Jorge Santos
La narrativa oficial nos ha metido hasta en la sopa que cuando hay tormentas, depresiones tropicales o huracanes, las desgracias provienen efectivamente de estos fenómenos, es decir nos han metido la existencia de desastres naturales, como si la naturaleza fuera la causante de las desgracias que se producen frente a determinados eventos medioambientales. Esta misma narrativa nos ha intentado convencer que la responsabilidad de las muertes y los desastres es de las personas que, subsistiendo en pobreza, buscan laderas para habitar y que esto “no es recomendable” y que al final se provocarán dichos males por “la necedad de la gente”.
Sin embargo, es necesario hacer notar que el Modelo Económico Capitalista ha generado en su lógica de saqueo una acelerada destrucción de la naturaleza y con ello han devenido enormes males que hoy nos aquejan como humanidad. Además de los devastadores impactos que el modelo en cuestión ha tenido sobre miles de millones de habitantes en el mundo, que para nuestra sociedad han implicado inequidad, pobreza y miseria. Ambos fenómenos sólo generan muerte y destrucción.
Si bien las lluvias intensas pueden provocar daños, estos no serían tan dramáticos, ni en la misma dimensión si no existieran los niveles de inequidad y pobreza que hay en el país. No se trata de la existencia de viviendas en las laderas, se trata de la precariedad. Acaso no, cierta parte de la élite económica vive en laderas de montañas o tienen sus lujosos chalets a orillas de lagos o ríos. Así que el problema no es la ladera, es la precariedad o no de la vivienda o de la destrucción sistemática que el modelo ha provocado sobre la cobertura forestal o sobre todo cuerpo de agua.
De tal cuenta que un Estado excluyente, racista, corrupto e impune en su naturaleza y organizado para garantizarle los privilegios a la oligarquía se desnuda con las lluvias, queda descubierto con cualquier fenómeno natural. Mientras una inversión privada, insiste en seguir construyendo a fuerza y fuego más y más feo concreto, vamos perdiendo todos y todas. El bosque que se destruye en Alta y Baja Verapaz, Quiché o Huehuetenango nos afectará a toda la población o el bosque que se destruye acá en el departamento de Guatemala, afectará a las poblaciones más alejadas de la Ciudad Capital.
La vida de las y los guatemaltecos es el menor de los intereses del servil que ocupa momentáneamente la casa presidencial, por ello es que no podemos esperar apoyo y protección. Tal cual ha sido manejada la Pandemia, así será manejada la tragedia que estamos viviendo. La política del mitómano Giammattei tiene rasgos criminales, en tanto deja en desprotección e indefensión absoluta a la población; los recursos que sean destinados a atender urgentes necesidades, serán desviados para enriquecer y favorecer a los poderosos de este país. Nos corresponderá de nuevo a los Pueblos ser solidarios con los afectados y con las víctimas de este oprobioso sistema de muerte.