Jonathan Menkos
El 5 de junio de 1979, un informe del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social dirigido a la Universidad de San Carlos de Guatemala, concluía que la muerte de Manuel Colom Argueta “fue por accidente común”. El 22 de marzo de ese mismo año, Colom Argueta había sido asesinado por fuerzas del fraudulento gobierno de Romeo Lucas García, recibiendo cuarenta y cinco impactos de bala, casi una bala por año de vida, pues tenía cuarenta y seis años.
En una entrevista realizada por el periodista Peter Chapmann, el 19 de marzo, Colom Argueta explicaba cómo la clase dominante compartía el poder con el ejército y una clase política prostituida. En aquel entonces, como ahora, grupos de la oligarquía dirigían el poder público gracias al contubernio con el Presidente, con el fin de garantizarse un modelo económico y social basado en la explotación, de recursos naturales y de personas, la corrupción y la impunidad. Recordaba también el temor que para la élite económica había suscitado el movimiento revolucionario en Nicaragua y expresaba que la ola de asesinatos en el país —que sumaba más de 2,000 víctimas, incluyendo a Alberto Fuentes Mohr, trascendental político socialdemócrata— estaba más relacionada con la capacidad de organización que con tendencias políticas. Al cerrar la entrevista, Colom Argueta reconocía que la inscripción del Frente Unido de la Revolución (FUR) era un intento del gobierno por ponerse una careta de democracia y que seguramente significaría su muerte.
Precisamente, el 22 de marzo, minutos antes de su asesinato, Colom Argueta concedió una entrevista en la que expuso los principales problemas de Guatemala, las líneas para mitigarlos y los fundamentos del FUR. Describía un país, que bien podría ser el actual, en el que han aumentado las brechas de desigualdad con mayorías que son cada vez más pobres mientras las minorías son más ricas y poderosas; con mayor concentración de la tierra y una alta dependencia económica del exterior; sin garantía de una producción de alimentos para toda la población; sin salud ni escuela para todos, entre otros fenómenos. Refería, entonces, los dos objetivos históricos de su partido: recuperar la democracia y reiniciar el proceso de progreso económico y social interrumpido a partir de 1954. Para ello, proponía un plan de desarrollo económico con objetivos a perseguir, planificación y medios para lograrlo y con claridad en las decisiones políticas que se deberían tomar para lograr las revoluciones programáticas en la economía y el bienestar social.
Cerró aquella entrevista comentando los muchos mensajes de alegría y esperanza recibidos ante la inscripción del FUR, partido que tenía un decálogo capaz de lograr la convergencia de las mayorías democráticas: independencia política y económica en el país; libertad, garantía de seguridad para el trabajador; tierra para el campesino; educación y cultura para el pueblo; revisión del costo de vida; vivienda y asistencia sanitaria; mayor autonomía en la administración local; desarrollo y protección para la industria nacional; utilización racional de los recursos nacionales; y, eficiencia, honestidad y austeridad administrativa.
Colom Argueta, como diría Brecht, es de esos hombres imprescindibles, de los que luchan toda la vida y dejan un norte, una estrella que no pueden apagar las balas, el odio o la codicia por muy grande que sea. Colom Argueta constituye un modelo de político, funcionario y académico honesto, empático y responsabilizado con el bien común. Su ejemplo está más vigente que nunca, en particular, la compleja pero necesaria acción de trabajar por la creación de un gran frente opositor con un programa, sólido en términos técnicos, que logre aglutinar y movilizar a las mayorías para derrotar en las urnas a quienes mantienen el sistema actual.