María Alejandra de León Quiñonez
Escribir de un problema que afecta a nuestra querida patria, es un tema de suma importancia para el país. Sin embargo, muchas personas lo han ignorado debido a que se ha vuelto algo tan normal que forma parte de la cotidianidad de millones de guatemaltecos. Hace muchos años se creía que la corrupción era un “crimen sin víctima” debido a que no se tenía una percepción clara de quienes sufrían las consecuencias. No obstante, hoy por hoy hemos sido testigos de las grandes víctimas y el impacto negativo que ha tenido la corrupción contra los intereses de la colectividad y de cada uno de los ciudadanos.
Desde hace varios años el país atraviesa una coyuntura crítica que no le ha permitido avanzar en el desarrollo cultural, social y económico debido al inoperativo e ineficaz desempeño que han tenido los gobiernos durante su periodo de mandato. Esto se demuestra a través de las denuncias de gigantescas redes de corrupción que han sido pruebas contundentes de la transgresión que ha sufrido el sistema representativo, republicano y democrático del país.
Ahora bien, si nosotros como ciudadanos comprometidos anhelamos hacer un cambio, es importante destacar que para que una estrategia funcione y sea viable, se debe conocer el impacto nocivo que causa la corrupción dentro de la sociedad, ya que sería poco viable implementar estrategias sin que la misma población sea consciente de que necesitamos un cambio y combatir una lucha que por años ha sido ardua pero no imposible.
Es menesteroso analizar los efectos contraproducentes que el flagelo social de la corrupción conlleva con relación a las personas más vulnerables, esto como producto del enriquecimiento ilícito, impunidad de dichos actos, mal manejo de fondos, déficit fiscal y el endeble sistema democrático donde la labor de los funcionarios públicos ha girado alrededor de intereses personales y la cooptación del Estado. Considero que tener oportunidades que otras personas no tienen nos hace ser responsables de luchar por la vida de estas personas vulnerables que se encuentran en condiciones de desventaja. Al ser Guatemala un país sumamente desigual e injusto, donde tristemente la persona que no cuenta con un poder adquisitivo o con la capacidad de adquirir bienes y servicios, queda sin acceso a servicios esenciales como educación, salud, nutrición, electricidad, etc., socavando sus derechos humanos.
Esto expande la brecha entre los que cuentan con mayores recursos económicos y oportunidades. Bajo esta primicia no podemos seguir permitiendo llamarles a estos bienes y servicios “derechos, puesto que, si los derechos que yo tengo no los tienen los demás, no pueden ser llamados derechos sino “privilegios”.
Es posible que no veamos el cambio en cinco años, puesto que los grandes cambios requieren tiempo y dedicación, ¡despierta Guatemala! somos el presente y futuro de este maravilloso país y es un deber dejar una huella que marque el inicio de una nueva Guatemala para que nuevas generaciones perciban y sigan desarrollando los grandes cambios que hoy por hoy podemos comenzar. Removamos nuestra conciencia no solo para ser profesionales, sino ciudadanos dignos que luchen por el bienestar de sus compatriotas.