Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz Lemus

No podría sostener que la moral es una ideología, aunque a veces me lo parezca. No sé si es una colección de ideas o un camino que nunca termina de recorrerse. Lo que si sé, es que los humanos somos un mar de pareceres diversos.

Nuestra especie tiene características, entre otras que a todos nos es muy fácil sentarnos de pierna cruzada y esperar a ver cómo se equivocan los demás para emitir con autoridad juicios sumarios. Lo vemos a diario en la crítica implacable de una humanidad que parece estar llena de certezas para todos los temas.

Las ideologías corren el riesgo de llevarnos a los grupos humanos, a ser un poco una secta. Podemos ver cómo se analizan de manera distinta las acciones de alguien, dependiendo de quien se trate. Atendemos los hechos más por las personas que por los valores, especialmente si la persona que hay que considerar es uno mismo.

Todos estamos en contra de quitar la vida a alguien; bueno, digamos mejor que muchos, no todos. Pongamos ahora que alguien llega a su casa y encuentra a un hombre, puñal en mano, violando a uno de sus hijos. Casi sin pensarlo toma un objeto y lo deja caer sobre la cabeza del perpetrador que tiene allí mismo la consecuencia de morir. Hay una víctima, es el fallecido, y el homicida debe ir a la cárcel mientras se averigua, lo que generaría opiniones contrarias. ¿Y si el violador fuera otro hijo suyo?

Otro ejemplo. Llega alguien a su casa y descubre que su padre es un ladrón. Lo sabe porque encuentra al señor en una habitación contemplando el botín. La pregunta es simple, ¿saldría corriendo este hijo o hija a una estación de policía a denunciar a su padre?

Todos tenemos un listado severo de lo que está bien y lo que está mal, que nos sirve incluso para presentarnos en sociedad. A veces se cumple, pero hay ciertos momentos en los que nadie nos ve y hacemos lo contrario. Pareciera que estamos más apegados a la vergüenza que a la convicción.

La cognición no es ponerse a reflexionar y deliberar con pensamiento discursivo, eso es filosofía. Más bien, se trata de como trae uno armada la cabeza; llena de normas, valores, preceptos, prejuicios, consignas, heurísticos, dogmas; la moralina. La cognición termina siendo la ideología que caracteriza a una persona, pero también a un colectivo; ya sea un movimiento cultural, religioso, político, artístico, hasta criminal. De ahí que seamos proclives a juzgar más que a pensar.

Mi punto es que no se debe ser frívolo al momento de emitir opinión, y que cualquier conducta humana debe analizarse tomando en cuenta las singularidades de cada caso y el contexto en que se da. Cuántas cosas tendrán que juntarse para que algo pase de la manera en que pasa.

Está claro que como humanos no nos entendemos porque estamos aferrados a nuestras ideologías, y porque no hay intercambio sino imposición. Las generalidades hacen eso y caen fácilmente en la falacia de una generalización imperfecta.

La ley, por ejemplo, es un modesto intento por implantar algún orden; pero cuantas injusticias se cometen en su nombre, posiblemente por no atender los detalles de cada caso particular. Parece imprudente, constituirse en juez severo y hasta verdugo, creyendo que se tiene razón siempre, solo porque hay una razón general. Está bien tener un punto de referencia, eso está claro; pero sin correr el riesgo de caer en una rigidez que no venga al caso, porque el riesgo es que aquello se convierta en algo perverso. El principio de respetar la verdad podría ayudar a que las cosas queden de la mejor manera posible.

Los valores son íntimos y deben gestionarse así, no imponerse como si fueran recetas infalibles. Y aunque sea un asunto de todos, en lo individual se requiere de un ego que dé la cara, y para eso se necesita de uno que sea tolerante a lo inevitable y sobre todo a la realidad.

Además, quien dice que soy yo la persona que debe decir lo que sí y lo que no. Es demasiada egolatría; tanta, que hasta el mismo Narciso cayó en el estanque hasta ahogarse por contemplarse con tanta fruición.

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