Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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La célebre frase del general Federico Ponce Vaides al tomar posesión de la presidencia tras la renuncia de Jorge Ubico cae ahora como anillo al dedo al hacer la remembranza de cómo esperábamos el Año Nuevo hace doce meses, cuando, como siempre, repetíamos la expresión de Feliz Año Nuevo sin imaginar lo que estaba por venir. Apenas había un par de pequeñas notas periodísticas de un misterioso brote de una extraña pulmonía en la ciudad de Wuhan en China atribuida a algún extraño virus, pero nada que provocara ninguna preocupación en el mundo científico, no digamos entre los legos en la materia.

La cohetería del 31 de diciembre del 2019 fue tremenda y las fiestas y los abrazos proliferaban propagando esos buenos sentimientos para un futuro próspero aunque, en el fondo, entre muchos existía incertidumbre ante la perspectiva de un nuevo gobierno producto de un proceso electoral en el que, gracias al MP, se “depuró” la lista de candidatos para asegurar que ninguno que fuera real enemigo de la corrupción pudiera participar. Y dos semanas más tarde era investido el doctor Alejandro Giammattei Falla quien se estrenó con la elección de Junta Directiva del Congreso, producto del esfuerzo y trabajo de Gustavo Alejos, Sandra Torres, Felipe Alejos, Álvaro Arzú y la gente de FCN, para renovar y mantener el Pacto de Corruptos como eje central de la política nacional.

Ninguna mención se hizo entonces del primer comunicado de la Organización Mundial de la Salud, emitido dos días antes, el 12 de enero del 2020, en el que se comunicaba el brote del “nuevo coronavirus en China”. La OMS indicó que recibió el 11 y el 12 de enero información oficial sobre 41 casos, uno de ellos mortal pero atribuido a enfermedades previas del paciente, y comunicó que debían seguirse “las recomendaciones relativas a las medidas de salud pública y vigilancia de los nuevos coronavirus” afirmando expresamente que no era prudente aplicar restricciones de viaje. Y Giammattei, como la OMS, no se preocupó por el virus y mantuvo su designación como Ministro de Salud del médico Hugo Monroy, sin conocimientos de Salud Pública pero ligado a laboratorios médicos que proveen medicinas a ese Ministerio y al IGSS, lo que indicaba ya por dónde iría la Virgen.

El caso es que el nuevo Coronavirus llegó a adquirir nombre propio al ser llamado Covid-19 y puso de rodillas a la humanidad entera contagiando y matando a millones de personas en todo el planeta en cifras que siguen subiendo pese a la alentadora noticia de las vacunas que en países previsores ya ese están aplicando. Aquí, por supuesto, ni pío.

El virus desnudó el efecto que la corrupción ha tenido en sistemas de salud en muchos países, pero también hizo que afloraran sentimientos y acciones de solidaridad impresionantes. Empezando por el personal de Salud, desde médicos hasta quienes limpian los hospitales, todos exponiendo su vida para salvar la de otros, hasta llegar a negocios de comida que cocinaban para donar alimentos a los más necesitados.

Pero tampoco imaginamos ni soñamos que la pandemia serviría a los pícaros aquí no sólo para robar más, sino para consolidar la captura que del Estado ha hecho la Dictadura de la Corrupción. Ojalá que, como en 1944, tras ese cínico “nunca soñé, jamás pensé” vuelva a venir un aire con remolino.

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