Heidy Marroquín
Escritora
Tengo frente a mí Si Vuelves y no estamos de Gabriela Miranda. Mientras intento organizar las ideas, me sorprendo al encontrar entre mis archivos un texto que escribí después de ver la serie documental Los días de Ayotzinapa, en 2019. El texto va así: Son balas, / son luces y miedos / la esperanza de un dos de octubre / y el ansia de la mañana. Continúa con la descripción del sueño de encontrar a los desaparecidos, la aflicción de los padres, la impasibilidad de un presidente y la mirada tierna de una madre.
Si vuelves y no estamos es un poemario delicado por su temática. Desde el título me arriesgo, me pregunto si estoy lista para rememorar los hechos. Es que, es imposible leerlo sin abrirse a la memoria. Es imposible leer la obra de la poeta mexicana Gabriela Miranda sin escuchar la Vereda tropical y reconocerse a sí misma, reconocer que sí: el alma muere de esperar.
La poeta gira su mirada sobre los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa Raúl Isidro Burgos ubicada en el estado de Guerrero, México, quienes desaparecieron durante el ataque que la policía de Iguala desencadenó contra ellos la noche del 26 de septiembre del 2014. La mirada de la autora es la mirada de los seres queridos que los siguen buscando y de la memoria colectiva, no solo de México, sino de aquellos quienes nos sentimos involucrados. Escribir un libro así, implica la empatía por las familias golpeadas por la tragedia y que en su búsqueda han exigido al gobierno y a la sociedad que no deje de contar hasta cuarenta y tres, que no se les abandone en su lucha. El libro transita entre dos caminos: el de los muchachos que no están y el de quienes se han quedado buscándolos. La obra de Gabriela es una vela encendida en esos caminos, que no se apagará hasta que sean encontrados.
En cada poema la esperanza crece, hay un grito que se conduele. Cada poema es un paso de quienes caminan honrando su memoria, cada verso es la fotografía que llevan en sus manos. En ningún lugar del mundo debería existir una conmemoración por desaparecidos, me digo. En ningún lugar del mundo. Los acontecimientos del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014 se convirtieron en los ojos de quienes ahora mismo se preguntan a dónde se los llevaron y exigen que se los devuelvan. Quizá ante la ausencia de respuestas, los seres queridos se sientan también un poco desaparecidos.
La obra es un recomenzar del recuerdo, de las preguntas; pero también de las heridas. Presenta la espera que no es inmóvil, sino que se desplaza por cada rincón de los territorios de la memoria. Hay una entrañable relación entre Si vuelves y no estamos y la naturaleza. Miranda nos lleva de la mano a recorrer el camino de la ausencia y el de la resistencia a través de ella. La naturaleza convoca a los seres que nos faltan, sus energías se unifican con el pesar de la voz poética, como se puede evidenciar en el siguiente poema:
Mi dolor tiene sol y lluvia,
lo puedo envolver en una sábana y sacarlo a pasear.
Puedo ponerlo en mi ombligo
masticarlo, escupirlo.
Duele.
Me duele como este país que arrastro.
La tierra que dejaron los estudiantes los reclama con un grito. Por eso, es frecuente encontrarnos con las referencias a ella. Hay un lugar que les pertenece y no están para ocuparlo, se trata de una tierra herida que gira alrededor de la ausencia; «pero nuestro corazón es terrestre, /defendemos la vida como un oficio del mundo.» dice Miranda. El poemario retrata que, sobre todo el dolor están las aves, las flores, las semillas, el mar, el agua, los árboles… retrata la resistencia a la vida, a pesar de la tierra empapada de sangre.
Me une a esta tierra un cordón umbilical de
/sangre nueva,
esta tierra bombardeada se levanta tocándose
/los labios con la lengua.
amanecerá floreando
contra toda certeza, no morirá.
En algún punto del poemario ya no es Miranda, sino la madre, el padre o la abuela que a través de su canto suplica el regreso de quien no está. El poemario es también la denuncia persistente contra los militares, gendarmes de la injustica y el horror, y la denuncia por la sangre que también fue derramada en aquel acontecimiento. Miranda nombra a los 43 estudiantes, no con sus nombres de registro, sino con la ternura: «con las cosas que amamos y que no queremos dejar ir.» dice. Si vuelves y no estamos es un planeta que gira alrededor de la ausencia, con gratitud y resistencia hasta encontrarlos.
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