A lo largo de la pandemia, por diversas razones, me ha tocado conocer y estar cerca de algunos casos de Covid-19 en los que los pacientes se confiaron al suponer que lo que estaban padeciendo era una simple gripe o un catarro, dejando pasar días críticos hasta empezar a sufrir serias complicaciones que obligaron a su hospitalización. Y los médicos de los hospitales han mostrado su frustración por lo mucho que espera la gente para buscar ayuda, tanto así que en muchos casos llegan en estado crítico.
Debo decir que he conocido al menos dos casos en los que médicos particulares contribuyeron a la gravedad de sus pacientes al decirles que no se preocuparan, que su dolencia era un catarro o gripe que pasaría rápidamente sin más acción que la de reposo y abundante hidratación. El caso es que cuando tardíamente se busca ayuda médica, especialmente ahora que los hospitales están ya saturados, el riesgo que se corre es tremendo y por ello, sin pecar de alarmistas, es preciso entender que en la duda es preferible pecar de exagerado que de confiado.
El pasado fin de semana los cuerpos de socorro informaron de un notable incremento de casos en los que debieron trasladar a pacientes a los centros asistenciales y por el lado de los hospitales públicos se está informando de que están prácticamente saturados y que no pueden brindar la atención deseada a todas las personas que acuden ya en condiciones extremas. No cabe la menor duda que ahora, cuando ya en muchos lugares del mundo, incluyendo nuestro vecino El Salvador, se ha avanzado mucho en la inmunización con el uso de diferentes vacunas, los guatemaltecos estamos a la zaga porque fuimos estafados por ese sucio negocio del que ya tanto se ha dicho y escrito.
Pese a lo grave de la situación no se observa ninguna acción del gobierno para orientar adecuadamente a la población sobre qué hacer cuando se empieza a padecer de los síntomas. La falta de comunicación efectiva para explicar a la ciudadanía cómo debe reaccionar ante la sospecha de contagio es patética pero termina siendo reflejo del descalabro que históricamente se viene dando en materia de salud pública desde que ese sector se convirtió en viña para la corrupción.
Hoy por hoy es fundamental hacer cualquier esfuerzo por controlar esta creciente ola que está cobrando ya demasiadas vidas y si bien es cierto que los ciudadanos tenemos mucho que aportar con una actitud responsable y cuidadosa, también lo es que hace falta, a año y medio de que empezó todo esto, un papel más proactivo de las autoridades para insistir, hasta el cansancio, en la importancia de las medidas de prevención.
La nueva donación de vacunas ofrecidas por Washington será de gran ayuda porque permitirá evitar que millón y medio de guatemaltecos sufran complicaciones en caso de contagiarse, pero la cantidad de personas no vacunadas sigue siendo demasiado alta y eso significa que los ciudadanos tenemos que redoblar nuestros cuidados.
Estoy seguro que en las condiciones actuales cualquier campaña que se diseñe con el fin de informar seriamente a la gente sería publicada sin costo en los diferentes medios del país porque este no es tiempo de pensar en cómo hacer pisto sino cómo salvar vidas. Algo que, por lo visto, no entienden en el gobierno.