Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Las redes sociales han servido de desahogo para mucha gente indignada por el trato preferente que la autoridad brinda a algunos y la severidad aplicada para arremeter contra otros, pero la verdad es que se trata de un tema demasiado serio para que quede sólo en esas redes que pueden servir de catarsis sin impactar de forma que se puedan producir cambios en la sociedad. Estamos viendo la reacción mundial, porque no sólo se ha dado en Estados Unidos, tras la muerte a manos de la policía de George Floyd, otra persona de color que se suma a la larga lista de los muertos por la brutalidad policial y lejos de poner nuestras barbas en remojo actuamos de forma que pareciera querer demostrar que sí, que Guatemala aplica dobles raseros y qué.

Primero está el caso de las fiestas, en él no sólo desobedecen las normas sino, y eso es lo fundamental, ponen en riesgo la vida de otras personas. Y la autoridad se muestra muy eficiente para arrestar a los que en los pueblos hacen una parranda, pero no mueven un dedo frente a escandalosos casos como el de la mueblería O3 y lo ocurrido en un local de la zona 14 a donde llegaron y como nadie les abrió simplemente se fueron. En cambio, por lo otro se llevaron literalmente pie con jeta, a los que en municipios recónditos hicieron parrandas menos concurridas, mientras en los otros casos, con videos incriminatorios de por medio y numerosos testimonios en las redes sociales, simplemente se hacen de la vista gorda.

Y luego viene el caso de las mujeres que desafían a la autoridad. Una tapa las placas de su vehículo y reclama a la autoridad porque la detiene por esa seria infracción de las leyes de tránsito y les hace ver que por su condición social ella no tiene por qué ser detenida ni debe ser objeto de ninguna sanción. Y la policía simplemente acepta la madreada que les pega la señora y la deja ir tranquilamente con el video que tomaba alguien desde el sillón de atrás del vehículo. La otra fue peor, porque arremetió a piñazos contra los policías de tránsito que con toda razón la detuvieron porque circulaba con placa que no permitía circular ese día. Somató a las agentes mujeres y mostró su verdadera calaña en forma por demás gráfica pero también pudo irse tranquilamente a su casa porque como se mostró prepotente, la autoridad se ahuevó, literalmente.

En cambio, a unas mujeres indígenas que faltaron también a las disposiciones presidenciales, las agarraron presas y en una de las fotos se ve a una de ellas hincada con las esposas en las manos a sus espaldas. Allí no hubo comprensión ni respeto a su condición de mujeres, sino por ser indígenas fueron tratadas como se trata siempre en nuestro país a los que menos tienen, sea en términos de poder o en términos económicos.

Y eso no puede ser. Todos tenemos que obedecer la ley y debemos dar la cara si la violentamos de alguna manera sin buscar subterfugios de ninguna especie. El mensaje de ese doble rasero es gravísimo y se tiene que corregir ya.

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