Trump expuso en su discurso de campaña pronunciado el sábado que para reducir el número de casos positivos que se siguen dando en Estados Unidos había ordenado que se redujera la cantidad de pruebas que se realizan para detectar personas que han contraído el coronavirus, remarcando su lógica en el sentido de que si se hacen muchas pruebas habrá más resultados positivos y que si se dejan de hacer, disminuirán como consecuencia. Pues bien, parece ser que la herencia inmediata que recibieron las nuevas autoridades de salud es cabalmente la disminución de la capacidad para hacer exámenes, reduciendo el ya raquítico volumen que se venía manejando con apenas millar y medio por día.
Los nombramientos en Salud Pública fueron generalmente bien recibidos y dieron lugar a buenos comentarios y esperanza, pero hay que recordar que llegan a un territorio minado por la corrupción y un sistema hecho para hacer negocios y no para responder a las necesidades del país y de su población. Deberán hacer milagros para darle caravuelta a un modelo tan enraizado y lo demuestra la forma en que encuentran el déficit en la principal herramienta que hay para atacar la pandemia. Sin pruebas no se sabe cómo vamos pero, lo peor, no se puede dar seguimiento epidemiológico rápido, necesario para ir atajando la propagación de la enfermedad.
Cada caso detectado tiene que servir para averiguar con quiénes estuvo el paciente y qué tipo de contactos tuvo. Es cierto que en Guatemala no se ha seguido esa información y que los pacientes positivos no son interrogados ni, mucho menos, sus contactos sometidos a pruebas para ir adelante de la propagación explosiva. Contra lo que Trump piensa, las pruebas no sirven sólo para determinar el número de casos positivos (aunque ello es importante), sino tienen que servir para las medidas sanitarias que debe tomar con criterio de detección temprana de casos a fin de reducir la propagación.
Creemos que este equipo llega con vocación de hacer las cosas bien y no por tener antecedentes con laboratorios fabricantes de medicinas, pero tienen que saber que la estructura está contaminada y que deberán actuar con firmeza para contener la corrupción y atajar la enfermedad. Llegan, sin duda, al arca abierta, pero a ellos les corresponde cerrarla en esta época de crisis para que deje de ser viña de todos los sinvergüenzas que se han enriquecido mediante el saqueo del esperpento de sistema de salud existente y que sirve sólo de pretexto para la realización de negocios tan jugosos como asquerosos.