Flaminio Bonilla

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Flaminio Bonilla Valdizón
flamabonilla@gmail.com

Desde mi óptica ciudadana y jurídica necesaria satisfacer la vindicta pública y ver detrás las rejas a unos cuantos exfuncionarios y funcionarios actuales, porque es de los corruptos la culpa de que no tengamos medicinas en los hospitales, no tengamos carreteras transitables para sacar los productos, no tengamos educación mínima en las escuelas. Como he repetido hasta la saciedad, en este espacio geográfico que se llama Guatemala, coexisten dos Naciones, aquella de los que satisfacemos todas o casi todas nuestras necesidades; y la otra, la Guatemala profunda, la cruel, la lacerante, la infamante, la inhumana; aquella de los miserables que no tienen alimento, salud, techo ni escuela. “La pobreza, refleja de la exclusión y la inequidad”. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) El Guatemala es un país con dos mundos distintos; 62.4 % vive de pobreza de media; 29.6% en pobreza extrema, y el 3.6% pobreza severa (INDH, PNUD), estos guatemaltecos pobres y miserables que no tienen absolutamente nada para satisfacer sus necesidades básicas mínimas. La efectividad práctica del Estado guatemalteco, ha sido siempre muy deficiente y sumamente débil, porque quienes detentan el poder económico y político, no han sabido ni querido honestamente, implementar y encauzar las directrices y alcanzar los objetivos económicos, sociales y culturales más adecuados a la realidad de la comunidad nacional, olvidando intencionadamente a la población más pobre y marginada del país. A los desposeídos y a los condenados a la miseria, se les ha mantenido por décadas dentro del horror d las más escalofriantes estadísticas del subdesarrollo y del hambre. La corrompida clase política y ciertos círculos de poder han sido los únicos culpables de esta angustiosa situación que ha mantenido orillado al país al bordo del estallido social, con las desastrosas con consecuencia nuevamente una guerra civil traería para todo el ente social.

Me desvié un poco del tema central de mi posición en cuanto a la pena de muerte, pero consideré necesaria esta digresión. Lo más correcto sería enjuiciar a los ladrones, falsificadores, secuestradores, asesinos, los empresarios corruptos etc., etc. con las reglas del debido proceso, embargar los bienes, intervenirles sus empresas y confiscar sus cuentas bancarias, las de sus familiares y las de sus serviles y aduladores allegados y aplicarles la Ley de Extinción de Dominio. Juzgar a los mediocres salteadores del poder, a los merecedores de los favores del gobernante por su incondicional sometimiento a sus caprichos de adulación, de ambición y de vanidad. Juzgar a esos delincuentes fronterizos que retorciendo la ley objetiva y material de nuestro ordenamiento, pero sobre todo corromper la moral, la ética y la conciencia, permitieron con sus consejos, sus dictámenes y sus aplausos el saqueo del erario nacional.

Volviendo a la motivación principal de hoy, formados dentro de criterios y patrones con elevados grados de juridicidad y conciencia, abominamos la sola idea del fusilamiento a los ladrones y más que esa barbarie se aplique en presencia del pueblo. Pero también abominamos la impunidad en que ha caído la comisión de los delitos dentro de la sociedad guatemalteca. Es Guatemala un paraíso de la impunidad y de la vanagloria del acto delictual. Como ciudadano siento una tremenda insatisfacción, porque no se vislumbran a corto plazo ni largo plazo, cambios de actitud en la conducción gubernamental, que lleven al correcto juzgamiento de la delincuencia de todo género y especie, no permitiendo ya más la impunidad de nadie dentro de nuestra sociedad.

Por eso, estimo atinado terminado este Ensayo sobre los condenado a la pena capital, con la Novela “Crónica de una muerte anunciada” de Gabo, un narrativa con realismo histórica de la democracia guatemalteca está anunciada, es una autocracia totalmente dictadura.

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