Factor Méndez Doninelli
Dedicado a la memoria de Juan Luis Molina Loza, joven revolucionario y dirigente estudiantil universitario, a 50 años de su detención ilegal y posterior desaparición forzada o involuntaria cometida el 13 de enero de 1971 por elementos del ejército guatemalteco.
Fue en plena época de lluvia, en mayo de 1971, hace cincuenta años que descubrimos el cementerio clandestino localizado en una de las cimas del cráter del volcán Pacaya de Guatemala. Sucedió durante la dictadura militar contrainsurgente del general Carlos Manuel Arana Osorio (1970-1974) conocido popularmente como “El chacal de Oriente” aludiendo a su comportamiento brutal y sanguinario que aplicó a opositores políticos cuando dirigió la base militar de Chiquimula, ubicada en el Oriente del país.
El cementerio clandestino en el Pacaya continúa impune hasta el día de hoy, tuve participación activa en el descubrimiento y junto a un grupo de periodistas y otras personas fuimos testigos oculares de no menos de diez restos óseos allí encontrados todos con su vestimenta intacta, esparcidos sobre la gruesa capa de lava apagada en un área aproximada de 12 metros cuadrados, a flor de tierra y distante a unos 80 metros del cráter principal que como es sabido se mantiene en permanente erupción.
Aunque este hecho histórico está escrito y documentado en la prensa nacional de aquellos días, es desconocido para la mayoría de personas, es un acontecimiento del que poco se habla a pesar que después de descubierto y conocida públicamente su existencia el ejército ocupó las aldeas aledañas al volcán, cercó y bloqueó todos los accesos para ascender al cráter, expulsó a los cuerpos de socorro de bomberos y Cruz Roja que llegaron al lugar alertados por nosotros, suponemos que los militares recogieron y cargaron los restos o los enterraron en el mismo lugar, nunca se supo que hicieron con ellos y por último, nos acusaron de “guerrilleros y comunistas”. Ante los hechos y las pruebas abrumadoras sobre la existencia del cementerio clandestino, la respuesta del ejército y del entonces Ministro de la Defensa fue negar responsabilidad en las ejecuciones, afirmando que el que esto escribe era un “reconocido guerrillero que quiere desprestigiar al ejército”. Lo que aquí narro es historia escrita que como dije, es información pública disponible en los archivos de la Hemeroteca Nacional.
Meses antes de ser descubierto, corrían insistentes rumores incluso publicados en medios escritos y noticieros de radio y televisión, afirmando que en el cráter del Pacaya había un cementerio porque el ejército lanzaba cadáveres desde naves aéreas para calcinar los cuerpos y borrar evidencias comprometedoras. Esta versión sin pruebas no tenía sustento. Al poco tiempo todo cambió, por esos días me desempeñaba como Asesor Jurídico de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU), un día llegó a mi oficina un grupo de campesinos residentes de una de las aldeas que rodean al mencionado volcán afirmando que ellos podían confirmar que en el cráter del Pacaya había un cementerio con varios cadáveres y que nos podían guiar hasta el sitio exacto.
Documentamos la información, verificamos datos, visitamos la aldea, comprobamos la residencia de los denunciantes, planeamos el ascenso, fijamos fecha para la expedición, convocamos a periodistas y fotógrafos nacionales para documentar la denuncia, los campesinos nos guiaron para ascender al cráter, por cierto que la brecha para llegar al sitio fue un arduo esfuerzo por lo difícil del acceso, llegamos al área del macabro hallazgo y comprobamos que lo que era un simple rumor sin fundamento, resultó ser una verdad absoluta. Continuará.