorar, esa vez toda mi familia casi treinta personas me salieron a encontrar al aeropuerto, fue una experiencia muy linda volver al país y ver a la gente”, mencionó.

Una de las primeras cosas que comió a su regreso fue un vaso de atol y tostadas de frijol, comida que dice le supo a gloria, “lo saboreaba y decía que era lo más sabroso”.

Aunque la guatemalteca ya tiene su vida establecida en Estados Unidos, asegura que extraña Guatemala y a veces le gustaría “dividirse en dos” si eso fuera posible.
Su mensaje para los migrantes es que nunca se olviden de su patria y que tengan presente su origen, “allá vivimos todo lo maravilloso y lo más bello, no nos olvidemos y no perdamos nuestras costumbres y raíces porque somos de Guatemala”.