Hugo Gordillo
Escritor
Alemania se unifica y lidera, con Estados Unidos, el desarrollo industrial en la transición de los siglos XIX y XX. El imperio británico entra en crisis. Reduce las exportaciones y aprieta a los trabajadores que toman conciencia de su explotación, respondiendo con paros y huelgas. El paraíso prometido por el liberalismo económico no es palabra de Dios. Para colmo, Inglaterra tiene gran competencia en el rompe y rasga del reparto colonialista, mientras el joven dandi burgués aborrece a sus pares adinerados ignorantes de la cultura. El rechazo a la vida masificada, materialista y mecanizada se expresa también en el arte, empezando por la literatura, con la novela A Contrapelo, de Huysmans, cuyas obras reflejan el descontento con la vida moderna llena de hipócritas y estúpidos. El Manifiesto Simbolista de Jean Moréas, abre la puerta al verso libre, habla de una poesía “enemiga de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad y la descripción objetiva”. La subjetividad asoma como sal y pimienta donde se cuecen libros para alimento de la vida letrada, como postre en las artes plásticas y como aperitivo en la música. Antes que el manifiesto de Moréas vea la luz, Gustav Moreau se entroniza en el Salón con Edipo y la Esfinge, un sueño característico del Simbolismo en el que un monstruo alado con engañosos pechos y cara de mujer se adhiere al cuerpo del héroe tebano. El autor está convencido de que este mundo es un sueño. Los ideales de los simbolistas son expresar la idea a través de la forma con signos, donde el objeto no es objeto, sino signo de una idea percibida por el sujeto. Las paletas dan color a cielos morbosos e infiernos sensuales, pasando por tierras míticas con la marca de la ambigüedad. ¿Qué hay oculto en el alma? Eso es lo que los artistas extraen con maestría de mineros subjetivos desde lo más profundo de su ser para plasmarlo. Adiós positivismo y universo objetivo. Bienvenido, nuevamente, el arte por el arte. Lo que importa es el universo interior misterioso para expresarlo poéticamente. El esteticismo simbolista empieza como un estertor espiritual que desacraliza la religión y sacraliza lo mágico, satánico y ocultista de lo sobrenatural. Una secularización en la que el individuo se desprende de las instituciones religiosas para enajenar lo sagrado y arrebatar lo profano mediante la intuición y la introspección. La imaginación, los sueños, la fantasía, el misterio y el inconsciente tienen la palabra. La mujer es una constante en la pintura como ninfa, diosa, cortesana, adúltera y prostituta, simbolizada muchas veces como cisne o serpiente, pero siempre sensual. Mágica e hipnótica es representada con cargas de maldad que la convierten en mujer fatal. Cuando Rodin empieza a esculpir, la academia define la escultura como una imitación selectiva y palpable de la naturaleza. Durante su trayectoria, Rodin transgrede las normas académicas y se perfila como precursor de diversos estilos del Siglo XX. Con su Puerta del Infierno, encargada para ingreso del futuro Museo de Artes Gráficas de París, hace una reflexión sobre la condición humana. A su muerte, la escultura esta redefinida como imitación de la vida a través de la exageración del todo. Mientras Eiffel trabaja en la cintura de la Torre de 300 metros, se dejan escuchar las burlas. En una carta abierta de protesta firmada por 300 escritores y artistas, se leen calificativos como: esqueleto de atalaya, aborto de chimenea de fábrica y supositorio acribillado de hoyos. La Torre Eiffel es el arco de entrada a la Exposición Universal de París de 1889, en conmemoración del Centenario de la Revolución Francesa. Algunos de los firmantes de la carta se retractan y alaban la estructura metálica más pintada, fotografiada y filmada en el mundo. El máximo atractivo de la Exposición es El Pueblo Negro, con cuatrocientos africanos presentados como “caníbales salvajes sedientos de sangre” con la mórbida intención de sugerir animalidad de los originarios de naciones víctimas del primer reparto saqueador y esclavista del mundo. Madame y Monsieur hacen cola en el Palacio Colonial para ver a los negros tejiendo cestos o telas y a mujeres recién paridas dando de amamantar a sus bebés. Muchos de ellos mueren en los patios de exhibición, especialmente por el frío. Aun así, los espectáculos antropo-zoológicos se multiplican en la blanca Europa con africanos y esquimales. El Simbolismo tiene varios precursores. Los inmediatos son los poetas malditos cuyo genio literario es la maldición que los hace herméticos y autodestructivos. Por lo regular, su vida termina en tragedia sin conocer el éxito. Mueren en la bohemia rechazando las reglas del arte y los convencionalismos sociales, tras dejar un reguero de pólvora poética libre y provocativa. El precursor más lejano es el pintor británico William Blake, quien cien años antes nada en el mundo espiritual con una visión de ángeles sobre un árbol a la edad de diez años. Deja de confiar en los sentidos porque, según él, se interponen entre el alma y la sabiduría. Se considera un visionario con destino de profeta plástico. Sus cuadros son contrastes celestiales y apocalípticos. Reconocido hoy como uno de los mejores pintores de Inglaterra, en su tiempo es incomprendido y despreciado, Blake muere como un pobre lunático.