David Martinez Amador

Politólogo. Becario Fulbright-Laspau del Departamento de Estado Norteamericano. Profesor Universitario,, Analista Político y Consultor en materia de seguridad democrática. Especialista en temas de gobernabilidad, particularmente el efecto del crimen organizado sobre las instituciones políticas. Liberal en lo ideológico, Institucionalista y Demócrata en lo político.

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David C. Martínez Amador

Esta semana ha sido histórica. Por primera vez, en una trayectoria de 244 años de tradición democrática, un Presidente estadounidense desconoce públicamente el resultado del proceso electoral. Lo anterior es aún más grave en razón que no existe evidencia alguna para descalificar las elecciones del pasado 3 de noviembre. Y aún más grave es el hecho que dicho acto de descalificación tomara lugar dos veces, la noche del 3 de noviembre y la noche del 5 de noviembre.

La recién pasada elección (que aún no termina) es histórica, significativa y atípica en muchos sentidos. Es histórica en razón del resultado relativo al voto popular recibido por el candidato demócrata: Más de 72 millones de votos. Joe Biden es el candidato presidencial más votado de la historia política de Estados Unidos, por encima de figuras populares cómo Barack Obama o John F. Kennedy. Es significativa pues esos 72 millones de votos recibidos revelan otro detalle: La Unión Americana no es la tierra de Trump, pues la mayoría de votantes le dieron la espalda a Donald Trump. La participación electoral ha sido al mismo tiempo increíble: Más de cien millones de votos emitidos antes del día 3 de noviembre (en el formato de ´voto temprano´), Perfectamente puede decirse que más que una elección, lo sucedido el martes 3 de noviembre es un referéndum sobre la gestión del Presidente Trump. En este ejercicio democrático también es importante notar que, el voto de las mujeres, de las personas con título universitario y de los ´no blancos´ ha siso mayoritario a favor del candidato demócrata. La elección es atípica en el hecho inédito que el Presidente Trump haya descalificado el proceso mucho antes que el mismo terminara ( y sin presentar evidencia). Lo que sí resulta atípico es que el mismo Presidente que está llamado a proteger la paz durante el proceso electoral logre con sus dichos que sus simpatizantes intentan ocupar los centros de votación. Lo que resulta inédito es que un Presidente estadounidense ataque sin base alguna, la misma democracia estadounidense.

¿Es una situación fuera de lo ordinario que la elección no haya podido definir al ganador llegado el día 6 de noviembre?

No, no lo es. Es perfectamente normal que un país con un tamaño tan grande mercado electoral (240 millones de personas habilitadas para votar) se encuentre en esta situación pues basta imaginar lo que es procesar más de cien millones de votos. Lo que sucede en este momento no es un recuento, sino el conteo de la elección que no termina. Lo que sucede en este momento no es que la elección siga abierta ´recibiendo votos´ sino que se están contabilizando votos emitidos que fueron enviados por correo en las fechas estipuladas por cada distrito. El voto por correo es una práctica común en Estados Unidos, la utilizan personal militar desplegado en el extranjero, residentes en el extranjero así cómo ciudadanos que no quieren sufrir las aglomeraciones del día electoral. Estos votos son legales y legítimos. La evidencia de fraude al respecto en estos procesos es mínima.

La última declaración del Presidente Trump la hizo a solas, en la oficina de conferencias de Prensa de la Casa Blanca. Nadie de su partido, ni de su Gabinete, ni de sus senadores más cercanos estuvieron junto a él. Es increíble que incluso en el final de su gestión, la mentira patológica y la incitación a la violencia estén aún presentes. Y falta aún la judicialización de los resultados electorales.
Lo que viene no será fácil, pero parece que el sistema por fin ha decidido purgarse así mismo para restituir esta ´Presidencia global´ a un punto de funcionamiento más racional.

La ciudadanía americana utilizó los instrumentos democráticos, como nunca antes, cuando más se necesitó. Eso es de celebrar.

Y al mismo tiempo, de imitar.

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