César Vallejo (Santiago de Chuco, La Libertad; 16 de marzo de 1892-París, 15 de abril de 1938). Poeta y escritor peruano, es un referente de la producción poética de su época. Presentamos tres poemas con el nombre del mes de diciembre en el cuerpo del texto.

Espergesia

Yo nací un día que Dios estuvo enfermo. Todos saben que vivo, que soy malo; y no saben del diciembre de ese enero. Pues yo nací un día que Dios estuvo enfermo. Hay un vacío en mi aire metafísico que nadie ha de palpar: el claustro de un silencio que habló a flor de fuego. Yo nací un día que Dios estuvo enfermo. Hermano, escucha, escucha… Bueno. Y que no me vaya sin llevar diciembres, sin dejar eneros. Pues yo nací un día que Dios estuvo enfermo. Todos saben que vivo, que mastico… Y no saben por qué en mi verso chirrían, oscuro sinsabor de féretro, luyidos vientos desenroscados de la Esfinge preguntona del Desierto. Todos saben… Y no saben que la Luz es tísica, y la Sombra gorda… Y no saben que el misterio sintetiza… Que él es la joroba musical y triste que a distancia denuncia el paso meridiano de las lindes a las Lindes. Yo nací un día que Dios estuvo enfermo, grave.

Septiembre

Aquella noche de setiembre, fuiste tan buena para mí… Hasta dolerme! Yo no sé lo demás; y para eso, no debiste ser buena, no debiste. Aquella noche sollozaste al verme hermético y tirano, enfermo y triste. Yo no sé lo demás… Y para eso yo no sé por qué fui triste…, Tan triste…! Sólo esa noche de setiembre dulce, tuve a tus ojos de Magdala, toda la distancia. De Dios… Y te fui dulce! Y también una tarde de setiembre cuando sembré en tus brasas, desde un auto, los charcos de esta noche de diciembre.

Trilce XXI En un auto arteriado de círculos viciosos torna diciembre qué cambiado, con su oro en desgracia. Quién le viera: diciembre con sus 31 pieles rotas, el pobre diablo. Yo le recuerdo. Hubimos de esplendor, bocas ensortijadas de mal engreimiento, todas arrastrando recelos infinitos. Cómo no voy a recordarle al magro señor Doce. Yo le recuerdo. Y hoy diciembre torna qué cambiado, el aliento a infortunio, helado, moqueando humillación. Y a la temerosa avestruz como que la ha querido, corno que la ha adorado. Pero ella se ha calzado todas sus diferencias.

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